Mientras que al marido de la víctima le dieron la pena máxima de 20 años de prisión por haberla sedado para que la violen decenas de hombres, las sentencias contra los demás abusadores fueron distintas, a pesar de que a los 51 enjuiciados los declararon culpables.
Por Gabriel Michi
La valentía de una mujer frente a la cobardía de un hombre. La hidalguía de ella frente a la humillante vida de su marido. El coraje de la víctima frente a la indignidad de los victimarios. El dolor por los años de sometimiento frente a la perplejidad por los años que sobrevendrán en prisión. El ejemplo frente a la vergüenza. Todo eso se vio en el juicio por la violación más grave ocurrida en Francia. Y finalmente la Justicia resolvió. Dando un mensaje aleccionador pero con sabor a incompleto a la vez. Un jurado de magistrados condenó a la pena máxima de 20 años de cárcel a Dominique Pelicot (72), el hombre que durante casi una década drogó a su esposa Gisèle (72) para que la violen decenas de desconocidos y él filmar esos actos aberrantes para alimentar su cruel perversidad. El tribunal también encontró culpable a los 51 acusados que estuvieron en el banquillo, aunque las penas fueron muy dispares. Y quedó una sensación agridulce flotando en el ambiente.
Después de tres meses y medio de audiencia y tres días de deliberación en un juicio (en Mazan, Vaucluse) que mantuvo en vilo a Francia y a todo el Mundo, la sentencia fue en parte celebrada y en parte criticada tanto por la familia de la víctima como por las organizaciones feministas que estuvieron presente en la puerta de los tribunales. Los condenados, de entre 27 y 74 años, recibieron penas de entre 3 y 15 años de prisión y dos de ellos obtuvieron un veredicto suspensorio, aunque no se aceptó ninguna solicitud de absolución. Las penas fueron muy inferiores a las solicitadas por la Fiscalía, por lo que es probable que -de un lado y del otro- se presenten apelaciones. Los propios hijos de Gisèle Pelicot -quien encima de todo contrajo cuatro enfermedades de transmisión sexual por esas violaciones- se declararon “decepcionados” por las sentencias impuestas, considerándolas demasiado “bajas”. Una gran mayoría de los coacusados fueron condenados a menos de 10 años de prisión. La mayoría de ellos dormirán en prisión esta noche, tres deberán ser encarcelados en las próximas semanas, a la espera de los resultados sobre su salud y seis fueron liberados inmediatamente tras el veredicto.
La pena más baja de tres años de prisión (dos de los cuales encima quedaron en suspenso) fue para Joseph C. (69) acusado de “tocar” sin penetración a la víctima y que, por eso, evitó la prisión. La pena más grave (más allá de la de Dominique Pelicot) fue de 15 años de prisión contra Romain V. (63), que viajó especialmente a Mazan para violar a Gisèle Pelicot en seis oportunidades distintas. La Fiscalía había pedido 18 años de prisión contra él. Por otro lado, Jean-Pierre Maréchal, considerado el “discípulo” de Dominique Pelicot, fue condenado a 12 años de prisión y su abogado anunció que no apelará la sentencia. El tribunal declaró a 46 de los imputados culpables de «violación», dos de «intento de violación» y dos de «agresión sexual».
Vale aclarar que la sensación de que muchas de las condenas no alcanzaron las expectativas de quienes demandaban penas ejemplares y ejemplificadoras para todos, estuvo abonada también con la discordancia de lo que se dictaminó con los requerimientos de la sociedad. Tal es así que, a finales de noviembre, el fiscal había solicitado entre 10 y 18 años de prisión para 49 de los acusados juzgados por «violación agravada» y cuatro años de prisión para el último, procesado por «tocar» a Gisèle Pelicot. Frente a eso, las sentencias quedaron muy por debajo de lo solicitado (salvo en el caso del marido de la víctima) y, por lo tanto, es muy probable que la Fiscalía apele.
