En este video, presentado por H.I.J.O.S. Salta en el 2019, Soledad rescata testimonios valiosos de la historia de su padre, Pablo Outes, “me acuerdo de mi papá casi todos los días; es constante. Pienso que mi vida hubiera sido distinta con él vivo, si no hubiera sido asesinado. Hubiera sido importante en la vida de mis hermanos, de mis hijos y definitivamente en la vida de Salta y de Argentina”.
En este relato, también comenta cómo fue el marco familiar durante el periodo que su padre estuvo preso, Soledad junto con su hermana mayor solían visitarlo semanalmente. Aunque, en muchas oportunidades no podían verlo. “Él nunca tuvo una causa, estaba a disposición del poder ejecutivo nacional, es decir, no había derechos y era una cosa realmente trágica. Mi padre le enviaba cartas a Lona pidiéndole saber por qué estaba detenido”.
Cuando Pablo Outes estaba detenido en Villa las Rosas, Soledad tenía 16 años, “si querías ver a tu padre, tenías que pasar un cacheo, las visitas duraban dos horas, pero el sistema para entrar tardaba tanto que solamente te quedaba media hora. Todavía recuerdo ese laberinto, al llegar le decíamos lo que veíamos en los diarios de memoria, porque no te los dejaban pasar”, expresa Soledad.
Al trasladar a su padre, comenzó a recibir correspondencia, y lee con voz quebrada “La única Soledad que quiero en el mundo sos vos”, allí comenta “el 6 de julio de 1976 fuimos a verlo y nos dijeron que lo habían trasladado, pero en realidad ya lo habían matado en Palomitas, preguntamos a políticos, médicos, curas y nadie sabía nada”, remata.
Cuando se enteró del fusilamiento de Outes, Soledad estaba de viaje de egresados, “recibí la noticia con mis compañeros, dudé mucho tiempo si era real. Me costó mucho hacer el duelo, la gente no te da el pésame, nadie se te acercaba en Argentina en ese momento”.
Al mes, la familia recibió un ataúd cerrado con órdenes de no abrirlo, luego de ese velorio las hermanas Outes partieron exiliadas a España, donde actualmente residen. Además de su padre Pablo Outes, fueron fusilados aquella noche de julio otros diez militantes más: María Amaru Luque, Benjamín Ávila, José Povolo, Celia Leonard, María del Carmen Alonso, Roberto Oglietti, Rodolfo Pedro Usinger, Alberto Simón Savransky, Georgina Droz y Evangelina Botta.