Sacha Baron Cohen representa a Aladeen, un tirano desopilante que desnudará las contradicciones de los sistemas políticos actuales. El humor de esta película producirá constantes sonrisas como así también activará el sentido crítico de los espectadores.
Esta semana les traigo para compartir mis impresiones sobre una película estrenada en julio de 2012: “El dictador”. Dirigida por Larry Charles, un cineasta estadounidense muy ligado a las filmaciones del género cómico. En su estado curricular, por decirlo de alguna manera, figuran películas como Borat y Bruno, producciones protagonizadas por el actor principal del film que hoy les estoy por reseñar: Sacha Baron Cohen. Este señor de nacionalidad inglesa es, también, guionista y productor. Seguramente lo reconozcan por su participación en la conocida Borat, esa historia desopilante de un reportero de Kazajistán que se dedica a recorrer y registrar, irónicamente, por qué EEUU es el mejor país del mundo.
En octubre, de este presente 2020, se lanzó, en Amazon Prime Video, Borat, siguiente película documental, una especie de continuación de este personaje kazajo y también protagonizado Sacha Baron Cohen (un falso documental irónico que expone las incoherencias y doble moral del primer mundo) Si no conocen a este actor inglés, los invito a dar una vuelta por sus películas como así también sus diversas participaciones en entrevistas falsas brindadas, por sus personajes ficticios, en famosos programas televisivos (bien desopilantes y picantes desde cualquier análisis) Para ampliar algo más sobre Sacha… podemos decir que tiene una disputa bastante profunda con el tan ignorante y desagradable Donald Trump. El próximamente ex mandatario yanqui ha expresado cosas como: “Siempre me ha querido engañar e involucrar con sus trucos”; “Muchas personas consideramos que Sacha Baron Cohen no hace reír a nadie”.
Después de las pasadas elecciones que lo tuvo como mal perdedor al rubio empresario, no se hicieron esperar las declaraciones, al respecto, del humorista inglés: «Yo tampoco te encuentro divertido, pero el mundo entero se ríe de ti. Siempre estoy buscando a gente que interprete a bufones racistas, y tú necesitarás un trabajo después del 20 de enero. ¡Hablemos!», tuiteaba hace unos días el actor. Posteriormente, dijo «Donald, has perdido el trabajo aunque sé que te ofrecí uno, pero tu comportamiento, a lo largo de esta semana, ha sido triste y trágico. Oferta retirada», remataba el actor en Twitter según relatan algunos medios como Cinemanía tras ver la negativa del mandatario a aceptar el resultado de las elecciones, que según él, han sido adulteradas.
Más allá de la curiosidad anterior, puedo agregar otra información más del actor: es una de las estrellas de la película recientemente estrenada en la plataforma Netflix: “El juicio de los 7 de Chicago”.
Me parecía interesante compartirles esos datos que rodean al trabajo como así también las posturas políticas e ideológicas de Sacha Cohen. Él tiene un gran talento y un sentido crítico bastante venenoso se podría decir. Elige suministrar dardos más que flores a la comunidad estadounidense considerada como del primer mundo. Con “El dictador”, asistiremos a una proyección irónica y ácida sobre el sistema democrático que siempre fue tan aclamado y considerado como gran símbolo de la libertad y derechos de las personas.
La película en cuestión, “El dictador”, abre el telón haciendo una dedicatoria bastante desopilante como especial: “En memoria de Kim Jong-il”, el famoso líder tirano norcoreano fallecido en 2011 y considerado, en el mundo occidental, principalmente por EEUU, como parte del eje del mal y representante de un sistema antidemocrático y mutilador compulsivo de los derechos de las personas. Así sin más preámbulos ni vueltas innecesarias comienza un film que irónicamente pone en juego dos ideas y sistemas opuestos: la democracia y la dictadura. Esta última estará representada en la figura de un dictador o tirano bien chistoso: Aladeen (calculo que resulta obvia la ironía al famoso Aladin de los cuentos orientales) Este líder supremo, por decirlo así, gobierna, como se le antoja, un país del norte de África llamado la República de Wadiya. Es costumbre, en él, plantear a sus subalternos ideas ridículas y mandar a ejecutar, sin grandes motivos, a aquellos que lo disgustan con irrisorias o profundas cuestiones.
Un humor bien actuado por Cohen que reafirma la construcción grotesca de una figura dictatorial. El tirano suele entenderse como ignorante, “cabeza de termo”, caprichoso, injusto, carnicero, lujurioso, misógino, superficial y derrochador. Estos calificativos están presentes, en la figura de Aladeen, y se alternan buenos chistes o escenas bien logradas, desde el punto de vista humorístico, como otras que no ostentan una calidad mayor (depende, también, del gusto del espectador) Aladeen emite una orden de degüello al científico más destacado e importante del país por hacer un cohete en forma redonda y no puntiaguda, bajo las escaleras de su morada hay una amplia colección de Ferrari y se mueve en una comitiva de vehículos blindados, acompañado y constituido por un séquito de hermosas guardaespaldas (su vida siempre está en peligro por lo que suele recibir atentados y necesita dobles).
