Pablo Forcinito nació en Lanús en 1978. Ha ejercido el periodismo cultural en distintos medios gráficos y digitales. Relatos suyos han aparecido en los volúmenes I, II y III de Cuentos de la Abadía de Carfax, y en la revista Axxon. Tiene publicadas las novelas «En tu mundo raro y por ti aprendí», «Paraná» y «La orilla de los encantados». Reunidas bajo el título “Trilogía del Paraná (Metalúcida: 2019). “La misa de los suicidas” (Metalúcida: 2022) es su nueva novela.
“… leí que, bajo determinadas condiciones, el Diablo puede volver a presentarse en los sitios donde él y los antiguos dueños de la propiedad han celebrado algún pacto que no llegó a realizarse. Una de esas condiciones exige que haya niños presentes. En nuestro caso, aquel día en el arroyo estábamos Rufus, Lucas y yo. Ninguno pasaba de los trece.” (29)
“La misa de los suicidas” abre como si la narración la escucháramos ya comenzada: “Pero el Chupado Gómez volvería al pueblo, una noche de febrero, solo y con las misma ropas de aquel último día en la ciénaga hacía ya veintiséis años.” Este personaje que regresa durante un carnaval más allá del tiempo pasado, no es el mismo: trae el poder de sanar, de producir milagros. Y el primero estratégicamente es curar al nieto del comisario. Es así como el narrador, un cura que junto a otros dos personajes fue partícipe de un hecho que los enfrenta a los límites de lo racional y los condena, forman una triada contra la cual el Chupado Gómez irá poniendo en contra al pueblo entero, no solo a la autoridad local.
Si el que regresa parece hacerlo para cobrarse una deuda, el narrador en gran parte de la novela arma su relato a partir de flashbacks en los cuales nos vamos a ir enterando de qué presenciaron y qué hicieron ese día en la ciénaga hace unos 27 años atrás en 1991, cuando eran solo unos niños. Además, este hecho para el narrador será fundamental en su decisión de ordenarse como sacerdote, y en este sentido, también se introduce a partir del recuerdo, el “Libro de San Cipriano” y una historia intercalada sobre las manifestaciones del Diablo en un pueblo de México narrada con una gran dosis de tensión y terror:
“El libro de San Cipriano” tiene su origen en la traducción al alemán de un antiguo pergamino hebreo que, según versión legendaria, fue entregado en el año 1001 al monje Jonás Sufurino (…) por los espíritus superiores de la corte infernal, invocados al aquelarre de invierno en el bosque de abetos de la Sierra Harz. (…) se le reveló que ese rollo, redactado en caracteres hebreos, había sido escrito por Cipriano de Antioquía en sus tiempos de pagano, cuando, siendo todavía brujo, contaba con el favor de los demonios superiores”. (27)
“La misa de los suicidas”, de más está aclararlo es una novela de terror. Un género que, tal vez, en la actualidad y en nuestro país no necesite ser revalorizado, defendido. Sin embargo, como bien marcaba Charlie Feiling en “Un estilista” (1997) no siempre fue así: se refería al relato “El hombre del traje negro” publicado en The New Yorker como el punto a partir del cual Stephen King adquirió “respetabilidad” y que demostró “la miseria de pasarse la vida tomando cappuccino y leyendo a Auster”. A su vez, en la reedición para la colección del FCE de “El mal menor” de Feiling (1996), Piglia planteaba en su “Prólogo” (2012: “La forma del miedo”) algo similar y que la diferencia entre la llamada alta cultura y la cultura popular ha sido siempre una cuestión de fronteras: mientras la alta se define como una creación sin límites, los géneros trabajan a partir de convenciones y modos de narrar más o menos fijos que se repiten y se alternan. En la medida en que los procedimientos literarios y los temas están dados por el género, lo que interesa es el tipo de modulación y de juego con la tradición que se permiten los narradores.
En este sentido, la novela de Pablo Forcinito, tal vez como cualquier texto literario, se constituye dentro del género de terror, pero también trabaja a partir de la mezcla; cruza fronteras. Y lo que el lector reconoce ya desde el comienzo es un relato anclado fuertemente en un ámbito rural. En Argentina por lo menos hay una larga tradición de leyendas y relatos populares sobre apariciones y transacciones con el Diablo. Basta pensar en Santos Vega. Y lo rural también es una topografía y una zoología que en la novela tendrá importancia: el centro demoníaco es una ciénaga, las distintas formas que adopta el diablo son una serpiente, una cabra y un sapo, que además de su simbología tienen un significado y referencia en la realidad cotidiana de las zonas rurales.
Por otro lado, ya desde el título la novela cruza otra tradición, otra textualidad: la de la religión y, sobre todo, el Catolicismo representado explícitamente en la narración por un Cura que además es quien relata la historia. La misa como ritual, como forma de comunión se une a lo pecaminoso: el suicidio. A su vez, este personaje introducirá, como dijimos, la referencia a San Cipriano y San Justina, sobre todo, al grimorio que se le adjudica al primero donde entre otras cosas encontramos referencias acerca de las formas que adopta el diablo. Esta textualidad, no deja de ser una de las formas en que se plantea y razona ante la maldad, ante lo sobrenatural y el cristianismo es también una religión con gran influencia sobre lo popular.
También pensar en el diablo más allá de una especie de color local nos pone frente a una fuente de poder universal y siempre este tipo de historias nos enfrentan a la asimetría entre dos poderes, el del hombre y el del Diablo, salvo que tercie Dios. Los personajes de “La misa de los suicidas” deberán de esta forma enfrentar una amenaza no solo personal, sino como toda maldición deberán superar el conflicto moral ante la posibilidad del daño a terceros, sobre todo, a los hijos o seres queridos.
“La misa de los suicidas” es una novela de terror, pero sin recursos efectistas ni descripciones explícitas. Su centro, tal vez, es más la maldad que opera con recursos efectistas, prometiendo la felicidad en contraposición con la lucha no tanto en defensa del cuerpo, sino del alma y, en este sentido, tiene un tamiz profundamente cristiano: el terror se vehiculiza a partir de la preocupación por el otro y a partir del conflicto entre suicidio y sacrificio.
La misa de los suicidas, Pablo Forcinito
Editorial Metalúcida
2022: 144 páginas