Chicuarotes

Chicuarotes: Gran retrato de la marginalidad

García Bernal, en un su rol de director, retrata, magistralmente, una historia que podría ser la de cualquier excluido latinoamericano. Cine de alto vuelo y contenido social.

Esta semana les traigo para compartir un film de nuestro variado y querido cine latinoamericano. Para esta ocasión, les traigo mis humildes impresiones sobre una película de Gael García Bernal titulada “Chicuarotes”. Vamos a incursionar por los caminos del cine mexicano, claro que en este caso, con un producto de alto contenido social. La temática presente en la trama de esta película de García Bernal no es nada más y nada menos que una bien determinada y tristemente reconocida en esta parte del globo: la marginalidad. Como les decía antes, existe una particularidad que sitúa la trama dentro de un contexto específico (la realidad de los excluidos mexicanos), pero no deja de ser una excelente y dolorosa vitrina sociocultural y económica latinoamericana.

Esta película forma parte de la segunda producción del reconocido actor azteca, más aplaudido por sus virtudes en la escena que en la dirección (particularmente tengo un grato recuerdo de él por su participación en “Amores perros”, una gran producción del año 2000 y Diarios de motocicleta del 2004) En cuanto a su rol detrás de cámara y, más específicamente, en cuanto a su papel de director, en el film que hoy estoy por reseñar, hay que decir que la crítica mexicana le ha dado buenas consideraciones: varias nominaciones a mejor dirección como así también reconocimientos a su joven y prometedor elenco. En cuanto a éste, puedo decirles que está compuesto por sangre joven como así también caras conocidas del cine mexicano. La síntesis de todo esto es más que positiva porque se ve mucho talento en las participaciones de unos como de otros.

Ya entrando de lleno, en todo lo que acá nos tiene dando vueltas, puedo decirles, como una consideración muy personal, que “Chicuarotes” es una buena película. Bien filmada, actuada, fotografiada y contada. Tiene una trama sólida, mérito de su guionista como así también de quien tuvo la responsabilidad de armar el producto final: su director.

La película, en cuestión, fue presentada en el festival de Cannes, Francia, allá por 2019 y llevada posteriormente al circuito mexicano de cine. La plataforma Netflix la tiene, actualmente, en su catálogo bajo el género Drama. Le agregaría a esa denominación Drama social (más adelante desarrollaremos algo al respecto)

Lo primero que resulta llamativo, al menos en este nuestro contexto tan alejado geográfica y culturalmente del tan hermoso México, es su nombre “Chicuarotes”. ¿Qué significa? Dentro de un recorrido por el mundo del Internet nos encontramos con una clara explicación de García Bernal: “…(Chicuarotes) es un gentilicio. La forma en que se llama a las personas de San Gregorio de Atlapulco. Viene de un chile endémico de la zona que es muy resiliente, muy duro y muy picante. Les dicen así (a los habitantes) porque refleja su carácter”. En pocas palabras, retrata las características pocos felices de una forma de ser complicada de los lugareños. Deteniéndonos un poco más en esta faceta, en la película abundan más caras serias y pocos felices. Las primeras escenas, las segundas y vigésimas, por decirlo gráficamente, están caracterizadas por personajes con cara de pocos amigos. La gente no se muestra muy feliz, todos están preocupados, disconformes o, como se diría en el barrio, con cara de nada. No hay casi sonrisas o gente que desparrame algún tipo de simpatía. Cagalera y su compañero/amigo de emociones, Moloteco, personajes protagónicos de esta película, se la rebuscan como artistas callejeros. Suben al transporte público, brindan un espectáculo para gente con cara de nada. Es transversal la desazón en este pueblo agrio: todos o están disconformes o preocupados. El carácter oscuro y complejo de los habitantes de San Gregorio no deja de representarse. Cagalera no soporta tanta indiferencia así que decide apropiarse, a punta de pistola, de las pertenencias de esos “agarrados” que no sueltan algunas monedas a su gentil y honesto espectáculo. Por otra parte, Baturro, su detestable padre, está sumergido en el mundo de la violencia doméstica, odia a sus hijos y mujer (no ahorra calificativos negativos para con ellos ni mucho menos castigos corporales a su mujer y de vez en cuando a su hijo). Su hermano, no está muy feliz que digamos tampoco: vive una vida de incomprensión y falta de transparencia por no poder dar a conocer sus gustos homosexuales a una familia tan compleja como la suya. A su hermana tampoco se la nota muy contenta con esa vida y, para el colmo, no tiene una relación muy consolidada con los miembros de su familia (también tiene actitudes que no enorgullecerían a ninguna madre) Sugheli, la novia del Cagalera, siempre tiene cara de tristeza y, no se queda atrás de todo este muestrario de rostros no muy felices, el carnicero: frecuentemente se encuentra enojado con los jóvenes descarriados del lugar y está muy dispuesto a dar los escarmientos necesarios para encaminarlos por los senderos de la buena vida.

La conexión o explicación a tanta desolación o falta de esas necesarias sonrisas se debe, principalmente, al sin sentido de una realidad que excluye y margina. En San Gregorio hay una desatención y marginalidad que asusta. Se observa, en un pequeño puesto de una calle, a un grupo de voluntarios que reparte comida (creo que es la única atención de alguien en todo el film) Ni las fuerzas policiales ni mucho menos el Estado están ahí para velar por la seguridad y la calidad de vida de los ciudadanos. Es tierra de nadie y eso hace notar, con gran destreza, esta película.