Por su cama suelen pasar, bajo alguna jugosa remuneración, figuras del mundo del espectáculo y el cine (así lo podemos ver en su enorme colección de fotos que están pegadas en la pared de su lujoso cuarto: Arnold Schwarzenegger , Oprah y varias/os actores y actrices de Hollywood) Todas estas excentricidades están presentes en la figura del dictador de Wadiya (obvio que muchas de estas construcciones también forman parte del imaginario que el mundo tiene o los medios periodísticos nos hacen ver de los tiranos conocidos en nuestra actualidad).
La trama avanza y presenta un conflicto complejo para Aladeen. El mundo occidental está dispuesto a atacar a su país si no desiste en la fabricación de armas nucleares y no hay un llamado a elecciones democráticas (ya hemos visto todo esto en Irak y en la figura de Sadam Huseín o Muamar el Gadaffi, por ejemplo) Es ahí en donde el tirano, Aladeen, por sugerencia de su tío Tamir (representado por el conocido actor Ben Kingsley), decide viajar a EEUU a hablar ante las Naciones Unidas.
No es mi intención contar más de la cuenta, por ahí sí, agregar, que en suelo estadounidense Aladeen debe defender las bases de un sistema que aparenta ser la peor basura que nuestro mundo experimenta o experimentó. El humor va ir mostrando las contradicciones o acciones desopilantes de un personaje excéntrico que está, en comitiva, paseándose en camello por las calles de New York y una multitud se encuentra repudiándolo. Todo se complica para el tirano de Wadiya cuando su tío decide “cobrarse” el poder que le ha sido negado cuando Aladeen es nombrado, por su padre, como líder supremo (su progenitor consideraba que él defendería, a raja tabla, el apreciado oro negro que emana de sus tierras) Hay una orden de Tamir para mandar a mejor vida a Aladeen, algo que no puede cumplirse del todo ya que el tirano logra “zafar” con la ayuda de una activista. El humor va a ir estando presente en la forma de entender la vida por parte del tirano y lo contradictoria que es ésta para el mundo occidental: las mujeres tienen presencia, hay libertad de todo tipo, etc. Pongo un enorme freno a esta forma excesiva de contarles. Invito a ustedes a seguir viendo cómo se desencadenan los hechos y cierran una historia desopilante.
Me gustaría sí detenerme en la oposición que plantea el film: democracia y tiranía. Lo que se hace en nombre de una como de la otra sí forma parte de un largo y extenso debate. El humor que se va desarrollando en “El dictador” es crítico con los dos sistemas a pesar de que he leído en algunos portales de internet que hay como una especie de romantización de los dictadores y sus sistemas con esta película. Aladeen es una figura grotesca y deshumanizada, en algún punto, y el sistema dictatorial ejerce, con mano dura y sanguinaria, el poder, de eso no quedan dudas. Pero bajo los interesantes argumentos de la democracia y las libertades económicas, empresariales e individuales se produce también el saqueo, como será el futuro destino de la República de Wadiya cuando el falso Aladeen firme los cimientos del establecimiento de una nueva constitución en su país.
Se podrán vender los derechos petroleros a las grandes multinacionales que harán lo que se les plazca con esos recursos del país como así también con aquellos habitantes que estén, desgraciadamente, asentados en las zonas de excavación (modificar una constitución para poder realizar grandes negociados y no para generar cuestiones que tengan que ver con disposiciones que mejoren la calidad de vida de una población) Hay grandes segmentos irónicos de todo lo que la plata puede comprar en el uso de la libertad: vivir al lado de George Clooney o tocársela a Tommy Lee Jones por una considerable cifra.
En la parte final, cuando Aladeen logra interrumpir la firma de la nueva constitución para Wadiya, el tirano grita a los cuatro vientos: “Esta constitución no es más que una licencia para que las compañías petroleras e intereses extranjeros destruyan mi amada Wadiya. (Wadiya) seguirá siendo una dictadura”. Ante el repudio de una sala plagada de funcionarios y medios, el tirano agrega: “¿Por qué se oponen tanto a los dictadores? Imagínense si EEUU fuera una dictadura. El 1% podría tener toda la riqueza del país. Enriquecerían más a sus amigos ricos bajándoles los impuestos y recatándolos cuando corren riesgos y fracasan. Podrían ignorar las necesidades médicas y educativas de los pobres. Sus medios parecerían libres, pero realmente los controlaría una persona y su familia. Podrían intervenir teléfonos, torturar a reos extranjeros. Podrían arreglar las elecciones. Podrían mentir sobre por qué van a la guerra. Podrían llenar sus cárceles con un solo grupo racial y nadie se quejaría. Podrían usar los medios para espantar al pueblo y hacer que apoye políticas contra sus intereses. Sé que esto es difícil de imaginar para los americanos, pero por favor traten” .
Sí queridos amigos, en esta película hay un gran manifiesto sobre lo que se dice combatir y lo que se práctica en el primer mundo. La palabra Democracia está manchada por cosas que dice que deben extirparse o evitar. “El dictador”, en su sutileza y desfachatez humorística, es capaz de hacernos reír, aunque también producir una enorme “apertura de bocho”.
Si quieren ver una película que recorra un humor sencillo, pero profundamente crítico, esta es una para satisfacer esa necesidad, espero sus comentarios, hasta la próxima amigos.
Por Javier Dávalos para Alegre Distopía, un programa de música, literatura y artes varias que imprime una mirada irónica y humorística a estos tiempos distópicos. Escuchalos todos los jueves de 17 a 19 horas por FM La Plaza 94.9