Mercedes Sosa, la negra Sosa, la cantora del pueblo, la voz de América Latina, la voz de los derechos humanos y de la vida, nació un 9 de julio de 1935 en la provincia de Tucumán.
El seno de su familia marcó a Mercedes Sosa para toda la vida. Fue hija de un zafrero y de una lavandera, de familia muy humilde, de la provincia más chica de la Argentina. Pero ese duro contexto desde su inicio la forjaría en Mercedes el sentido de pertenencia de clase. Esto le permitió asumir el compromiso con sus ideales, sueños y esperanzas. Hizo suya la palabra olvidada de los pueblos originarios, de las mujeres, de los trabajadores y de los niños. Con su canto logró un grito colectivo de verdad, justicia, libertad y dignidad.
Su arte musical la llevó a recorrer muchísimas ciudades en el mundo, ser premiada por gobiernos y organismos internacionales no tan sólo por su arte sino también por su inquebrantable compromiso con los derechos humanos.
Su voz permitió que todo un mundo conociera a los creadores de Latinoamérica, logrando el amor y reconocimiento de sus pares, y el agradecimiento de su público a lo largo de varias generaciones.
Las vivencias que podemos relatar sobre Mercedes son muchísimas pero nos centraremos en dos de ellas porque tienen un gran sentido social y cultural.
A los quince años, bajo el seudónimo de Gladys Osorio, se presenta en un certamen radial organizado por LV12 de Tucumán y, obviamente, gana el mismo. El premio del mismo era actuar, durante dos meses, en esa emisora.
Aproximadamente una década después, ya instalada en Mendoza, conforma junto a otros artistas, el “Movimiento del Nuevo Cancionero” el cual, en su manifiesto, promulga y defiende el arte popular, las raíces latinoamericanas, la libertad de expresión artística y propaga también la necesaria conexión entre el arte, las ideologías y la política.
“El Nuevo Cancionero luchará por convertir la presente adhesión del pueblo argentino hacia su canto nacional, en un valor cultural inalienable. Afirma que el arte, como la vida, debe estar en permanente transformación y por eso, busca integrar el cancionero popular al desarrollo creador del pueblo todo para acompañarlo en su destino, expresando sus sueños, sus alegrías, sus luchas y sus esperanzas».
Manifiesto Fundacional del Nuevo Cancionero.
Mendoza, 11 de febrero de 1963.
De este modo, y ya con el reconocimiento artístico propio de su figura cultural (fue consagración en el Festival de Cosquín en 1965), Mercedes nunca abandonó los principios que el “Nuevo cancionero” le otorgara y por ello sufrió prejuicios artísticos, culturales e ideológicos. Tal vez, su simpatía por el Partido Comunista y su cercanía con el Peronismo (sus padres eran peronistas de la primera hora), hayan influido en la selección rigurosa de sus canciones para que tuvieran un fundamento y un fuerte vínculo con lo popular, la apertura constante a jóvenes autores y formas musicales, el intenso diálogo con el rock nacional, el tango y el pop, así como la dimensión latinoamericana de su arte.
Corría la década del ´70 y Mercedes, como muchos otros artistas, sufriría el exilio. En esta década pudo grabar varios trabajos pero por su condición ideológica fue enrolada en las listas negras del régimen militar.
En 1979, la persecución y el cerco que se fue formando en torno de ella la obligaron a exiliarse. En ese año, en pleno recital la detuvieron en la ciudad de La Plata junto con todo el público que había ido a verla cantar. Ese mismo año se instaló en París y en 1980 se afincó en Madrid.
En teoría, Mercedes Sosa podía entrar y salir del país, no tenía causa judicial alguna, pero no podía cantar. Fue un castigo doble: para ella y para todos los argentinos. En un país en que la vida humana no tenía valor alguno, y cientos de ellas se perdían en la oscuridad de las mazmorras, los usurpadores del poder pensaban que la canción con contenido era peligrosa. Por eso había que acallar a los cantores, como una manera de silenciar a la gente.
«La Negra» recién pudo regresar a un escenario argentino el 18 de febrero de 1982, un par de meses antes que la dictadura se embarcara en la Guerra de Malvinas. El régimen militar que desde poco más de un lustro atrás sometía al país, había comenzado a agonizar. En el Teatro Opera de Buenos Aires realizó más de una docena de conciertos.
Con estas actuaciones tan esperadas, Mercedes no sólo se reencontró con su público de siempre, sino que allí la vieron por primera vez miles de jóvenes que desde entonces la convirtieron, también, en «su ídola». De esos trece recitales en el Teatro Opera quedó el LP. doble «Mercedes Sosa en Argentina», en el que también intervinieron sus compañeros de aquellas noches: León Gieco, Charly García, Antonio Tarragó Ros, Rodolfo Mederos, Raúl Barboza y Ariel Ramírez.
Al cabo del ciclo en el Teatro Opera, Mercedes regresó a España, donde estaba radicada, volvió a mediados de año a América para presentar su disco «Gente humilde» y para realizar una serie de conciertos en las principales ciudades del Brasil. Poco tiempo después regresó definitivamente a la Argentina. Ese mismo año hizo conocer «Como un pájaro libre», un hermoso disco que incluyó temas de autores tradicionales y otros más jóvenes.
Desde ese tiempo y hasta su fallecimiento, el 4 de octubre de 2009, la negra Sosa no paró nunca de cantar, de actuar en miles de conciertos y cientos de lugares. Actuó, creo, en todos los escenarios y festivales de música argentina de todo el país.
Desde La voz de la zafra (1962), su primer trabajo, hasta Cantora, un viaje íntimo (2009) Mercedes nos invitó constantemente a entender que el camino que ella decidió tomar, fue el de una coherencia artística y social irreprochables. Creo que ese es su mejor legado, más allá de su único, indiscutible y magistral registro vocal.
Por Nelson Coronel para Alegre Distopía, un programa de música, literatura y artes varias que imprime una mirada irónica y humorística a estos tiempos distópicos. Escuchalos todos los jueves de 14 a 16 horas por Radio Nacional Salta – AM690 o FM 102.7