Del otro lado del estrado, los abogados defensores de los acusados habían presentado una treintena de solicitudes de absolución para sus clientes que, según ellos, habían sido “manipulados” por el “monstruo”, el “lobo” o incluso el “ogro” Dominique Pelicot. Sin embargo, la Justicia no les creyó y todos esos recursos fueron rechazados. Entre los abusadores había hombres de distintas edades y profesiones: un soldado, un enfermero, un carnicero, un camionero, un trabajador de un supermercado, entre otros. Vecinos comunes de los que nadie sospechaba, tan como contó MundoNews.
En tanto, el principal acusado, Dominique Pelicot -que recibió la pena máxima de 20 años de prisión- admitió haber drogado a su esposa Gisèle durante una década con ansiolíticos para violarla y entregarla a decenas de desconocidos que reclutó en Internet. Esta pena de prisión está asociada a una pena de seguridad de “dos tercios”, precisó el presidente del tribunal penal de Vaucluse, Roger Arata. Al finalizar su condena, su situación “será objeto de revisión para evaluar su seguridad”. Obviamente, quedará inscripto en el expediente nacional de delincuentes sexuales. Su defensa analiza si presentará o no una apelación y, en el caso de hacerlo, en qué términos, ya que él confesó su responsabilidad en semejantes aberraciones. Su propia familia lo describió como el «peor depredador sexual de la historia».
Así concluye un capítulo de esta dolorosa historia que ha conmovido a Francia en lo que fue la peor violación masiva de su historia. Desde que comenzó el juicio (2 de septiembre), el caso no sólo ocupó la portada de todos los diarios y fue tema excluyente de la tv, la radio, los sitios de Internet y las redes sociales, sino que abrió apasionados debates sobre la violencia sexual y de género, la sumisión química, el consentimiento y, en términos más generales, las relaciones entre hombres y mujeres. Los movimientos feministas tomaron el caso como un emblema para luchar contra la desigualdad y la violencia sexual.
El histórico juicio contra los 51 hombres se celebró en público después de que Gisèle Pelicot renunciara a su derecho al anonimato para que “la vergüenza pudiera cambiar de bando”. Y eso es muy simbólico. Y categórico. Porque en este juicio la valentía de una mujer se enfrentó a la cobardía de un hombre. La hidalguía de ella le hizo frente al humillante presente de su marido. El coraje de la víctima se plantó frente a la indignidad de los victimarios. El dolor por los años de sometimiento dejó paso a la perplejidad de los abusadores por los años que sobrevendrán en prisión. En definitiva, el ejemplo derrotó a la vergüenza. Porque ahora la vergüenza «cambió de bando».
Los pormenores del caso de horrorizó a Francia
Durmiendo con el enemigo. Un enemigo que se suponía el compañero leal de toda la vida. Ese con el que se habían compartido décadas de amor. Y tres hijos. Y dos nietos. Pero un día, la verdad afloró. Con una revelación destructiva, conmovedora. Fue cuando en medio de un interrogatorio en la sede policial de Avignón, en el sureste de Francia, los oficiales comenzaron a preguntarle a Gisèle cómo era su relación con su marido Dominique Pelicot. La mujer se sorprendió y sólo atinó a responder con buenos y amorosos conceptos para describir a su marido. Fue allí cuando los uniformados le empezaron a mostrar una serie de fotos donde se veía a la mujer desnuda -en estado de inconsciencia- siendo violada por distintos hombres a los que ella no conocía. Y allí se enteró del resto de la historia de terror: por años su marido la sedó sin que supiera e invitaba a desconocidos a tener sexo con su mujer inerte. El pasado 2 de septiembre comenzó el histórico juicio -que llegó a su fin el 19 de diciembre- en el que la propia víctima pidió que se haga público para concientizar sobre lo que había padecido para que no se repita con otra mujeres. En el banquillo de los acusados estuvieron su ex esposo y unos 50 de los hombres que participaron de las repetidas violaciones, en más de 92 ocasiones entre los años 2011 y 2020. En total hubo 72 sospechosos en el caso, pero sólo ese medio centenar fueron localizados: de ellos 18 (entre ellos Pelicot), llegaron detenidos al proceso, mientras que otros 32 acusados asistieron al juicio en libertad y hubo un 51º acusado está siendo juzgado en ausencia. En el transcurso de la investigación otros dos fueron sobreseídos por falta de pruebas y uno murió.
