Enzo Maqueira nació en Buenos Aires en 1977. Es autor del libro de crónicas y relatos, de las novelas Ruda macho (2010), El impostor (2011), Electrónica (2014) y Hágase usted mismo (2018). Además, colabora regularmente con el diario Clarín y las revistas Anfibia, Vice y Viva. Alcanzó el reconocimiento con Electrónica, considerada «la novela de una generación» al retratar a los jóvenes de clase media de principios de siglo XXI, fuertemente ligada a la cultura de las raves. Su novela más reciente es Hágase usted mismo, publicada por Tusquets editores, finalista del premio Silverio Cañada de la Semana Negra de Gijón a la mejor primera novela negra en español. Traducida al portugués. Actualmente conduce el programa «Narraciones Extraordinarias» por Radio Provincia, de la provincia de Buenos Aires.
¿Cuál fue tu primer vínculo con la literatura y cómo te decidiste a escribir?
De muy chico, la verdad es que a mí me gustó siempre leer. Vengo de una familia de clase media trabajadora en donde se leía mucho y había mucho culto a los libros. Mi mamá siempre me llevaba a la Feria del Libro a presenciar las charlas que daban los escritores allí. Recuerdo haber hablado con Bioy Casares, ir a ver a Borges, a Sábato, Paul Auster. Siempre hubo una fascinación en mi familia por el mundo de los escritores, y como hijo menor recibí, de alguna manera, ese mandato familiar realmente copado. Siempre supe que iba a ser escritor porque realmente era lo que me gustaba, así que desde chico comencé a adentrarme en ese mundo, conocer gente y empezar a escribir.
La escritura es una labor que lleva dedicación, soledad y tiempo: ¿Cómo hacés para conjugar eso con la vida?
Es complicado. La vida del escritor es un poco estar encerrado, por ejemplo a mí no me cambió la vida durante la pandemia porque mi rutina es así siempre. Si no estoy escribiendo, es decir, haciendo lo que debo hacer y lo que me hace feliz, estoy incómodo. No digo que no salga y eso, pero cuando estoy muy enfrascado en un proyecto, como me pasa ahora y salgo, me da culpa y lo primero que quiero hacer es ir a volver a escribir. Si no escribo por lo menos dos páginas es un día, pienso que estoy en falta conmigo mismo. Primero escribo, después veo si hago algo o salgo a algún lado. Si no escribo, siento que no existo.
En tu novela Electrónica (2014) tenés una mirada crítica de la sociedad en la que los tipos de nuestra edad nos criamos y el texto se puede leer tranquilamente desde la marca de un fin de época ¿Qué paradigmas cambiaron de esos años a estos?
Electrónica es la historia de una profesora universitaria que anda transitando los treinta, que tiene una relación con su novio que no va para ningún lado, y tiene una historia fugaz con un alumno. A partir de eso ella empieza a replantearse su vida, sobre todo el pasado de juventud gloriosa y descontrolada que quedó atrás y el futuro que se le presenta como una gran incertidumbre, porque no sabe para qué lado disparar. Cuando la escribí, en 2013, decidí focalizar todo esto en una mujer, antes de que venga toda la oleada del feminismo, que un poco se planteaba estas cuestiones de lo que espera la sociedad de una mujer, es decir, que tenga hijos, que se case, la separación entre sexo y amor. Yo me crié con una gran mentira que era que las mujeres no podían separar el sexo y el amor. Hoy todas estas cuestiones están puestas en debate, hay sexo por placer, por amor, y de todas las formas que te imagines. El libro se hacía esas preguntas en 2013 que después se fueron popularizando y tuvo que ver con un movimiento mucho más grande.
También está presente el tema de las drogas y su circulación en la clase media, hace poco hablábamos con Gastón Pauls sobre las adicciones y él remarcaba que vivimos en una sociedad que es absolutamente adicta y que esta problemática no tiene que ver sólo con las clases bajas ¿Cómo ves vos este tema?
Las drogas, legales e ilegales, atraviesan toda la sociedad. Cuando hablamos de adicciones siempre tendemos a pensar en un chico de clase media baja o marginal que está durmiendo debajo de un puente. La droga está en todos lados, está en el médico, en el psicólogo, en el maestro, en el pibe que va al colegio, en el diputado; está por todas partes. Un poco quise visibilizar eso con el libro. Un primer paso para ver qué hacemos con este tema es comenzar a sincerarnos.
En Hágase usted mismo (2018) mismo también ponés en cuestión los imperativos sociales que se imponen desde el machismo: el protagonista huye de una relación tóxica, tiene pudor al momento de hacer referencia a su sexualidad y se traslada a la Patagonia. ¿Cómo trabajaste eso en la novela?
