Por Diego Comba
Las recientes declaraciones, desafortunadas por cierto, del Diputado Nacional libertario Alberto Benegas Lynch, en torno al derecho a la educación, tienen varios puntos de análisis posibles, desde la intencionalidad de este dirigente político, hasta más complejos sobre el sistema educativo en general.
Sobre lo primero, es dable resaltar que la dirigencia de La Libertad Avanza cuenta con una serie de buenos recursos, principalmente mediáticos, para poder instalar temas, que de alguna manera sirven para continuar desviando la atención sobre el verdadero problema de la Argentina, que no es económico, sino político y que está representado por estos escuderos de un falso sentido de libertad.
Hay que hacer notar también que estos dirigentes no tienen ningún problema en decir cuanta barbaridad se les cruza por la cabeza, por malicia o ignorancia, o ambas cosas, y no les importa inmolarse en público, simplemente porque gozan de la protección de grandes medios con una enorme capacidad de adoctrinamiento y cientos de miles de cuentas de redes sociales que apoyan lo que sea que digan, haciendo creer a sus seguidores que es el camino correcto.
Antes fue Lila Lemoine hablando desde la más abrumadora ignorancia sobre el dengue y la vacuna, ahora Benegas sobre educación, todos los días Adorni sobre lo que sea, y mañana será otro, porque alfiles sin sentimiento, sin empatía y con crueldad es lo que les sobra. Y así todos los días tienen un tema que instalan, distrae y así cuidan la endeble popularidad del supuesto líder de la banda, mientras millones de argentinos y argentinas están transitando el camino de la tristeza, el hambre, la incertidumbre y la desesperación, y algunos aún convencidos de que el sufrimiento es el camino para alcanzar el bienestar, cosa que no sucedió jamás en la vida real, y no tenemos ni una sola evidencia de que exista en el camino espiritual.
Ahora, respecto puntualmente a este asunto, además de decir lo que muchos: que la educación es un derecho, establecido originalmente por la famosa Ley 1.420, y ampliada con los años a través de otras normas que requirieron el consenso del Congreso; y que el trabajo infantil está prohibido y éste está prohibido en los términos de la Ley 26.390, Prohibición del Trabajo Infantil y Protección del Trabajo Adolescente (promulgada en 2008), y además constituye un delito penal según lo establece el artículo 148 bis del Código Penal, incorporado en 2013 a través de la Ley 26.847 y que establece claramente que “Será reprimido con prisión de 1 (uno) a (cuatro) años el que aprovechare económicamente el trabajo de un niño o niña en violación de las normas nacionales que prohíben el trabajo infantil, siempre que el hecho no importare un delito más grave”.
Delitos más graves podrían ser considerados desde explotación laboral, hasta incluso trata de personas, dependiendo las circunstancias que se puedan considerar las diferentes formas de abuso y atente contra la integridad personal del niño o niña.
Además se pueden considerar otros delitos que tienen que ver con incumplimientos de normas de seguridad laboral que pongan en riesgo la vida o la salud del niño o niña.
Aquí queda demostrada la ignorancia y malicia desde donde opina un Diputado Nacional, lo que se constituye en un peligro porque de materializarse estas descabelladas ideas se estaría atentando contra las leyes antes nombradas y contra la Convención de los Derechos del Niño que data de 1989 (se puede leer AQUÍ), especialmente en el artículo 32.
De todas formas, como quien quiere ser optimista, las barbaridades dichas por Benegas permiten habilitar la conversación sobre la educación y el sistema educativo, conversación que no están capacitados para dar muchos libertarios porque se requiere una muy fuerte intervención Estatal, y ellos prefieren la desaparición o achicamiento de este para que quienes tienen un poder lo puedan aumentar y, sorpresa, son ellos, y esa necesidad de poder incluye la anulación de medidas protectoras de poblaciones vulnerables, por eso vinieron a tomar el control del Estado, para servirse de él.
