En la homilía, el arzobispo porteño Garcia Cuerva reclamó por jubilaciones dignas, por el cuidado a los discapacitados y a los que sufren. Pidió “salir del chiquero de las descalificaciones y del odio”.
Teniendo como marco la celebración de la fiesta de San Cayetano, patrono del pan y del trabajo, y en el contexto de la movilización de las organizaciones sociales, sindicatos y organismos defensores de los derechos humanos en reclamo de mejores condiciones de vida, el arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, pronunció una homilía en el santuario de Liniers, en la Capital, que estuvo centrada en el pedido de la reconciliación entre argentinos buscando hacer de la Argentina “una casa de hermanos”, pero en la que también subrayó enfáticamente que todos “somos custodios de la vida de los más pobres, de los más débiles, de los ancianos que siguen esperando una jubilación digna, somos custodios de los discapacitados y los que sufren”.
Para el arzobispo porteño, que antes de celebrar la misa bendijo los instrumentos de trabajo de quienes luego y desde el mismo templo de San Cayetano marcharían hasta la Plaza de Mayo exhibiendo sus reclamos, afirmó también que no podemos desentendernos de “los que revuelven los tachos de basura buscando algo para comer (…) y no lo hacen porque les gusta”. Sin eufemismos el arzobispo salió así al cruce de una medida adoptada por el gobierno que encabeza Jorge Macri en la Ciudad por la cual se decidió sancionar con fuertes multas a quienes hurgan en la basura.
Para el arzobispo “el trabajo es un gran ordenador social” porque “el trabajo dignifica a las personas” y pidió al santo por todos los trabajadores. En la misma línea argumental García Cuerva hizo suyas las palabras emitidas apenas días atrás por la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) en un mensaje en el que las máximas autoridades del episcopado afirmaron que “como Iglesia, valoramos todas las formas de trabajo: el empleo formal, los emprendimientos familiares, la economía popular, el reciclado, las changas. Toda actividad que, con esfuerzo, lleva dignamente el pan a la mesa merece ser reconocida, acompañada y protegida”.
Apoyándose en el texto bíblico de la misa, hablando sin hacer señalamiento a ninguna persona en particular el arzobispo pidió “recapacitar” para “salir del chiquero de las descalificaciones y del odio, ponernos de pie, y animarnos a dar el paso hacia la reconciliación entre los argentinos” porque “sólo desde allí podremos gestar una sociedad más humana”. Reivindicó “los diálogos familiares apasionados por el fútbol y la política, pero sin romper nunca la fraternidad y el cariño de hermanos” y, al insistir en la idea del perdón fraterno, recordó palabras del papa Juan Pablo II: “No hay paz sin justicia, y no hay justicia sin perdón”.
Esto significa, dijo en otro momento, “sentarnos a una misma mesa para pensar juntos, para generar consensos, para dialogar, para llorar nuestros fracasos, sin estar siempre buscando los culpables por lo que está mal, y hacer fiesta con los pequeños o grandes logros, sin querer figurar u obtener reconocimientos personales por los esfuerzos de todos”.
Pidió también “hacer de la Argentina una casa de encuentro y de trabajo, que podamos dialogar, que podamos encontrarnos para buscar soluciones a los problemas que aquejan a nuestro pueblo”. Y, en esa línea, que se “revalorice el trabajo”. Para ello recordó palabras del papa Francisco quien sostuvo en su momento que “lo que te da dignidad es ganar el pan, y si nosotros no damos a nuestra gente, a nuestros hombres y a nuestras mujeres, la capacidad de ganar el pan, esto es una injusticia social”.
Haciendo propias las palabras del pontífice argentino, García Cuerva repitió ahora que «los gobernantes deben sar a todos lla posibilidad de ganar el pan, porque esta ganancia le da dignidad y esto es importante”. Agregando que “muchos jóvenes, muchos padres y muchas madres viven el drama de no tener un trabajo que les permita vivir serenamente, viven al día. Y muchas veces la búsqueda se vuelve tan dramática que los lleva hasta el punto de perder toda esperanza y deseo de vida”.
En su plegaria religiosa, el arzobispo pidió a San Cayetano que nos ayude “a hacer de la Argentina una casa de hermanos, donde nos preocupemos por los demás, donde nos duela profundamente lo que sufren los desocupados, los marginados, los excluidos” porque “no nos salvamos solos”.
E invitó también “a desterrar la cultura de la indiferencia y a vivir la fraternidad” porque, “así como bajó la inflación que es el impuesto de los pobres y que desde hace años perjudica a las familias, también le pedimos a san Cayetano que interceda por nosotros para que nos comprometamos a bajar los niveles de agresión, de indiferencia, del individualismo, de crueldad”.
Antes de terminar su intervención el arzobispo García Cuerva retomó palabras pronunciadas por el papa León XIV el domingo anterior: “la plenitud de nuestra existencia no depende de lo que acumulamos ni de lo que poseemos, más bien, está unida a aquello que sabemos acoger y compartir con alegría. Comprar, acumular, consumir no es suficiente. Necesitamos alzar los ojos, mirar a lo alto, a las cosas celestiales, para darnos cuenta de que todo tiene sentido, entre las realidades del mundo, sólo en la medida en que sirve para unirnos a Dios y a los hermanos en la caridad, haciendo crecer en nosotros sentimientos de profunda compasión, de benevolencia, de humildad, de dulzura, de paciencia, de perdón y de paz como los de Cristo”.
El arzobispo finalizó su homilía pidiendo a todos los asistentes que se unieran expresando en voz alta por tres veces “con San Cayetano, todos hermanos”.