Pedro Saborido fue guionista de Tato Bores (junto a Omar Quiroga), de Magazine For Fai y Todo X 2 pesos. Desde 2006, junto a Diego Capusotto realizan el programa Peter Capusotto y sus videos. También publicó tres libros: «Una historia del fútbol» (2017), «Una historia del peronismo» (2018) y, «Una historia del Conurbano»(hacia finales del 2020).
En este último libro sobre el Conurbano Bonaerense “escrito para que cualquiera que no sea del conurbano pueda leerlo”, según él mismo, retrata con mirada lúcida a este territorio cargado de prejuicios “si la Argentina tiene todos los climas, el conurbano tiene todas las Argentinas. Y todos los continentes”, afirma en su texto. En sus páginas construye su propia versión del conurbano donde se mezclan simuladores del conurbano que funcionan en China, tours artísticos de extranjeros para apreciar enanos de jardín y curiosidades arquitectónicas de ese espacio inabarcable, vírgenes de los polos gastronómicos, un hombre que abre negocios sólo por ponerles nombres originales, una maestra jardinera que dice haber inventado el peronismo, un operativo para encontrar el auténtico homo conurbanus y otras hermosas historias.
Desde la mismísima ciudad, entre bondis que pasaban a mil y mientras compraba en una farmacia, Pedro Saborido charló con Lucas Bertone y Nelson Coronel en Alegre Distopía, por Radio Nacional Salta, y obviamente para El Influencer.
Voy a empezar con una pregunta que me quedó colgada de la vez anterior que te entrevistamos. Fuiste asistente de sonido de Esperando la Carroza. ¿Qué te acordás de esa experiencia?
Tenía 19 años en ese momento, estaba estudiando cine y terminé trabajando para José Luis Díaz, que era director de sonido de esa película. En ese momento se estrenaba una modalidad nueva de sonido en la que se necesitaban dos microfonistas dada la complejidad de los diálogos en vivo del film, es decir, que había una combinación de micrófonos aéreos y corbateros. Fue una experiencia maravillosa trabajar adentro de una casa, porque allí transcurre la película, con todos esos artistas todos los días. Imaginate yo, un tarado de Lanús laburando con todas esas bestias, fue impresionante. De todas formas te tengo que decir que mientras hacían la película no la entendía, me parecía un quilombo donde gritaban todos, corrían para acá y para allá. Pero cuando la vi terminada me pareció una genialidad, eso es lo que sabe hacer un director.
¿Qué es el humor para vos?
Como me dedico a eso, prefiero no saber bien qué es el humor. Puede ser la parte en que uno se descoloca y se termina riendo porque se rompe la lógica porque se produce algo entre inesperado e inusitado. Eso provoca un tipo de descarga extraña que es la risa, algo como un estornudo, o como un orgasmo, o como la tos. Hay algo que nace, que en cuanto más lo reprimís, mas te ataca. Ahí está: el humor es algo inevitable si aparece.
¿Cómo surgió la idea de hacer un libro sobre el conurbano?
En muchas charlas yo le daba un momento al conurbano y los editores lo observaron y me propusieron hacer un libro sobre eso. Entonces fui escribiendo de a poco un cuento, otro, cosas sueltas, y cuando tuve cuatro relatos, ahí acepté hacerlo. Primero tenía que ver, no me mandé enceguecido. Antes medí qué onda, y fue saliendo.
La palabra conurbano tiene una densidad semántica que aparece en tu libro: se puede hablar del conurbano bonaerense, o de cualquier ciudad e inclusive trasladar este término a la idea de centro y periferia o hegemonía: en Argentina y Latinoamérica estamos en el conurbano del mundo. ¿Cómo pensás ese término?