En el Tribunal de lo Criminal de Vaucluse la abuela enfrentó con mucha valentía cara a cara a quienes la ultrajaron por más de una década, incluyendo al principal responsable de semejante atrocidad: el propio Dominique. Ese hombre de 72 años que por años ofreció vía Internet a su esposa a la que drogaba -con ansiolíticos como Temesta y Zolpidem) aparentemente no para obtener beneficio económico, sino por un perverso voyeurismo. El juicio se extendió por tres meses y medio. Los violadores tienen entre 26 y 74 años, de diferentes extractos sociales y profesiones, llegados de distintos puntos del país e incluso de un amplio abanico racial. Por todo eso es la violación más grave de la que se tenga registro en toda la historia de Francia.
En el cuarto día del juicio fue el turno de la víctima quien brindó su testimonio desgarrador: “Mi mundo se derrumbó, todo se derrumbó, todo lo que construí durante 50 años”, dijo Gisèle Pelicot, al recordar el momento en que los policías le mostraron algunas fotografías el 2 de noviembre de 2020. Y agregó: “Son escenas de barbarie, de violación”, en las que «estoy inerte, en mi cama y están violándome”, relató ante los cinco magistrados sobre las violaciones organizadas por su marido Dominique. Fue allí que se fue de su hogar apenas con dos valijas: “era lo único que me quedaba de 50 años de vida juntos,. Ya no tengo identidad… No sé si algún día podré reconstruirme”. Y completó: “Fui sacrificada en el altar del vicio. Me consideraban como una muñeca de trapo, como una bolsa de basura. El cuerpo está caliente, no frío, pero yo estoy muerta en mi cama”.
Lo que se sabe es que a través de la «sumisión química», Dominique ponía en estado de inconsciencia a su mujer Gisèle, sin que ella se diera cuenta. Ella no tuvo jamás ningún registro de lo ocurrido, ni durante ni después; sólo le llamaba la atención las profundas lagunas que sufría, con grandes blancos en su memoria. Por ello, la mujer había recurrido a por lo menos tres neurólogos, pero ninguno encontró un problema. Sus hijos -de entre 24 y 37 años- pensaron que Gisèle sufría Alzheimer, pero nadie se imaginó que la perversidad de su marido era la que estaba detrás de todo eso. Algo realmente impensado por quienes conocían a esta pareja que estaba junta desde 1971.
Cuando fue detenido, Dominique Pelicot, explicó a los investigadores que esa brutal práctica de dormir a su esposa para que otros hombres la violen, era porque le gustaba ver cómo la tocaban otros hombres y no por dinero. Sin embargo, no puede aducir ningún tipo de inimputabilidad ya que en el examen psicológico que se le realizó no se descubrió ninguna patología o anomalía mental, pero sí una desviación sexual voyeurista y «una personalidad perversa».
Como si el propio padecimiento psicológico y sentimental fuera poco, a la víctima le diagnosticaron cuatro enfermedades sexualmente transmisibles vinculadas a las violaciones, además de un fuerte estrés postraumático con pensamientos suicidas. Durante años, ella se quejó de un cansancio casi crónico y de problemas ginecológicos, que ahora tienen explicación. Obviamente, Gisèle solicitó el divorcio ni bien se enteró de lo ocurrido, aunque su reacción inmediata -quizás por el propio shock que significó- fue llevarle una muda de ropa a la comisaría a su marido victimario.
