En Alegre Distopía, entrevistaron a Ciristina Piña, poeta, ensayista, traductora y profesora emérita de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata. En el programa presentó su último libro, escrito junto a Patricia Venti, «Alejandra Pizarnik. Biografía de un mito”, edición ampliada y revisada de la biografía de la poeta argentina más leída y traducida de las últimas décadas.
El libro se compuso primero con insumos como cartas y conversaciones de Piña con la hermana de Alejandra, Myriam Pizarnik, pero también con sus amigos y su círculo íntimo. El encuentro con Venti sumó el contenido de sus diarios completos depositados en la Biblioteca de la Universidad de Princeton y los testimonios de su familia paterna en París. Una charla imperdible en donde también Cristina nos leyó poemas de Alejandra, ideal para sumergirnos en el apasionante mundo de una de las poetas más enigmáticas de nuestro país.
En 1991 publicaste en Editorial Planeta una biografía de Alejandra Pizarnik. ¿Qué te llevó a volver a escribir otra, en esta oportunidad junto a Patricia Venti, 30 años después?
Me llevó a volver a escribir su biografía el hecho de que en el anterior trabajo sólo pude contar con testimonios orales, con algunas cartas que me pasaron los amigos de Alejandra y con charlas breves con Myriam Pizarnik, su hemana. Las grandes conversaciones con ella las tuve antes de hacer esta nueva biografía, porque iba sistemáticamente todas las semanas durante tres meses a charlar mientras tomábamos el té, me iba como a las ocho de la noche. Los papeles de Alejandra, sus textos inéditos (que aún siguen inéditos), los cuadernos en donde ella anotaba lo que le surgía después de leer, o fragmentos y poemas enteros que le gustaban, su biblioteca (que una parte está en la Biblioteca Nacional y otra junto a sus papeles en Princeton); no pude tenerlos cuando estaba escribiendo la primer biografía, pero sí en la segunda. Y eso me llevó a hacer este nuevo trabajo.
¿Cómo es el oficio del biógrafo? Me imagino que es similar al del detective que va recogiendo pruebas para develar el enigma. Te imagino entrevistando gente que conoció a Alejandra, leyendo los libros que ella leyó, revisando sus diarios y anotaciones. Es un laburo muy minucioso, más allá que vos catalogás a tu texto como “un viaje a través de una vida breve y dolorosa”.
Es un laburo apasionante, no en vano hace ya 45 años que vengo trabajando sobre Pizarnik, el primer libro que se escribió sobre ella es de 1980 y es de mi autoría. Cuando sos biógrafo te convertís en un maníaco, te tenés que meter en sus escritos, en lo detalles, con los recuerdos de la gente, y ver quién quiere recordar y quién no quiere hacerlo. En el primer trabajo que hice entrevisté a 36 personas y cada una de ellas me trajo una Alejandra distinta. Esta biografía que hice con Patricia, en la que trabajamos las dos como locas porque es un laburo de hormiga en la que los papeles, sus libros, los entrevistados te presentan una Alejandra múltiple; no es de ninguna manera la versión definitiva de su vida o la verdad acerca de ella. La única verdad la conoció Alejandra, y a gatas, como cada uno de nosotros conoce la verdad propia.
¿Y qué aporta a ese trabajo el hecho de que seas poeta?
Yo creo que hay una coincidencia porque uno sabe de qué se trata la experiencia poética. Tanto Patricia como yo somos poetas y eso aportamos, sabemos de qué se trata hacer poesía. Y hablando de mi propio trabajo creativo, uno tiene que batallar para que una figura como ella no te chupe, porque nadie puede no quedar marcado con su poesía. Hay una cosa terrible con Alejandra y lo veo en algunos que han quedado marcados por la poesía de ella, es el magnetismo. Por eso hay que cuidarse de no terminar haciendo un clon de cuarta de Pizarnik.
