Ya no estoy aqui

Ya no estoy aquí: cuando el vallenato y la cumbia colombiana se convierte en la mejor realidad

Netflix nos invita a ver la historia de Ulises, un joven mexicano que disfrutará de la música tropical, pero también sufrirá los crueles avatares de la violencia y marginalidad.

Esta semana mi raza, término de uso coloquial para referirse a un grupo de amigos, les traigo para compartirles mis humildes impresiones sobre “Ya no estoy aquí”. Película mexicana estrenada allá por el mes de octubre de 2019. Dirigida por Fernando Frías (productor y director del país azteca) e interpretada por Juan Daniel García Treviño como Ulises Samperio, protagonista esencial de esta trama.

“Ya no estoy aquí” es una de esas películas que se podría llamar testimonial. Ofrece una delimitación geográfica específica con respecto al lugar en donde se sitúan las acciones: Monterrey. Una ciudad que en su área metropolitana alberga a más de cinco millones de personas. Un espacio en donde vive un chico de diecisiete años llamado Ulises, un apasionado de los Kolombia, algo así como un subgrupo cultural de baile, amante del vallenato y la cumbia rebajada del país cafetero.

Específicamente, los Kolombias y sus bailes fueron perdiendo espacio en el ámbito artístico por situaciones sociales que el film no ahorra imágenes en mostrar: la desigualdad y posterior inserción de los jóvenes del lugar en el mundo de las pandillas. Si bien la película se nutre, claramente de esta situación en particular, resulta un enorme pantallazo sobre la vida marginal y en condiciones desfavorables.

Cuando la pobreza, la violencia y las adicciones forman parte de su entorno, Ulises y un grupo de amigos, autodenominados los Terkos, están 24/7 dándole al ritmo tropical colombiano. Viven y respiran cumbia, el afecto, la comprensión como así también la diversión forma parte de ese encuentro con su raza. Como amantes empedernidos, merodean los bailes y están a la expectativa por algún material discográfico nuevo. Sus recursos son limitados así que cuando deben “apretar” a algún alumno afuera de la escuela, para que contribuya a la causa, no esquivan el hecho. En fin, Ulises y los suyos son la excepción, con sus defectos obvio, en un lugar en donde se nace pobre y se proyecta ser pandillero.

Lo testimonial del asunto viene de la mano de los constantes pantallazos en los televisores de los hogares que reproducen, casi cotidianamente, a fogonazos, los acontecimientos de violencia diaria mexicana. El barrio que alberga a los terkos es uno que se encuentra en una disputa por el territorio de pandillas antagónicas. En esta circunstancia de guerra patoteril, Ulises y los suyos están metidos sin tener que ver con nada, salpicados, indirectamente, por hechos infortuitos y, particularmente, por estar en lugares y momentos para nada indicados. Esta situación obligará a Ulises a huir no sólo del lugar sino también de los ritmos, los pasos, la alegría, su identidad y, como dice el título de esta proyección, ya no está aquí, es un muerto en vida.

La película tiene un vaivén entre un presente de “exilio”, en realidad como inmigrante ilegal en EEUU, y un pasado de recuerdo barrial rodeado por la música tropical, amigos y reconocimiento. El aquí y ahora que lo cobija y le duele a Ulises es uno en donde no sólo no tiene comprensión por parte de los suyos (se burlan por su aspecto, entre otras cosas) sino también de un lugar tan distante cultural y socialmente de su Monterrey.

Los Kolombias son la representación cultural de un estilo de música y vida. Socialmente identifican a los jóvenes que todavía no han sido incorporados a la vida pandillera. Esa particularidad que les da identidad no es otra que su baile, aunque en la trama la realidad de la vida marginal pega como un cross a la mandíbula y se va presumiendo que más allá del arte que los reúne hay algo inevitable en la vida de los jóvenes de este lugar: vivir de la violencia.

La película no es de esas comerciales en donde la tecnología tenga algún tipo de preponderancia. Está filmada como un buen documento y propone un espectador paciente. No está de más decir que en la necesidad de dar testimonio fiel de lo acontecido, se presenta un dialecto crudo y sin pelos, lo cual puede resultar complejo para los telespectadores, aunque, por qué no, un buen desafío.

Los temas que retrata el film son propios de la realidad latinoamericana. El barrio de Ulises podría ser cualquier zona marginal del continente. La identificación y establecimiento de un grupo exige el reconocimiento de los otros. Los kolombias en su barrio eran diferentes y aceptados, aunque la propia realidad social los va enterrando inevitablemente.

Si estás dispuesto a ver una película como la que superficialmente te reseñé, tenés una gran oportunidad de ver un cine para nada comercial y crítico. Hasta la próxima carnales.

Por Javier Dávalos para Alegre Distopía, un programa de música, literatura y artes varias que imprime una mirada irónica y humorística a estos tiempos distópicos. Escuchalos todos los jueves de 14 a 16 horas por Radio Nacional Salta – AM690 o FM 102.7

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