Primavera verano

Primavera, verano, otoño, invierno y primavera otra vez

¿Cómo están estimados amigos? Esta semana traigo para compartirles mis humildes impresiones sobre una película estrenada en 2004: “Primavera, verano, otoño, invierno y primavera otra vez”. Este film es una proyección del cineasta surcoreano Kin Ki-duk ligado, según algunas descripciones técnicas del mismo, al cine vanguardista y experimental. Estas dos últimas calificaciones, con respecto a su filmografía, están muy presentes en la película que hoy nos tiene dando vueltas: de trama sencilla (un monje budista que cría desde niño a un discípulo y va alimentándolo con los fundamentos filosóficos y ritos de la religión) pero ampliamente simbolizada, de escasos y no muy desarrollados diálogos, de enormes e interminables silencios, son algunas de las cuestiones que podrían mostrarnos una forma de hacer cine antitradicional o, mejor dicho, para nada comercial.

Este cine experimental de Kin Ki-duk exige un telespectador muy dispuesto a darle vueltas a la carga simbólica que se va plasmando en la película. Se podría decir que el film también coquetea, casi perversamente, con su paciencia: existe mucho desarrollo del sonido ofrecido por el ambiente natural más que los parlamentos de las personas. El monje solo habla para decir cosas sustanciosas y, por sobre todo, para intervenir sobre el accionar de su pupilo. A pesar que el devenir y conducta humana va por los caminos inevitables del conflicto, el protagonista y pupilo del maestro es el claro ejemplo, no hay espacio para el melodrama social ni mucho menos para discusiones y charlas intensas. Sí, en cambio, hay un gran desarrollo del drama interior con el que cada persona debe lidiar: una invitación constante a la contemplación de la interioridad humana estará transversalmente sugerida en esta trama.

El sistema filosófico budista (Zen) estará en la construcción global de este film. El telespectador deberá connotar muchos de sus fundamentos en el armado general de la idea que persigue la película. Así, por ejemplo, el trayecto de la vida del protagonista (este niño, posterior adolescente-adulto que crece bajo el ala del monje) es la concreción de las ideas claves de la religión budista: la naturaleza de la vida es el sufrimiento y el deseo (sus primeros años así lo demuestran), la meditación, la exploración interior y el ejercicio físico posibilitarán el descubrimiento de esa verdad y la posterior calma del sufrimiento. Hay espacio para la comprensión y el perdón como así también para la convivencia con los animales y el ambiente natural.

El templo donde se desarrollan las acciones y los símbolos que rodean a esta película es un lugar alejado, apartado de la vorágine urbana. Esta última simbolizará los preceptos de una vida bastante discordante con los fundamentos budistas.

Es una película destinada a la exploración interior, máxima propuesta de esta religión, como así también deja flotando varias temáticas para charlar: la importancia del ambiente natural, los animales, vida y religión, ritos como parte de la vida misma más que como una superficial simbología.

Me gustaría cerrar esta breve reseña citando un gran aporte de un medio independiente uruguayo cuando se refería muy acertadamente al film de Kin Ki-duk: “Fiel a la temática que domina gran parte de su obra, la historia permanece íntimamente ligada al drama de los impulsos sádicos y destructivos que dominan al hombre. En la película, el niño protagonista aprende en carne propia el peso (literal) de la culpa por infligir daños a otros seres vivos, pero lejos de asumir el aprendizaje como un dique moral inequívoco e inescrutable, atraviesa su vida cometiendo otras infracciones cada vez mayores, hasta terminar en el femicidio de su pareja. Kim Ki-duk no le suelta la rienda al personaje, no lo deja morir en su culpa o en un eventual castigo: con la misma serenidad del maestro que lo vuelve a recibir en ese monasterio flotante, acompañamos al protagonista en un proceso de redención que señala una condición casi circular de dolor, sacrificio y sanación inusual para las sensibilidades occidentales” (La Diaria-Uruguay)

Una carga impresionante de simbología budista acompañará a este film bastante interesante desde una mirada exploratoria. Si estás dispuesto a caminar estos senderos que propone este cineasta bien particular llamado Kim Ki-duk, el film se encuentra disponible en Youtube, hasta la próxima estimados amigos y amigas.

Por Javier Dávalos para Alegre Distopía, un programa de música, literatura y artes varias que imprime una mirada irónica y humorística a estos tiempos distópicos. Escuchalos todos los jueves de 14 a 16 horas por Radio Nacional Salta – AM690 o FM 102.7

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