Hubo una polémica con César Aira en relación a las biografías que ambos escribieron sobre Pizarnik y eso lo mencionás en tu libro, ¿Querés contarnos de qué se trató?
Polémica nunca hubo porque nunca nos lo dijimos uno al otro. Aira fue muy cuidadoso en el sentido de publicar esa biografía de treinta páginas, o menos, sólo en España, porque si la hubiera publicado acá, muchos lo degüellan. Yo lo he dicho públicamente en algún congreso, una persona que comienza su biografía diciendo palmariamente “todos los datos de este trabajo han sido tomados de la biografía de Alejandra Pizarnik escrita por Cristina Piña, y algunos datos de Ivonne Bordelois (ensayista y amiga de la poeta), pero ellas los manejan mal”, eso es una gran falta de respeto para Ivonne y para mí. Y por otro lado, como él la conoció a Alejandra, me indigna el hecho de que su biografía esté hecha de manera muy sesgada, porque nunca dice nada malo abiertamente, pero todo el tiempo te das cuenta que la está haciendo quedar mal. Eso, como biógrafa, me pareció aberrante. Yo digo que eso tiene que ver con su propia construcción de imagen de escritor como el anti-Borges (cuatrocientos libros en quince minutos, no corregir). Su biografía es el planteo anti-Pizarnik. Una vez, en un congreso, un profesor español me preguntó qué opinaba sobre la esas líneas biográficas de Aira sobre Alejandra, y yo le respondí “no sé qué opina usted, pero a mí me pareció una porquería”.
¿Podés explicarles a nuestros oyentes qué es un poeta maldito y por qué creés que Alejandra Pizarnik representa esa línea dentro de la literatura argentina?
Los poetas malditos fueron un grupo de poetas sucesivos que se dan en Francia en el siglo XIX. Son malditos porque van a enfrentarse totalmente con la sociedad y van a romper con todas las convenciones porque para ellos la poesía es un absoluto y la vida se convierte en poesía. No hay diferencia entre la vida y la poesía. Por eso van a poner el cuerpo para avanzar hacia ese absoluto que es la poesía (y la vida) y se enfrentan a toda la hipocresía, las reglas y los mandatos del mundo burgués. De ahí que pasan por todos los bordes: la locura, el suicidio, el consumo de drogas y de alcohol para llegar hacia ese “otro lado” del que hablaba Rimbaud. Entre ellos lo tenemos a Nerval, a Baudelaire, a Rimbaud y a Artaud. Todos ellos dicen algo antes de que lo diga Freud “yo es otro”, esa duplicación del sujeto. Esta duplicidad y el hecho de haber tenido una vida totalmente consagrada a la poesía lo experimentó Alejandra.
En muchas partes del libro te referís a ella como extranjera, ¿Por qué?
Ella convirtió su tartamudez infantil en una dicción que era como la de un extranjero. Eso lo describe maravillosamente bien Ivonne Bordelois, y en nuestro libro tenemos transcripto cómo hablaba Alejandra. Ella hablaba con una cosa así de tropiezo y de armar las sílabas de una manera muy extraña, que la hacía parecer como extranjera. Además de eso, la marca de la extranjería está en todo, es metafórica y concreta. Ella es hija de inmigrantes y padres judíos. Sus padres, cuando vinieron, no hablaban castellano y ella se sentía ajena a nuestro idioma. En una entrada de sus diarios que descubrimos, ella manifiesta que admiraba el estilo de García Márquez porque tenía la “felicidad del idioma”. Pero, repito, la marca de la extranjería en ella, está en todo.
Luego, Cristina tuvo la amabilidad de leernos unos poemas de Alejandra. No te pierdas el podcast para escucharlos.
Escuchá la entrevista completa aquí:
Por Lucas Bertone para Alegre Distopía, un programa de música, literatura y artes varias que imprime una mirada irónica y humorística a estos tiempos distópicos. Escuchalos todos los viernes de 22 a 00 horas por Radio Nacional Salta – AM690 o FM 102.7