Hay dos imperativos que yo suelo trabajar bastante. Uno es el imperativo de la felicidad, que está en Electrónica y en Hágase usted mismo, esa idea con la que nos arrojaron a este mundo, sobre todo a la gente de nuestra generación, que es el imperativo de ser felices. A nuestros abuelos o padres, quizás les decían que tenían que estudiar, formar una familia y progresar en la vida, o escapar de la guerra, como mi abuelo. Ellos pensaban en sobrevivir, en llevar comida a la casa, lo último en lo que podían pensar era en su felicidad. A nosotros, nietos de ese abuelo que se escapó de la guerra e hijos de ese padre que laburaba doce horas diarias para llevar un plato de comida a la casa y de apoco ir progresando, nos dijeron que teníamos todo para ser felices. Tenés tu educación, en algunos casos universitaria, papá y mamá te ayudan; con lo que lo único que debés hacer es ser feliz. ¿Cómo hacemos para ser felices? ¿Cómo hacemos para encontrar esa felicidad? ¿Si no la encontramos somos unos fracasados? ¿No ser feliz es el equivalente a cuando mi viejo no podía llevar un plato de comida a la mesa de su familia? Eso lo vemos mucho en las redes sociales con el discurso motivacional. Vemos gente alegre, en lugares espectaculares y paradisíacos, y sin embargo sabemos lo que hay detrás de esa foto. El otro imperativo es el de cómo se debe ser de acuerdo a tu género, es algo que también desarrollo en las dos novelas. En Electrónica, desde el punto de vista de una mujer, y en Hágase usted mismo, de un hombre. Esta última es la historia de un cuerentón que a partir de una relación tóxica decide escaparse a la Patagonia, en donde pasó los veranos de su infancia. Allí empieza a recordar cómo fue que llegó hasta ahí, y una de las cosas que recuerda es la figura de su abuelo, un hombre de los de antes, de esos que te enseñan a disparar y a hacerte fuerte. Él se da cuenta de cómo lo quisieron formar en esa imagen, y tal vez no pudo llegar a ser todo lo macho que debió haber sido, es decir, todo lo que espera la sociedad de un hombre: ser exitoso, con plata, con muchas mujeres, entre otros mandatos que tenemos.
El protagonista también construye dos territorios idealizados: el de su pasado y el que surge de la oposición entre campo y ciudad. ¿Qué lugar creés que tiene la imaginación o la construcción imaginaria en la novela, es una línea de escape, una negación de la realidad, es parte de una forma de no ver lo que nos pasa?
Siempre está la fantasía de irse, como no encuentro la felicidad en donde estoy ahora, no me queda otra que ir a buscarla a otro lado. Particularmente, a los que vivimos en Buenos Aires, nos tira mucho la idea de irnos al campo, o a algún lugar que no exista la locura que hay acá. Al personaje le pasa eso: no puede más con la ciudad y se da cuenta que lo abruma. Él decide mudarse a un pueblo de la Patagonia, pero cuando está allá le pasa lo que nos pasa a todos los porteños, y es que la naturaleza también nos supera y nos abruma, le tenemos miedo, nos sentimos más pequeños que ella y somos incapaces de resolver problemas básicos. También esto tiene relación con los mandatos de la masculinidad, el hombre macho de campo sabe lo que tiene que hacer si llueve o si hay viento.
Está muy buena la intertextualidad entre lo que dice el abuelo del personaje de la novela y la canción de Queen, Innuendo. ¿Cómo lo pensaste a eso?
Yo soy fanático de Queen y de Freddie Mercury en particular. Esa canción a mi me marcó mucho, tiene esa frase con la que se juega mucho en la novela que dice: “Puedes ser todo lo que quieras ser/ sólo conviértete en eso que creés que podés ser”, de alguna manera cuando quería ser escritor me pasaba eso: si querés ser escritor, sentate y escribí. Estamos en un tiempo en donde muchos quieren ser artistas pero no tienen ningún proyecto ni nada, sólo una página de internet que dice artista. En la novela se trabaja mucho sobre la identidad: quién soy, qué quiero ser y cómo lo voy a conseguir. El tema de Queen trata sobre eso.
¿Pensás que es posible hacerse a uno mismo en estos tiempos?
Creo que ese es un signo de época, todos nos tenemos que hacer a nosotros mismos. Pensemos en los influencers o en los tipos que agarran una camarita y se ponen a crear contenido de internet y a partir de ahí desarrollan una carrera. El tema es que a veces no sabemos el objetivo de todo eso, muchas veces estamos como desesperados por ser alguien a partir de reconstruirnos desde la mirada del otro, y tal vez no estamos tan preocupados por ser alguien ante nuestra propia mirada y todo es pura fachada.
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Por Lucas Bertone para Alegre Distopía, un programa de música, literatura y artes varias que imprime una mirada irónica y humorística a estos tiempos distópicos. Escuchalos todos los jueves de 14 a 16 horas por Radio Nacional Salta – AM690 o FM 102.7