Los sacerdotes contaron cómo encontraron las fotografías pornográficas y el largo camino que recorrieron con sus denuncias. También declararon psicólogas y seminaristas que apuntaron contra Gustavo Zanchetta.
Se desarrolló en Orán la segunda jornada del juicio que se sigue contra el exobispo de Orán Gustavo Oscar Zanchetta, acusado como autor del delito de abuso sexual simple continuado agravado por ser cometido por un ministro de culto religioso reconocido en perjuicio de G.F.L.G. y M.C.
El tribunal está integrado por los jueces de la Sala II del Tribunal de Juicio de Orán, María Laura Toledo Zamora, Raúl Fernando López, y Héctor Fabián Fayos. En el juicio interviene la Unidad Fiscal creada específicamente para este caso, conformada por Pablo Rivero y Soledad Filtrin Cuezzo. La defensa está a cargo del defensor oficial Enzo Giannotti.
La ronda de testimoniales continuó con la declaración vía remota de un exseminarista. Contó que a veces, cuando Zanchetta salía a recorrer la diócesis o necesitaba que lo lleve a algún lado, era él quien manejaba el vehículo, y se refirió a él como un hombre autoritario a quien todos los seminaristas y sacerdotes le tenían miedo. Dijo que tenía un trato diferencial con algunos seminaristas y que otros eran ignorados. Agregó que vio los abrazos que por lo general eran desde atrás y duraban más de la cuenta, y también los masajes. Aclaró que cree en la declaración de los denunciantes.
Luego declaró la psicóloga que asistió a los seminaristas y que prestaba colaboración durante la gestión de Zanchetta. Ella contó que tenía a su cargo el taller de educación emocional. Agregó que atendió a M. C., y dijo que los jóvenes se sentían limitados para hablar con libertad. Refirió que cuando se fue Zanchetta advirtió que se sintieron liberados y se expresaron más, hubo una mayor producción por parte de ellos. Dijo que hubo una superposición de roles entre el obispo y el rector, padre Martín Alarcón.
A su turno, el sacerdote Martín Alarcón, que se desempeñaba como rector del seminario Juan XXIII durante la gestión de Zanchetta, y fue uno de los sacerdotes que lo denunció en el juicio canónico. Expuso que los seminaristas tenían miedo, ya que el imputado iba seguido al seminario, y les decía que él era el obispo y que los podía sacar o correr del seminario. Contó que G.G. tenía un estado de ansiedad por el hecho de todo lo que vivía, y ello lo llevó a renunciar después.
Hizo referencias a las preferencias de Zanchetta por algunos seminaristas, que les hacía regalos en forma personal o a través de terceros como ropa, computadoras o dinero. Agregó que cuando él tenía que viajar o ausentarse de la ciudad, los seminaristas le pedían que no se fuera mucho tiempo porque el obispo tenía otro comportamiento cuando él no estaba. Coincidió con lo expuesto por la psicóloga en cuanto a que los seminaristas empezaron a hablar más sobre el trato por parte del obispo una vez que éste se fue.
Declaró después una psicóloga que trabajó ad honorem para el seminario. Ella hacía los psicodiagnósticos de los seminaristas, y los atendió cuando mostraban síntomas de ansiedad. La mujer se refirió a G.G. y dijo que el comportamiento del obispo lo asustó y lo intimidó.
Finalizada esa testimonial, las partes escucharon por vía remota la declaración de otro exseminarista que fue citado como testigo. Relató su ingreso al seminario e hizo referencia a los tratos preferenciales del obispo con algunos seminaristas, entre los que se contaban las víctimas, y que los distinguía con regalos. Contó que presenció algunos momentos incómodos, ente ellos cuando Zanchetta les pedía que le hagan masajes. Agregó que el acusado tenía un criterio para su elección, en particular el aspecto físico. Describió al exobispo como una persona manipuladora.
Luego declaró Gabriel Alejandro Acevedo. El sacerdote era formador y director espiritual de los seminaristas, y vicario general de la diócesis. Además es otro de los sacerdotes que denunció a Zanchetta en el juicio canónico. Contó sobre lo que en su momento le dijeron los seminaristas, e hizo referencia a los acercamientos físicos a las víctimas.
Explicó que un grupo de seminaristas vivía durante los primeros años del seminario en la casa parroquial de la Catedral de Orán, que era muy visitada por Zanchetta, visitaba los cuartos y se quedaba a cenar. Allí había consumo de bebidas alcohólicas con los seminaristas. Dijo que a veces los domingos por la noche se extendían las sobremesas y luego pedía a algún seminarista que lo acompañe al obispado, y agregó que muchas veces iban varios seminaristas, que volvían más tarde y más embriagados.
Mencionó que en septiembre de 2014, luego de una visita a Rivadavia, el obispo le entregó su celular al canciller del obispado para que baje las fotos a la computadora y se haga una selección para enviar al AICA o subir a las redes, y allí encontraron fotos de contenido pornográfico en las que aparecía el obispo y algunos jóvenes. Dijo que el canciller lo llamó para que las vea. Eso llevó a que se haga consulta con otros dos sacerdotes y al anterior obispo de Orán, y este se contacta con el arzobispo. Fue así que decidieron ir al nuncio metropolitano, donde llevaron un pendrive con las fotos. Por esto se comunicaron con el Papa, y desde Roma lo convocaron a Zanchetta.
También declaró el diácono Andulfo Pérez, que hizo alusión a las situaciones preferenciales con algunos seminaristas. Luego fue el turno del sacerdote Juan José Manzano, otro de los denunciantes en el juicio canónico.