COMUNICAR

COVID y la comunicación

Tuve la posibilidad de participar de una charla con más de 100 jóvenes, un espacio que agradecí, siempre es importante poder escucharnos, conversar, y hacerlo con profundidad, a mí me viene muy bien porque si no te ahogas, quedas encerrado en una discusión muy pequeña sin poder intercambiar ideas con el otro, y quiero aprovechar estas líneas para contarles sobre eso, y poder dejar algunos interrogantes para pensar, no solo desde la militancia política, sino desde nuestro rol como ciudadanos y ciudadanas.

La desigualdad ha fragmentado nuestras sociedades, pero nos cuesta mucho reaccionar como comunidad porque esta desigualdad nos ha roto, y la crisis del Covid nos ha golpeado sin haber solucionado las debilidades anteriores, las ha cristalizado, las ha consolidado, no solo es pobreza la desigualdad, esta es multifacética, es también falta de acceso a bienes y servicios, es discriminación por genero, religión, color de piel, etc.

El virus nos tomó por sorpresa, no sabíamos, y quizás aun no sabemos con certeza a qué nos estamos enfrentando. Al principio la pandemia fue asumida con un alto grado de disciplina social muy importante y se adoptó una idea radicalmente ausente durante muchos años, de que las sociedades comparten un bien común, y se dejo de la discusión, por ese primer momento,, de la necesidad de un Estado fuerte, presente, de repente nos enfrentamos a realidades de las que sólo salimos en conjunto, cooperando.

Aquí tenemos la primera gran realidad, debemos tener instituciones que canalicen esa cooperación, que ordenen la vida y den seguridad a la gente. En pocas palabras mas y mejor Estado.

Pero esta situación de crisis y cuidados sanitarios, con cese de actividades, aislamientos, distanciamiento, etc, parece nunca acabar, y así para la mayoría el futuro se torno incierto, el presente se lleno de ansiedad, y la confianza de las sociedades en sí mismas se empezó a erosionar, a romper.

Si a esto le sumamos que la propaganda neoliberal que instala el individualismo, que desconfía de los procesos colectivos, que hace culto a la “ley de la selva”, del sálvese quien pueda, al llegar a este punto de ansiedad e incertidumbre se genera un caldo de cultivo para que aparezcan algunos espacios que no comparten nuestros valores y que manejan un discurso que se puede resumir en estas frases: Quién me va a decir a mí que tengo que quedarme en casa, quién me va a obligar a usar barbijo. Si tengo dinero en el bolsillo, a mi nadie me puede poner límites.

Hace unos días vimos en todo el país protestas de los mediáticamente llamados “anticuarentena”, y aquí no hay que confundir a quienes van a esas marchas, claro que hay sectores políticos, pero también gente indignada y algunos arrastrados por el bombardeo mediático con el mensaje de una supuesta pérdida de libertad.

Porque el discurso que llevan adelante los medios de comunicación, parcializados muchas veces, es para poner en discusión la libertad. Como individuo soy libre y hago lo que quiero. Pero la libertad no es un individuo solo, hay un orden común, instituciones publicas con normas.

Los intelectuales orgánicos de la derecha, generalmente periodistas, economistas, intentan construir una idea antiestatista, generalmente son sectores acomodados, y lo hacen desde concepción de que las normas no van con ellos.

Estos intelectuales, enfocan el problema el Estado, y plantean que no debe intervenir en la vida social de los argentinos, su visión es la de un darwinismo social, el orden natural de las cosas, la evolución de la especie, libre competencia para que se salven los mejores, el débil queda en el camino. Socialmente están normalizados los valores de los neoliberales. La meritocracia, el sálvese quien pueda, la libertad mal entendida, el individualismo, etc.

Legitiman la idea de la desigual, como un horizonte deseable, y preocupantemente esto, empieza a tener sustento, particularmente en algunos jóvenes que empiezan a politizar por derecha, viendo como enemigo al Estado, se asientan en el individualismo y ese discurso los hace sentir cómodos.

Hay mucha ansiedad social, está creciendo cierta antipolítica, existe una especie de rendición a la brutalidad del mercado, pensando que la política no puede cambiar las cosas. Y ese es un caldo de cultivo peligroso es donde mejor arraiga la extrema derecha.

Pero el objetivo deseable debe ser otro, nosotros buscamos una sociedad de iguales.