Al descubrimiento de la pesadilla que sufrió la mujer se llegó por otros tipos de actos perversos de Dominique Pelicot: la Policía lo detuvo tras la denuncia de tres mujeres que lo acusaban de haberles sacado fotografías y filmado por debajo de sus polleras en un supermercado de la ciudad de Carpentras. Cuando le secuestraron el celular al perverso y luego la computadora encontraron una carpeta (bajo el rótulo «ABUSOS») en la que había más de 20.000 imágenes con las violaciones de distintos individuos contra su esposa. También tenía separada una carpeta con una suerte de expediente de cada uno de los hombres que violaban a su mujer, algo que sirvió a los investigadores encabezados por el comisario comisario Jérémie Bosse Platiere, que seleccionó a cuatro personas de su más extrema confianza y que pudieran soportar semejante caso.
Los investigadores siguieron las rutas utilizaron de los intercambios telefónicos y las conversaciones entre el marido y los agresores de su esposa, que comenzaban en el sitio de encuentros Coco.gg, y luego se trasladaron a un salón privado de la misma aplicación que fue cerrada por la Justicia que la definió como un “lugar de depredadores”. Luego las conversaciones seguían en Skype y por teléfono.
Además de imágenes de sus nueras filmadas en el baño, utilizando un teléfono escondido en un neceser, que luego publicó en una web. Incluso había alguna imagen de su hija mientras dormía en ropa interior, por lo que ella no sabe si pudo haber sido violada por su propio padre o por alguno otro de sus cómplices. De hecho, en la computadora de Dominique Pelicot se encontraron fotomontajes de su hija -que utiliza el seudónimo de Caroline Darian- sin ropa, en una carpeta titulada: “Alrededor de mi hija, desnuda”. Darian rompió en lágrimas en medio del juicio cuando y tuvo que ser escoltada fuera de la sala por sus dos hermanos y su abogado. En 2022, ella escribió un libro, «Et J’ai Cesse de T’appeler Papa» («Y dejé de llamarte papá»), sobre el efecto destructivo que produjo el descubrimiento de los presuntos crímenes de su padre. Durante las primeras audiencias, Gisèle Pélicot se mantuvo tranquila y en silencio hasta el momento de declarar, mientras su marido estaba sentado justo frente a ella, en el otro extremo de la sala, escuchando atentamente.
Pelicot parecía el típico vecino, electricista de formación, con algunas actividades como empresario y ciclista apasionado, que incluso se mostraba como muy afectuoso con su familia. De hecho, sus hijos que ahora lo rechazan lo describen como «un padre cercano». Cuando se jubilaron en 2014, Gisèle y Dominique se mudaron de París a la localidad de Mazan, en el departamento de Vaucluse. Y allí, en medio de esta tranquilidad aparente, transcurrían las pesadillas puertas adentro. Pesadillas que en realidad ya habían comenzado dos años antes, en 2011, cuando la pareja aún vivía en la región de París.
Otro capítulo indignante en esta terrorífica historia es que nadie denunció nada: porque si bien hubo tres hombres se negaron a mantener sexo con la mujer cuando, al llegar al lugar, la vieron inconsciente, no fueron a la Policía para avisar. Otros cometían la violación una vez, pero después no volvían. Pero hubo varios que repetían el abuso en distintas ocasiones: incluso alguno de ellos lo hizo al menos seis veces. Según la información con la que se cuenta, un alto porcentaje de los hombres a los que Dominique ofrecía el cuerpo de su esposa decían que sí. Algunos, incluso, vivían cerca y hasta se podían cruzar con la mujer en la calle. Sin embargo, en el juicio la víctima sólo dijo reconocer a uno que acudió a su domicilio para hablar de ciclismo con su marido. “Me lo cruzaba a veces en la panadería y lo saludaba. No se me pasó por la cabeza que me había violado”, señaló.
