Apps de viajes

Uber, Didi, Cabify, Taxis, Salta, reminiscencias de los 90’

Por Diego Comba

En la apertura de las sesiones ordinarias del Concejo Deliberante de la capital salteña, el intendente Emiliano Durand, pidió que se regularice el funcionamiento de las aplicaciones de transporte de pasajeros, como Uber, Didi y otras que ya están en funcionamiento en Salta, aunque de forma ilegal, claro, que no es más que de la misma forma en que Uber comenzó a funcionar cuando se lanzó al mercado, con la polémica internacional que ello supuso.

Días después de este mensaje hubo un grupo de taxistas que se manifestó en las puertas del Centro Cívico Municipal en reclamo por este pedido y solicitando una reunión con el jefe comunal.

Y… ¡pum! Mi cabeza hizo una búsqueda en mi disco rígido, sin que se lo pidiera, y me llevó mediados de la década de 1990 del siglo pasado (es mucho tiempo pero no tanto como suena, pero queda bonito hablar de siglo pasado para explosión de la cabeza de las nuevas generaciones que creen que el siglo pasado fue hace mucho y no queda nadie vivo que venga de allí).

Así que vamos a contar una breve historia, cuyo resultado fue el mismo que podría ser ahora con la regularización de estas aplicaciones en controversia.

Alrededor de 1994 apareció en el transporte de pasajeros de Salta una nueva figura y modalidad, los remises, y lo que venían a hacer era solucionar una demanda de los usuarios de taxis, un tanto cansados de subir en autos viejos, muy viejos, rotos, sucios, con choferes que tenían el mismo aspecto que los autos, y un servicio bastante deficiente e inseguro.

Claro, esto no es más que una generalización antojadiza para hacer una muy breve descripción de lo que pasaba, porque es verdad que había autos nuevos, o más nuevos, limpios, con choferes acorde a esos vehículos, que daban un buen servicio y había empresas además que ofrecían el servicio a la puerta tras una llamada telefónica (a un teléfono fijo, y es probable que muchas personas aún hoy recuerden esos números pues eran jingles en las radios locales).

Los remises vinieron a ofrecer un mejor servicio, que incluía vehículos más nuevos (todos), con choferes de traje (o al menos con camisa y corbata), limpios ambos, más seguridad para pasajeros y choferes y eso resultó en un combo atractivo para usuarios, y desagradable para taxistas.

Los remises comenzaron a funcionar de prepo, como casi toda innovación que suele pasarles por encima a legisladores municipales, provinciales y hasta nacionales (que suelen estar encerrados en sus propias discusiones en vez de intentar legislar mirando un poco al futuro), y la reacción de taxistas fue en su mayoría violenta.

En la zona de la terminal de ómnibus era normal encontrar taxistas tirando ácido sobre los autos que señalaban como remises, con el único objetivo de dañarlos para que no pudieran trabajar. Era normal también ver peleas en las afueras de hoteles, casinos y boliches (que contrataban servicios de remis por la seguridad y confort), por la ira de grupos de taxistas que salían a “cazar” remiseros.

Las protestas eran casi a diario e incluían movilizaciones por el micro centro de la ciudad (donde funcionaba la sede de la Municipalidad de Salta).

Y todo terminó en… ¡sorpresa! que se legisló y regularizó el servicio de remises: se les puso un tope de antigüedad a los vehículos; se explicitó que solamente debían acudir a buscar clientes que solicitaban el servicio a través de una llamada telefónica; se puso una tarifa diferenciada un poco más cara que la de los taxis; y ¿qué pasó con los años? Casi casi funcionan igual que los taxis, levantan pasajeros en las calles, muchos son autos viejos o muy deteriorados o mal cuidados y al final todos laburan, mejor o peor, aunque eso depende más de la situación económica de los usuarios que de sus cualidades.

Entonces hoy la situación no es en mucho diferente a la de aquellos años, aunque se agrega tecnología que antes no teníamos y cambios sociales. Básicamente hoy ya casi no quedan personas que no usen un celular para resolver mucho de su vida además de las comunicaciones, por lo que pedir un servicio de transporte a través de una aplicación resulta mucho más automático que hacer una llamada telefónica, incluso mandar un mensaje por WhatsApp y ni qué decir de salir a la calle a ver si pasa alguno para levantar la mano y que pare, incluso hay taxistas y remiseros que también trabajan desde la plataforma de Uber, además de cadetes que en sus pocos ratos libres trabajan transportando pasajeros en sus motos, servicio también solicitado a través de una App.

Si, en Salta ya funciona Uber (de verdad que no se bien si las otras aplicaciones también), y el modus operandi es… ¡Otra sorpresa!, que el pasajero se siente adelante, para que no se delate la condición de transporte de pasajeros, y eso ya se hacía en los 90 con los remises, aunque hoy hay una ventaja en este sentido: el pasajero sabe qué auto lo va a buscar y el nombre del chofer, por lo que simular una amistad es mucho más sencillo. Y eso ofrece una garantía para el pasajero, y otra para el chofer porque también sabe quien se va a subir.

Así las cosas, las aplicaciones de transporte de pasajeros ya son una realidad, y el desafío era legislar antes, pero otra vez vamos a llegar tarde, aunque quizás a tiempo de evitar casos de violencia como la historia nos muestra que ya sucedieron en condiciones similares.

Otro capítulo merece que los legisladores nacionales, sumidos en la vorágine diaria de la agenda a la que nos somete el Gobierno Nacional y su arduo trabajo por destruir al país, para que se pongan a laburar en serio en la regulación de este tipo de aplicaciones que lejos de convertir a todos en sus propios jefes, los tienen sometidos a un nuevo sistema de cuasi autoexplotación sin derechos fundamentales como el descanso, la desconexión, vacaciones, o un tiempo de compensación para, por ejemplo, poder parar sin pérdidas económicas notables, para poder arreglar esas motitos sobreexigidas y en pésimas condiciones, o esos cuerpos cansados detrás de perseguir un pedido más para hacer una diferencia, aún a costa de poner en riesgo su propia vida, y la de los demás.

Pero volviendo al tema de estas aplicaciones, vale decir que no era necesario que un intendente les pida que regulen lo que ya funciona, a fin de cuentas su trabajo es ese.

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