El conurbano es una consecuencia de la ciudad, seguramente en Salta tienen un conurbano también. Es un montón de gente que quiere estar en la ciudad, y no puede, por eso empieza a instalarse en los costados. Es como un fogón, o como un sistema solar. Son cosas que se van acomodando, algunas se corren del centro para estar más tranquilas y otras están más lejos porque no pueden estar más cerca. Y es ahí donde aparecen las diferencias. En el centro somos todos medio parecidos, estamos en el mismo quilombo, haciendo trámites, comprando. Después nos vamos de ahí a vivir, nos volvemos a casa. Es como la negación de la vida: trabajo en el centro y vivo en tal lado. Es como una vida partida: en un lado tenemos lo que hacemos para sobrevivir y en otro lado vivimos. Ahí aparecen los conurbanos, donde es posible sobrevivir y cumplir ciertos deseos. Entonces allí se empieza a juntar gente diferente que se mezcla. En el conurbano bonaerense hay de todo: tucumanos, salteños, bolivianos, polacos. Todas las argentinas y todo el mundo, si querés.
Otro concepto que aparece muy ligado al conurbano en tu libro es la libertad, ¿por qué creés que es así?
Las leyes son centrales siempre, salen del centro. Las estéticas también. Cuando te alejás del centro, vas llegando a la barbarie, donde no hay ley, y no me refiero sólo a lo delictual. Es decir, que la vigilancia se va apagando, la vigilancia estética también. Si vivís en un barrio, tal vez salgas en cueros a la puerta de tu casa y vayas hasta el almacén, pero no sé si saldrías en cueros en el centro, ahí se mantienen las formas. Entonces esas libertades de hacer con el frente de tu casa lo que querés, de comerte un asado en la puerta de tu casa, sacar la mesa, poner una pelopincho en la vereda, los enanos de jardín, un tipo que puso un aljibe. En el centro no hay tiempo, va perdiendo los jardines, las casas son de dos pisos, todo se te viene encima. En las afueras se abre la cosa, las casas son más bajas, podés ver más.
¿Y la gente del conurbano cómo es en relación con la de capital?
Primero es igual. Yo no creo en territorios geográficos nada más, sino también culturales. Un tipo que escucha Keith Jarrett en Salta tiene similitudes con un tipo que escucha Keith Jarrett en Mar del Plata o en Barcelona, son como territorios culturales, después tendrán las cosas que los hacen diferentes. El conurbano es una mezcla. Si me preguntás quién es el del conurbano o quién es el salteño, ¿es un tipo con un Audi? Sí, seguramente en Salta haya tipos con un Audi. ¿Todos los salteños lo tienen? Obviamente que no. Ahí empiezan las identidades, que también se cruzan con lo socioeconómico.
Daniel Santoro nos contaba que el riachuelo marca un límite con la ciudad blanca. Esas aguas contaminadas y sucias simbolizan un impedimento de cruce y también el comienzo de la otredad. Acá está la capital, más allá está el conurbano o la pampa. ¿Cómo pensás al peronismo en esta dicotomía?
El peronismo se termina haciendo cargo de lo que no se hace cargo la ciudad. El puerto no se hace cargo de esto, bueno, entonces se va a tener que hacer cargo el peronismo. Punto.
¿Qué pensás de las internas que se dieron luego de las elecciones dentro del gobierno, es decir, dentro del peronismo?
Ya está, ¿qué internas? No hay internas, fue una discusión entre un montón de gente que es un frente y representa cada uno una gran variedad de pensamientos: desde Ofelia Fernández a D´elía y Massa. Y bueno, había que charlarlo, y se charló a cielo abierto. No hay intrigas palaciegas en el peronismo. Se ve todo como en un conventillo de vidrio. Se acomoda todo después de la gran encuesta de las PASO, y ahí vamos.
Escuchá aquí la entrevista completa:
Por Lucas Bertone para Alegre Distopía, un programa de música, literatura y artes varias que imprime una mirada irónica y humorística a estos tiempos distópicos. Escuchalos todos los jueves de 14 a 16 horas por Radio Nacional Salta – AM690 o FM 102.7