En la lista de acusados figuran policías, bomberos, periodistas y funcionarios, todas personas con buena reputación en sus comunidades y hasta padres de familia. Sin embargo -y pese a estar fotografiados y filmados- muy pocos reconocieron su participación en estos actos criminales. Por eso, este juicio debe demostrar el grado de responsabilidad de cada uno en el delito de violación agravada, que está penado con hasta 20 años de cárcel. Y esa condena es la que piden grupos feministas que se han movilizado hasta las puertas de los tribunales donde se realiza el juicio.
En ese marco de abusos, la mayor parte de los acusados alegó que pensaba que la mujer se hacía la dormida; incluso señalaron que creían que ella había consentido en ser drogada y violada como parte de una fantasía sexual. Es más, muchos intentaron justificarse diciendo que para ellos el consentimiento del marido, con su propia presencia en el lugar, era suficiente. Y hasta argumentaron que no creían que fuera una violación, porque su marido estaba allí y creían que podía dar su consentimiento por ambos. Según los investigadores, los vídeos dejan pocas dudas sobre esa cuestión.
Pero otros datos que también comprometen al organizador y a los abusadores son aquellos que surgen en cómo se preparaban y planificaban los ataques sexuales. Porque resulta extraño que ni siquiera les haya llamado la atención que el perverso del esposo les pidiera a los violadores que no usaran perfumes y que no fumasen, para no dejar rastros ni ser detectados por la mujer, y les sugería que fueran lo más silenciosos posible. E incluso les exigía que calienten sus manos en la calefacción del auto para evitar que si estaban frías eso despertase a Gisèle. Es más, los obligaba a dejar el coche en un estacionamiento a poca distancia del domicilio y hacer a pie el resto del camino, para evitar ser rastreados. Y todos los acusados aceptaron. Tanto los 50 que van a juicio como los otros 22 que aún no pudieron ser capturados.
Antoine Camus, abogado de la víctima, señala: “Produce escalofríos el estado de cosas en la sociedad francesa. Si esa es la concepción del consentimiento en materia sexual en 2024, entonces tenemos mucho, mucho, mucho trabajo por hacer». La audiencia es pública por decisión de la propia víctima que, pese al dolor al revivir todo lo sufrido, cree que es «hora de que la vergüenza cambie de bando». Cuando declaró en el juicio Gisèle miró a su ex marido y los otros acusados y tener “un sentimiento de asco”: “Asuman la responsabilidad de sus actos al menos una vez en la vida”, los urgió durante su determinada declaración en el Palacio de Justicia de Avignon. Y subrayó, con mucha valentía: “Hablo por todas estas mujeres que son drogadas y no lo saben, en nombre de todas estas mujeres que quizás no lo sabrán nunca (…), para que ninguna mujer más tenga que sufrir la sumisión química”.
Como si todo esto fuera poco, los estudios de ADN al victimario Dominique Pelicot arrojaron hallazgos sorprendentes porque se pudo cotejar en los archivos judiciales que estuvo relacionado con otros crímenes en el pasado. Se lo pudo acusar del crimen de Sophie Narme en París, una joven de 23 años asesinada el 4 de diciembre de 1991, un caso que desde entonces permaneció sin resolver. Y, también, por la agresión sexual a una mujer en mayo de 1999 en la región de París. Un juez de instrucción de Nanterre lo inculpó por ambos crímenes. Esos casos cobraron sentido en medio de una pesadilla que se ventiló en el juicio. La peor multi violación de su historia que conmovió a Francia. Por las dimensiones y las características del caso. Y por lo terrorífico que resulta para esa víctima que estuvo, por años y sin saberlo, durmiendo con el enemigo.
