En la Semana del Malbec, un recorrido por la bodega más antigua del país, situada 20 kilómetros al sudoeste de Molinos. Produce vinos de prestigio internacional, ofrece un hotel boutique con un servicio excepcional y alberga el maravilloso Museo James Turrell, cuyas obras juegan con la luz y el espacio.
El sábado pasado, 17 de abril, celebramos el Día Internacional del Malbec, la cepa que identifica a los mejores vinos argentinos en todo el mundo. Para celebrarlo nada mejor que ir a sus orígenes: la bodega más antigua del país
Su lejana ubicación, 20 km al sudoeste de Molinos y a 2300 msnm, da idea de la fuerza de esta cepa, que debió adaptarse a un clima mucho más árido, seco y exigente que el de su región original, Cahors, en Francia.
Se trata de Colomé, que fue fundada en 1831 por Nicolás Severo de Isasmendi, último gobernador realista de Salta. Entre 1853 y 1854, su hija Ascención (casada con Benjamín Dávalos) trajo de Francia las primeras vides de malbec que llegaron a los Valles Calchaquíes. Y esto es todo un dato, ya que la historia oficial dice que fue un ingeniero francés quien plantó por primera vez esta cepa en el país, en Mendoza, por una iniciativa de Domingo Faustino Sarmiento. ¿En qué año? 1853. De esto se desprende que los vinos malbec vallistos, y específicamente los de Colomé, están entre los más antiguos de la Argentina.
Eso fue lo que impulsó al empresario suizo Donald Hess a adquirir la finca, que desde la época original estaba en poder de la familia Dávalos. Luego de un par de intentos fallidos, terminó concretando la compra en 2001.
Excepcional
Hoy, Colomé es al mismo tiempo la bodega más antigua y una de las más modernas del país. Alberga un exclusivo hotel boutique de nueve habitaciones, dispuestas alrededor de un patio central que guarda el espíritu de las viejas construcciones tradicionales de la región. El servicio para los huéspedes es de primer nivel internacional, al igual que la gastronomía, buena parte de la cual está preparada con ingredientes locales.
Colomé es actualmente propiedad de Larisa y Christoph Ehrbar, hija y yerno de Donald y Ursula Hess, quienes en 2012 resolvieron distribuir parte de su herencia entre su descendencia. Los Hess llevaron los vinos de la bodega a los primeros planos de la escena mundial, hicieron construir el edificio del hotel (sobre la base de la antigua casa de los Dávalos) y el increíble Museo James Turrell, que está completamente dedicado a la obra de este singular artista californiano, quien crea sus obras mediante el uso de la luz, tanto natural como artificial. Visitarlo es una experiencia alucinante, que hace perder las nociones de tiempo y, sobre todo, espacio. Las obras de Turrell envuelven literalmente al espectador, quien pasa a formar parte de ellas, al menos por un rato. No está permitido tomar fotos ni filmar adentro del museo, que es realmente único.
Alojarse en el hotel es costoso, pero también es posible llegar hasta el lugar para almorzar, recorrer la bodega y el museo. Es una experiencia que implica sumergirse en un entorno deslumbrante, que une historia, tradición, modernidad y excelencia. Sentarse en sus jardines con una copa de su Estate Malbec en la mano es un placer del que ningún amante del buen vino debe privarse, al menos una vez en la vida.