La Educación necesita una fuerte inversión en infraestructura, por un lado, que permita ampliar la oferta educativa, en más espacios donde ya existen y en generar otros allí donde la oferta educativa es nula o escasa, o sea en el interior profundo, ese que no tienen idea que existe estos dirigentes, y si lo saben prefieren ignorarlo, por puro racismo o la necesidad de invisibilizar al otro, actividad en la que se perfeccionan día a día.
Llevar oportunidades educativas allí muy muy lejos (con infraestructura y con conectividad) es básicamente llevar oportunidades de desarrollo a las personas para que no tengan que trasladarse de su lugar de origen por obligación, así cuando lo hagan lo puedan hacer más por gusto o por buscar mejorar, no porque su lugar los expulsa por la falta de oportunidades.
Dicho en otras palabras, la falta de educación facilita la migración forzada de quienes desean educarse y a partir de allí aspirar al progreso, propio y colectivo, porque la salida es siempre colectiva.
La migración forzada es multicausal, y algo que la motiva son las crisis económicas (las guerras, sequías, falta de oportunidades y otros factores también), y la migración aumenta la inseguridad, los asentamientos, las demandas a los servicios de salud públicos, y aumenta las posibilidades del mercado de conseguir mano de obra barata o esclava, y eso significa más ganancias con menos derechos para los empleados, que son cosas, nunca considerados como socios estratégicos indispensables para cualquier empresa.
Pero la infraestructura educativa no lo es todo.
A esto hay que sumarle la discusión salarial de los docentes, si, esos mismos a los que este Gobierno les quitó el Fondo Incentivo Docente, que significa que alrededor de 1.600.000 docentes dejan de cobrar un dinero que les significaba entre un 10 y un 15% de su salario. Pero también incluye el desfinanciamiento de las universidades públicas que están en peligro de no poder seguir funcionando. Esas universidades de donde salieron miles de profesionales que en muchísimos casos representaban el primer miembro de una familia con un título profesional. Esas universidades de donde salieron miles de profesionales que de no ser por la Educación Pública no hubiesen podido serlo, y por ende no hubiesen tenido más posibilidades que trabajar sin calificación alguna solo con el secundario terminado, en el mejor de los casos, porque la ausencia de oportunidades educativas desmotiva incluso hasta la posibilidad de hacer el secundario.
Pero esa falta de motivación educativa también tiene que ver con la cultura que se pretende instalar que establece primero que la salida es individual, y segundo que no se necesita estudiar para ser un emprendedor exitoso o un trader exitoso y millonario, porque la idea de éxito que instalan es la de aspirar a pertenecer a un muy reducido grupo de la élite mundial que sólo se mide por cuán abultadas están sus cuentas bancarias.
Y a esta discusión del salario se debe sumar la discusión del sistema educativo completo, ese que hoy funciona como una fábrica uniforme de conocimientos, que en muchas ocasiones terminan siendo inútiles u obsoletos. Ese sistema incapaz de contemplar las individualidades de los alumnos, ni sus habilidades, y que únicamente se sigue midiendo por un sistema de calificaciones y que se muestra más o menos exitoso de acuerdo a cuánto saben de algunas materias los estudiantes, conocimientos que están al alcance de un clic desde cualquier dispositivo móvil y una conexión de internet más o menos aceptable, cuando no a resultados inmediatos desde múltiples plataformas de inteligencia artificial, esa que muchos docentes no saben usar pero que muchos alumnos si.
El problema aquí es que desde el Gobierno Nacional y sus dirigentes y militantes no tienen interés en discusiones profundas sobre cómo mejorar al Estado completo, porque un Estado que funciona es un Estado que brinda oportunidades, equilibra las balanzas, reduce asimetrías e intenta colocar a todos en la misma línea de partida, pero no es algo que ellos quieran, porque necesitan de una población sin cultura, sin educación, sin trabajo, sin derechos, triste y con hambre para que puedan usarla.
No en vano Benegas usó el ejemplo del Taller Mecánico, porque para ellos, los otros, nosotros, sólo debemos servirles, no aspirar a tener profesiones como las de ellos.