El debate tiene como acusada a una pareja del delito de trata con fines de explotación sexual. La calificación está agravada por el uso de intimidación y por su calidad de ministros religiosos.
El Tribunal Oral Federal N°2 de Salta, integrado por los jueces Domingo Batule -presidente-, Gabriela Catalano y Abel Fleming, lleva adelante el juicio seguido a Jorge Juan Soria Villalba y su pareja María Ester Arroyo por el delito de trata de personas con fines de explotación sexual.
La acusación, ratificada en su alegato de apertura por el fiscal general Eduardo José Villalba, el delito se encuentra agravado por el uso de intimidación y por la calidad de ministros religiosos de las personas imputadas, y concursa de forma real con lesiones leves. Tanto Soria Villalba como Arroyo llegaron acusado y acusada en calidad de coautor y coautora en ambos casos y en perjuicio de dos víctimas.
Asistido por la fiscala auxiliar Vanina Pedrana, Villalba se explayó sobre la teoría del caso que la fiscalía pretende probar durante el juicio, que fue compartida por el titular de la Defensoría Pública de Víctimas de esa provincia, Nicolás Escandar.
En su exposición, Villalba repasó los hechos investigados, los cuales tuvieron como epicentro el santuario que los acusados dirigían, ubicado en calle 16 de Septiembre 338, en Villa San Antonio, a pocas cuadras del casco céntrico de la capital provincial.
El fiscal general explicó que la pareja, cuyos integrantes se hacían llamar “Pae” y “Mae”, captaba a personas en estado de vulnerabilidad, que luego eran explotadas en su beneficio y para lo cual se valían de actividades religiosas dirigidas a venerar a San La Muerte, dentro del credo Umbanda y Kimbanda.
Según la fiscalía, esta modalidad era ejecutada por los acusados a partir de fuertes actos intimidatorios, siempre valiéndose del orden doctrinal del culto para infundir temor en sus víctimas, ya sea porque las “entidades” divinas que invocaban estaban molestas por su falta de devoción, o bien las utilizaban para augurar promesas de porvenir si eran fieles.
Villalba explicó que, ante cualquier duda respecto al tenor de los requerimientos que demandaban las “entidades” (similar a un santo patrono), los acusados nunca brindaron una explicación lógica, sino apelaban al secretismo y a los niveles de jerarquía espiritual para dar acceso a mayor conocimiento.
De esta manera, desde la fiscalía se sostuvo que con esta estructura religiosa, la pareja acusada logró que dos mujeres, en busca de esas promesas, accedieran al ejercicio de la prostitución. Ello les permitió obtener ganancias, de las que se valían para su sustento personal. De acuerdo con la acusación, la pareja acusada llegó a apropiarse del vehículo de una de ellas y tenía proyectado comprar el inmueble del templo con el dinero que ellas proveyeran.
El fiscal explicó que la pareja, cuyos integrantes se hacían llamar “Pae” y “Mae”, captaba a personas en estado de vulnerabilidad, que luego eran explotadas en su beneficio y para lo cual se valían de actividades religiosas dirigidas a venerar a San La Muerte, dentro del credo Umbanda y Kimbanda.
El fiscal dijo que las personas acusadas no se conformaron con quebrar la voluntad de las víctimas, sino que las “exprimieron” al máximo, ya que se probó que no sólo ejercían un control de los servicios sexuales, sino también que las tenían bajo vigilancia constante y que incluso promovieron que una de las mujeres ejerza esa actividad en provincias vecinas y también en Bolivia.
“Se trata de un caso con una alta complejidad en materia de investigación, en la cual la víctima es primordial y se debe cuidar mucho su situación”, sostuvo el fiscal, quien aseguró haber reunido numerosos elementos de prueba, tarea en la que contó con la colaboración de la Procuraduría de Trata y Explotación de Personas (PROTEX).
El representante de la Defensoría Pública de Víctimas, en tanto, adhirió a los argumentos esgrimidos desde la fiscalía y puso énfasis en centrar el caso en los indicadores del delito de trata. “Le pido al tribunal centrarse en ese aspecto, ya que este caso no es contra la religión o culto, sino contra el accionar desplegado por los acusados”, sostuvo.
Relato de un testigo
Concluidos los alegatos de apertura, el juez Batule invitó a la sala al primer testigo, quien declaró en línea con la hipótesis del fiscal y brindó el relato de lo vivido junto a su expareja, identificada por la fiscalía como la víctima 1.