Los violadores menos pensados
El juicio por el caso Pelicot es histórico por varios motivos. No sólo por la dimensión del caso, con más de 50 sospechosos en el banquillo de los acusados. Sino también por todo lo que reveló. Y en esas revelaciones hubo un dato que alarmó: la amenaza secreta de que haya violadores latentes (y no tanto) a la vuelta de la esquina; que los potenciales agresores sexuales pueden estar escondidos detrás de una imagen (y una vida) de vecinos comunes, padres de familia, abuelos amorosos, y de las más diferentes profesiones y de edades tan disímiles que iban de los 26 a más de 70 años. Eso es lo que quedío al desnudo en el juicio por la violación masiva más grande y terrorífica de la historia de Francia. Y que tuvo como víctima a una sola mujer, Gisele Pelicot (72), quien con enorme valentía está enfrentado los impunes testimonios de su marido, Dominique (72), y de medio centenar de hombres que abusaron de ella estando inconsciente luego de ser sedada por su esposo. Una tortura que duró años y que ella sólo descubriría tras una década. En el estrado fueron pasando uno y otros acusados que son padres, abuelos, esposos, trabajadores, estudiantes y jubilados que en algunos casos intentaron exculparse y, en otros, aceptaron en parte sus culpas. Casi todos ellos negaron haber violado a la mujer y apuntaron a que, aun viéndola dormida, creían que ella había dado su consentimiento para los actos sexuales, grabados todos ellos por Dominique Pelicot para su vergonzosa videoteca personal donde registró esas aberraciones cometidas entre 2011 y 2020 con la participación de más de 80 abusadores.
Más allá de lo escabroso que resultan los detalles del infierno vivido por esta mujer, lo que más ha shockeado a todos es la sensación de que cualquier abusador puede estar al acecho la vuelta de la esquina, escondido detrás de una imagen pública que nada tiene que ver con los perfiles que se suelen crear de este tipo de delincuentes sexuales. Pero además de exhibir eso, el juicio también puso al desnudo otras verdades no reveladas dentro de la sociedad francesa: el uso y abuso de la pornografía, las salas de chat privadas donde se abordan conversaciones delictivas, cierto desdén de muchos hombres por el imprescindible consentimiento de las mujeres para las relaciones sexuales y toda una serie de problemáticas costumbres que no hacen otra cosa que potenciar una impune cultura de las violaciones. En este proceso es que quedó reflejado también lo fácil que resultó para el marido abusador encontrar hombres dispuestos a participar de los asaltos sexuales a una mujer que, encima, estaba inconsciente.
Así quedó graficado no sólo en la imagen del propio marido -que parecía un jubilado muy tranquilo y amoroso con su esposa- sino también en las casi todos los que testificaron. Entre los testimonios de los acudados estuvo el de Ahmed T. —en Francia los apellidos de los acusados se mantienen en reserva hasta la condena—, un plomero, casado, padre de tres hijos y abuelo de cinco nietos, que señaló que no le alarmó que Pelicot no se mudara cuando la visitó a ella y a su ahora exmarido en la pequeña ciudad provenzal de Mazan en 2019. Y, en ese sentido, lo relacionó con películas porno que había visto en las que aparecían mujeres que “fingen estar dormidas y no reaccionan”. Según sus palabras, él ni imaginaba que Dominique Pelicot estaba drogando a su esposa y que le dijeron que ella era una participante voluntaria que estaba llevando a cabo «una fantasía perversa», algo que repitieron otros implicados. Sin embargo, Pelicot desmintió eso y aseguró que todos sus cómplices conocían la verdad de la situación.
Otro de los acusados, Mahdi D., un trabajador de transporte de 36 años, declaró que cuando salió de su casa la noche del 5 de octubre de 2018, no tenía intención de violar a nadie. Y volvió sobre uno de los argumentos más escuchados de boca de los implicados: «Pensé que estaba dormida». El fiscal le contestó: “Le reconozco que usted no salió con la intención de violar a nadie. Pero allí, en la habitación, estaba usted”. El acusado reconoció todos los hechos presentados en su contra, a la vez que transmitió su arrepentimiento: “Ella es una víctima. No podemos imaginarnos por lo que pasó. Quedó destruida”. Sin embargo, no habló de «violación» pese a que admitirlo podría acarrearle una sentencia más leve. Frente a esa actitud, los fiscales le pidieron al tribunal que proyectara los videos gráficos de la visita de Mahdi D. a la casa de Pelicot, algo que lo dejó sin palabras.
