Gaby Flores 1

La abanderada de los vinos vallistos

La sommelier Gaby Flores habla del fascinante mundo de los tintos, blancos y rosados que se originan en los Valles Calchaquíes. Asegura que es un producto complejo pero que, al mismo tiempo, está al alcance de cualquier mortal. “Con soda, con hielo… elegí la etiqueta que más te guste y disfrutala como quieras”, aconseja.

Este cronista se va a permitir una licencia en esta nota: va a hablar en primera persona del singular. El tema lo amerita. Es más: lo exige. Porque el vino implica una experiencia personalísima, íntima, relacionada con los sentidos, el placer, el goce. No hay nada como una copa de vino para terminar bien el día, dibujar una sonrisa en el rostro, ponerse de buen humor y ver la vida con un poco más de optimismo. Y no es el alcohol: es el vino. ¿Por qué? Porque es mucho más que una bebida. Es un alimento, un brebaje sagrado que puede presumir de una magia única. Así lo experimento yo cada vez que lleno una copa, disfruto del sonido mientras el vino cae y dedico un largo rato a mirar, oler, saborear… y disolver entre las yemas de mis dedos las gotas que caen por el cuello de la botella. Así lo vive Gabriela Flores, una de las sommeliers más reconocidas de Salta, quien se dedica a comunicar las virtudes de los vinos en general y de los salteños en particular.

Conocedora y amante de tintos, rosados y blancos, Gaby habla del tema con pasión y naturalidad. Le quita formalidad, lo hace amigable y accesible para todos y todas. Resalta que hay vinos de múltiples tipos y para la más amplia variedad de momentos, gustos y edades. “No hay vinos malos. Es cuestión de gustos, es un tema personal. Con hielo, con soda… todo vale. Los manuales de maridaje dicen que el asado va con un tinto fuerte, pero si alguien prefiere acompañarlo con un blanco, nadie le puede decir que eso está mal”, afirma.

Identidad calchaquí

Gaby defiende con el alma los productos del Valle Calchaquí, una zona que conoce desde muy chica y a la que aprendió a amar tanto como su gente. “Detrás del vino hay muchísimas personas, una forma de vida, una cultura, una industria”. Destaca que no se pueden comparar en términos cuantitativos la vitivinicultura mendocina y la vallista, pero sí en términos de identidad, “porque los vinos de altura tienen un carácter propio, fácilmente reconocible, son poderosos, aromáticos…”. Le digo, entre nosotros, que los mendocinos parecen juguitos, y responde con una carcajada cómplice, sonora pero muda. “No hay que comparar, ahí está nuestra fortalece a la hora de vender y difundir nuestros vinos”, asegura luego con respeto. Y concluye: “Tanto los tintos como los blancos vallistos tienen mucho mercado para crecer en todo el mundo, son muy bien aceptados en los ámbitos más diversos, justamente porque la altura de nuestros viñedos les da una personalidad única. Este es un año atípico por el tema de la pandemia, pero la exportación de los vinos salteños venía creciendo mucho en años anteriores, y eso seguramente va a seguir así”. Para saber más, descorchen el vino que más les guste y disfrútenlo mientras ven la entrevista en video que acompaña esta nota.

Y que nunca falten la salud y el vino. En ese orden. ¿O al revés?

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Agradecemos a Finex su colaboración para la realización de esta nota.

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