Hasta 2019 el gobierno estadounidense tenía menos de 3.000 autos con baterías eléctricas. El recambio podría demorar una década.
Cuando anunció la iniciativa Buy American (para fomentar la compra de bienes de industria nacional), el presidente de los Estados Unidos se comprometió a cambiar la “enorme flota de vehículos que posee el gobierno federal” por “vehículos eléctricos, limpios, fabricados aquí”. El anuncio de Joe Biden afecta a más de 600.000 camiones, camionetas y automóviles cuya enorme mayoría consume gasolina o diesel.
Dado que hasta 2019 el gobierno estadounidense tenía menos de 3.000 autos con baterías eléctricas, Ars Technica evaluó que cumplir con la medida “no será fácil”. La flota inventariada entonces contaba con un 63% de vehículos de gasolina o diesel, un 31% de flex-fuel (aquellos que consumen una mezcla de hasta el 85% de etanol) y un 4% de híbridos, que no se cargan con cable sino por la marcha misma del motor.
En las últimas dos décadas el Congreso aprobó varias leyes que ordenaron al gobierno federal una transición hacia automóviles, camionetas y camiones de mayor eficiencia energética y menos emisiones. Durante la gestión de Barack Obama hubo algún progreso: los híbridos pasaron de 1.766 en 2008 a 25.059 en 2017; los de combustible flexible, de 129.000 a 201.000
Además, los motores alternativos son más caros que los comunes: un automóvil híbrido de cuatro puertas costaba USD 5.200 más que uno convencional en 2017, y los eléctricos de carga por cable entre USD 8.700 y 15.300 más.
Y si bien en 2015 Obama promulgó un decreto para que las agencias federales incluyeran en sus planes la renovación del 20% de su flota por vehículos de cero emisiones, y luego subió la cifra a 50%, en 2018 su sucesor, Donald Trump, firmó a su vez una orden ejecutiva para cancelar esos objetivos. La cantidad de motores alternativos se redujo entre 2018 y 2019.