Dominique D., un ex soldado de 45 años convertido en camionero y padre de un hijo, es uno de los más comprometidos ya que habría visitado la casa de los Pelicot no menos de seis veces, entre 2015 y 2020. Conoció a Dominique, el marido abusador, en el supermercado, quien le presentó a su esposa como una amiga con la que andaba en bicicleta. La misma noche que se conocieron, ambos supuestamente violaron a Gisele en su domicilio. Según la Fiscalía este hombre sabía que la mujer había sido dopada contra su voluntad y eso alimentaba su morbo: “el hecho de que la víctima fuera completamente sumisa y reducida a un objeto sexual contribuyó a su excitación”.
Pese a que el perverso y abusivo esposo se hizo responsable de las atrocidades cometidas -arrastrando al resto en el camino de la culpabilidad- cuando Gisele pudo hablar en el juicio y expresarse, habló sobre la traición “inconmensurable” de su marido. Y, con la valentía y el generoso corazón que demostró, incluso expresó su empatía con las esposas, madres y hermanas de los 50 coacusados. Es más, mirando fijo a su ex pareja le señaló: «Siempre quise sacarte adelante, hacia la luz. Has elegido las profundidades del alma humana”.
Según Céline Piques, vocera del grupo feminista Osez le Féminisme! (¡Atrévete al feminismo!), es probable que muchos de los hombres que violaron a Gisele se hayan «inspirado» o «pervertido» consumiendo pornografía, incluidos los vídeos que se encuentran en sitios web muy populares en Francia. Por eso se está pidiendo una acción muy fuerte para bloquear accesos a través de palabras como «inconsciente», intentando frenar a quienes quieran participar de abusos sexuales contra mujeres que hayan sido dopadas, como ocurrió en el caso denunciado. De hecho, los investigadores han encontrado gran cantidad de videos de hombres manteniendo relaciones sexuales con mujeres aparentemente desmayadas. En ese punto, la activista dijo haberse sentido impresionada por el testimonio de un experto en tecnología durante el juicio, que había encontrado los términos de búsqueda “pornografía + dormida” en la computadora de Dominique Pelicot.
Y las estadísticas hablan por sí mismas, ya que muchas veces eso se puede traducir en hechos concretos delictivos. Por ejemplo, en 2023 las autoridades francesas registraron 114.000 víctimas de violencia sexual, incluidas más de 25.000 violaciones que fueron denunciadas por sus víctimas. Sin embargo, los expertos aclaran que la mayoría de las violaciones no se denuncian debido a la falta de pruebas tangibles: alrededor del 80% de las mujeres no presentan denuncias y el 80% de las que lo hacen ven que sus casos se desestiman antes de que se investiguen, lo que no es otra cosa que una revictimización para las mujeres sufrientes. Quizás ahora, con la exposición que ha tenido este caso y por la actitud tomada por Gisele -quien no sólo no ha faltado ni un solo día a las audiencias sino que ha pedido que el juicio sea público y ante los ojos de todos- la cosa cambie, aunque sea un poco.
En junio, las autoridades cerraron la sala de chat en la que supuestamente se reunían Dominique Pelicot y sus cómplices. A medida que se fueron conociendo más detalles en el juicio, la indignación colectiva creció y creció. Y en las calles francesas se desataron múltiples manifestaciones de apoyo a Gisele y de repudio a los agresores sexuales. Así, múltiples realidades que permanecían ocultas o silenciadas comenzaron a salir a la luz, mostrando las caras más perversas de ciertos sectores de la sociedad. Desnudando sus secretos más oscuros. Y dejando al descubierto la amenaza que significa el acecho de esos chacales sexuales, que se disfrazan y se esconden detrás de una aparente vida normal y familiar. De ciudadanos de bien. Pero que son, ni más ni menos, los violadores menos pensados.
Texto y foto: Gabriel Michi para mundonews.com.ar