Bajo el interrogatorio del fiscal, el testigo, quien además fue denunciante en el caso, se refirió a cómo ingresó al culto, del cual su novia ya era parte. Indicó que su pareja le dijo que Soria Villalba y Arroyo eran sus padres espirituales, a quienes les tenía una absoluta obediencia.
A lo largo de su alocución, el testigo evidenció gestos de profundo dolor mezclados con sentimiento de bronca por todos los sufrimientos que experimentó su pareja, de la cual en la actualidad se encuentra separado. Por más de una hora, el declarante contó las exigencias impuestas por los acusados para que los asistentes al templo se conviertan en “hijos de religión”, lo que incluía un rito de bautismo, como otros más en los cuales cada uno de los asistentes tenía un rol específico.
Así, relató que en su caso su rol era el de “Cambon”, una especie de sirviente, quien tenía que asistir al «Pae» o la «Mae». “Tenía que estar atento a todo; si la Mae (Arroyo) quería fumar, yo debía acercarle los cigarros; lo mismo con Pae (Soria Villalba), a quien siempre le tenía que tener listo su vaso con fernet”, recordó.
También detalló que solo un grupo selecto participaba en los ritos y “todo se manejaba siempre bajo secreto”. Explicó que, dado que amaba a su pareja, quien ya era parte del culto y que además quería avanzar, se sometió a todas estas exigencias, aunque reconoció que no era disciplinado, motivo por el cual siempre lo castigaban.
“Yo estaba al tanto. Los servicios los hacían en un hotel de la ciudad y todo era controlado por el Pae y la Mae”, resaltó el testigo, con los dientes apretados y el puño cerrado por la indignación ante el sometimiento que se ejerció sobre su entonces pareja.
El testigo dijo que, dentro de la estructura del culto, los “hijos de religión” elegían una “entidad” a la que querían pertenecer, pero para ello debían cumplir ciertos requisitos. “Mi novia quería eso, así que tuvo que hacer cosas terribles”, indicó.
En ese sentido, enumeró alguno de ellos. Dijo que los acusados le exigieron ofrendas y que, en el caso de ella, dinero. Explicó que, como sabían que en algún momento se había dedicado a la prostitución, la obligaron a que vuelva a esa práctica, pues de esa manera iba a conseguir más dinero y así ser devota de la “entidad” de su preferencia.
“Yo estaba al tanto. Los servicios los hacían en un hotel de la ciudad y todo era controlado por el Pae y la Mae”, resaltó el testigo, con los dientes apretados y el puño cerrado por la indignación ante el sometimiento que se ejerció sobre su entonces pareja.
A modo de respuesta a las preguntas del fiscal, el testigo confirmó que su exnovia también ejerció la prostitución en otras provincias vecinas y en un motel de Bolivia, lo cual -según dijo- fue sugerido por los dos acusados, quienes nunca cesaron de hacerle reclamos de supuesta falta de obediencia o devoción a la “entidad” de su predilección.
En este punto, y para dejar en claro el relato del testigo, la fiscalía difundió una serie de audios producto de mensajes enviados desde Bolivia por la víctima, en los cuales refería el reclamo que le realizaban los acusados por su «mal comportamiento» y a la vez se desahogaba por los retos y el pedido de que hiciera más dinero.
En uno de ellos, se escucha a la víctima llorar porque Mae y Pae le dijeron que se estaba quedando con el dinero que debía enviar. “Yo hago todo, estoy aquí muerta de frío; ni siquiera me compré una frazada para reunir toda la plata que pueda, y me dicen que no es suficiente, que así no voy a poder avanzar”, fueron las palabras de la mujer.
Este audio volvió a quebrar al testigo, cuyo silencio impactó a los presentes en la sala de audiencia. Ya repuesto, el declarante confirmó los audios y se explayó sobre otros hechos de maltrato que sufrió su entonces novia; entre ellos, reveló que, en un rito, los acusados permitieron que otra “hermana de religión” la someta a un hecho humillante.
“Esta mujer la insultó, le reclamó que no ponía todo el dinero y hasta le obligó a que se arrodillara y pidiera perdón, fue terrible”, sostuvo. Luego, el testigo ratificó que los acusados se quedaron con un vehículo que él había adquirido para su entonces novia y que ello sucedió después de que cortara la relación sentimental.