Es una mentira que el virus no entiende de clases, esto como sociedad debemos entender, esta pandemia golpea fuerte a quienes viven en condiciones más duras, para quienes es más fácil contagiarse, más difícil aislarse. Un 60% de NNYA serán pobres a fin de año, la pobreza sigue aumentando, para muchos sectores son muy crudos los efectos económicos que produce esta crisis sanitaria. En una situación así, la continuidad de la pandemia genera mayor ansiedad y agrava las preocupaciones sobre todo de la gente de origen más humilde.

Los barrios populares, las zonas más empobrecidas de nuestro país que están siendo las más golpeadas por la actual situación, no habían logrado recuperarse de las consecuencias que dejó la crisis de Macri y les llego el COVID, provocando que las heridas que se abren se suman a las que aún no habían logrado cerrarse.

Tenemos que poner un freno y pensar…

Claro que debemos defender la Libertad, pero en una sociedad si una libertad cuesta dinero es un privilegio, hablar de libertad tiene que ser hablar de concentración de riquezas, sino la libertad es de los que mas tienen, de los que puedan pagarse esa libertad.

Es falsa la postura de que no quieren que el Estado intervenga, lo que quieren es que no intervenga a favor de los más vulnerables. El problema es cuando el estado quiere nivel la balanza.

Como mensaje a los espacios progresistas y a los ciudadanos que se permiten pensar otras ideas, la pelea principal no debe ser la critica a los neoliberales, aquí lo estamos analizando, estamos interpretando una realidad, pero nuestra preocupación debe ser por la positiva, debe ser por la construcción de certezas de que hay otra realidad, otros horizontes posibles.

Debemos ser capaces de imaginar una forma de vida distinta a las que nos propone el capitalismo.

Hay que construir un modelo contracultural, un modelo de vida contra el materialismo y hacerlo desde la construcción artesanal de los valores.

En gran medida esta nueva crisis impacta sobre una sociedad que ya era muy frágil. Pero esta crisis también nos permitió aprender que hay otras cosas importantes como cuidar afectos, respirar mejor aire, que la salud pública salva vida, que la empatía y la solidaridad también salvan vidas…

Es tiempo de avanzar en un sentido progresista, construyendo pueblo, desde una mirada de la sociedad mucho más diversa que oficialismo y oposición. Y construir pueblo no es solo construir un frente electoral.

Es militar y trabajar poniendo por delante a la gente, a toda la gente, a laque nos vota y a la que no nos va a votar nunca, hacemos esto por gente que a lo mejor nos detesta. No hacemos política para los convencidos. Hacemos política para todos.

Debemos volver a reivindicar la idea de comunidad y dejar de dirigirnos como si fuéramos sectores. Eso no implica renunciar a la diversidad, a la heterogeneidad, esto hace tres años sonaba viejo, pero la llegada del covid nos interpeló y nos dice que para salvarnos hace falta comunidad, hace falta solidaridad y hace falta Estado.

Debemos recuperar la política para que hable de lo más cercano: de lo que comemos, del aire que respiramos, de si dormimos bien o mal, de por qué no tenemos tiempo nunca para nada, de por qué nuestras ciudades son como son.

Las derechas no tienen una alternativa, las derechas ganaron diciéndole a mucha gente que se podían despolitizar sus sociedades, rebajar las tensiones, y que podían dar la misma protección social que los gobiernos populistas, pero con mayor ascenso social o mayor diferenciación del consumo, más la receta del orden público y la mano dura. Yo creo que fundamentalmente ganaron por los deméritos de los proyectos nacionales y populares que por méritos propios de la derecha. Ganaron como reacción.

Nosotros tenemos que ser muy cuidadosos para que la política no se convierta en un deporte privado entre políticos, que se dicen cosas en el Congreso o en entrevistas, sino que la política vuelva a convocar las expectativas, los deseos y la necesidad de dar confianza en las cuestiones que afectan a nuestro pueblo, a los sectores más golpeados. La política tiene que volver a ocuparse de la vida cotidiana. Porque sino lo que tenemos por arriba es un espectáculo de políticos gritándose entre sí y por debajo una vida cotidiana divorciada de los de arriba, hecha de ansiedad, de renuncias, de miedo al futuro. Y ese miedo al futuro, si los demócratas no le damos una expectativa de confianza social, de que como pueblo sabemos cuidarlos, vendrán otros que intentarán culpar a los más pobres. Intentarán culpar a los extranjeros, que vienen de afuera, al movimiento feminista, vendrán con ese discurso de derecha, fascista.

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