La marginalidad es, sin dudas, el hilo conductor de toda esta trama. Borra sonrisas e invita a sus convidados a incursionar y coquetear con el mundo del hampa. El Cagalera es uno de los invitados a este festín. Este personaje no soporta su situación de excluido y decide tomar, en sus manos, aquellas cosas que el contexto y su vida le ha vedado. Saca una pistola en el colectivo y se apropia de lo que no es suyo. En un velorio de un conocido se encuentra con el “Planchado”, una especie de sex simbol para las mujeres del pueblo, quien lo invita a hurtar un sex shop, más adelante secuestra a un niño, etc.

Todo tiene que ver con todo, pero la marginalidad, en San Gregorio, da fundamento a las cosas. La ley y la justicia social están ausentes y son sus ciudadanos quienes deciden tomar, por su cuenta, la protección de sus bienes y, por sobre todo, el castigo de los delincuentes. Se filma, sutilmente, imágenes de carteles o pasacalles con advertencias a la delincuencia: “acá los habitantes del lugar hacemos linchamientos públicos” parafraseando, en líneas generales, lo que dicen. La fuerza policial, como decíamos, está ausente y solo aparece retratada en una ocasión. El Planchado, Cagalera y Moloteco vuelven de su incursión frustrada al saqueo del Sex Shop (no encontraron plata, pero Cagalera decide traerse unas prendas íntimas para venderlas). En el camino son parados por una patrulla compuesta por dos robustas mujeres que se dan cuenta de toda esta situación y deciden obligar al bien parecido del Planchado a satisfacer sus deseos sexuales (es eso o la estadía en la cárcel) Se retrata, casi grotescamente, ese accionar, poco feliz, de las fuerzas de seguridad.

La violencia doméstica está presente en la cruel figura del Baturro (padre de Cagalera). Su mujer lo soporta porque no le queda otra hasta el día que desata su furia sobre uno de sus hijos. Esto marca un límite en ella y decide darle un corte al asunto (obvio que Baturro es el perjudicado)

Mirá el trailer de la película

https://youtu.be/d37xycwqPzs

Es digno de observar lo bien que retrata la marginalidad esta trama. Acá los pobres no pueden ni degustar los dulces: Cagalera compra y come un chocolate vencido. Camino al cementerio, solo son convidados con tragos aquellos que pueden, con pruebas, dar fe de conocer al difunto, hay un cuarto para tres hermanos mayores, un indigente está como estaqueado en la plaza principal, la violencia doméstica es moneda común y hace que se ausenten de sus casas, por algunos días, algunos miembros de una familia, se consiguen trabajos bien pagos o dignos cuando alguien te acomoda, previo pago, en un organismo público, etc.

La ecuación es sencilla y bien representada: marginalidad=violencia. La gran mayoría de los habitantes de este complejo lugar llamado San Gregorio son posibles militantes de mala vida, más aún cuando la resignación no conforma y, como el caso del Cagalera, invita a tomar, por las malas, aquello que me ha sido vedado. En este lugar, da la impresión que tampoco existe el espacio para el amor en su máximo esplendor. Sugheili y Cagalera parecen enamorados, aunque él ocupa la mayoría de su espacio mental en ver cómo conseguir la “lana” necesaria para irse de ese maldito lugar. No hay lugar para el romanticismo en las escenas de este film, sí para el acompañamiento a tanta desazón o desgracia (Sugheili deja a Cagalera quedarse en su casa en esos días donde Baturro estaba intratable y repartía castigos por doquier)

La amistad es una especie de salvación en este oscuro pueblo. Puede ser una escapatoria y un lugar donde quedarse cuando algo está mal en la casa (Cagalera le recuerda a su hermano que no tiene amigos y la desventaja que implica esa cuestión) En este sentido, Moloteco es el gran amigo de Cagalera, aunque, por lo que se observa, es lo único que este fiel compañero tiene. Siempre está con él, acata las ideas y órdenes que le surgen a Cagalera, aunque la gran mayoría lo lleve a incursionar en el mundo de la delincuencia. Ellos tienen una buena relación, aunque el interés del hijo de Baturro solo esté puesto en juntar plata, como sea, para irse con su novia. Así se lo hace saber un día de rabia a Moloteco, cuestión que resulta como un puñal para éste. El ocaso trágico y violento de él es la apertura de ojos para Cagalera. Ahí este personaje entiende cuánto mal e injusto ha sido para con esa amistad.

El drama social está por todos lados y es la injusticia social la responsable de todo. La inseguridad genera más inseguridad, cuando no hay presencia del Estado sus ciudadanos deben tomar carta en los asuntos de interés social como personal.

El final de este film es casi metafórico. Sugheili corre para volver a un lugar que no le depara nada y cuyo destino de exclusión está escrito o toma de la mano a Cagalera quien ya está corrompido con esa vida alrededor de la delincuencia. Hay una invitación de la trama a que cada uno pueda desplegar sus sentidos.

Como los gustos son tan variados y complejos, situar esta película dentro de lo que se llama el mejor cine, es una especie de generalización arriesgada. Sí me atrevo, personalmente, a decirles que es una película con gran contenido, evita las superficialidades y trabaja con buen criterio temas complejos. Si estás dispuesto a ver cine de contenido social, bien actuado y dirigido, esta es una ocasión “padrísima” para hacerlo.

Esperamos tus comentarios o impresiones sobre este film, hasta la próxima carnales.

Por Javier Dávalos para Alegre Distopía, un programa de música, literatura y artes varias que imprime una mirada irónica y humorística a estos tiempos distópicos. Escuchalos todos los jueves de 17 a 19 horas por FM La Plaza 94.9

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