Cantante y compositor, desde muy chico se vinculó a la música, en el colegio primero y al terminar se dedicó a ser solista hasta que llegó una propuesta para armar un grupo vocal orientado al folklore, en un momento complicado para la música, pero apostó ahí y transitó por los escenarios más importantes, no solo de la Argentina. Hoy, nos recibió en su casa, Daniel “Cabuchi” Cuevas.
Nos aprovechamos y nos cantó algunos de sus primeros temas y, como primicia, una de sus últimas canciones. Nos cuenta quién lo sorprendió para grabar sus temas y para invitarlos a cantar. No te pierdas la nota
El Influencer: Empecemos por el principio. Contanos, ¿cómo fueron tus inicios en la música. ¿Dónde nace Daniel Cuevas, músico, cantautor y como arranca?
Daniel Cuevas: Quizás como un juego desde jardín, desde el primer grado. Evidentemente alguna maestra de música en ese tiempo, allá en el barrio San Remo, vio algunas condiciones, algunas cualidades artísticas en mí. Y bueno, desde ahí empecé a salir en todos los actos, en todos los eventos artísticos que se hacían en la escuela hasta séptimo grado. Empecé a recitar, a cantar mis primeras canciones y luego ya a representar a la escuela. En ese tiempo se hacían mucho este concurso de escolares de la canción de folklore, todo eso. Me tocó ahí arrancar con todo esto que después se iba a convertir en el mi oficio, en mi modo de vida y en mi elección para más allá que para que se convierta en mi trabajo y en mi oficio. Y poder disfrutar de lo que amo hacer.
E.I.: Pero debe haber sido difícil, ¿no? Porque decidir que ser músico hace ya algunos años, ¿y de qué vas a vivir?
D.C.: Si, y en ese tiempo que yo empecé a cantar y el folklore no era negocio, hubo una meseta en la que en la que nadie grababa folclore, no había tantos festivales. Entonces no estaba visto como como un oficio, como un trabajo. Llegó el tiempo ese de los años 90, cuando lo volvieron a resurgir al folklore y Los Nocheros, La Sole, aparecieron ahí muchos artistas que volvieron a reflotar y volvió a ser importante para las compañías discográficas. Volvieron a hacerse festivales que se habían dejado de hacer en durante 15 o 20 años. A nosotros nos agarró ya adolescentes cantando y con toda esta pasión, ya dedicándonos, más allá de que en ese momento no era negocio ni era un oficio.
Entonces agarramos este resurgir del folclore. Ahí llegó la propuesta de Mario Teruel de formar un grupo y se formó Vale 4 con tres amigos, donde empezamos a recorrer el país y los festivales de manera más profesional.
E.I.: Esa época tiene que ver un poco con aquel viejo tema de Facundo Saravia: “Si seguir con 20 años afinando una guitarra, venite para el folklore” porque estaba vaciado.
D.C.: Claro, claro. Bueno, esas letras cuentan lo que pasaba en esa época. Los referentes seguían siendo Los Chalcha, Los Cantores (del Alba) o Los Fronte y luego aparecieron, como te decía, Los Nochero, después El Chaqueño, y estaba la invitación a los chicos, los adolescentes a sumarse para el folklore. Y ya se venía produciendo un movimiento artístico que también aparecieron las nuevas canciones del Yuyo Monte. En ese tiempo aparecieron nuevos poetas, nuevos cantores, nuevos músicos y nuevos instrumentos, y una nueva manera de hacer la música folklórica porque pasamos del cambio ese de tocar con guitarras criollas, con bombo, a la batería, el bajo, a guitarras eléctricas, saxo, a sonido mucho más relacionado con otro tipo de música.
En ese momento, y por una cuestión cultural, por el mismo devenir de la vida tuvimos que ponernos acorde a los nuevos tiempos y para sumar a la gente joven y a los chicos también, vimos que era necesario.
E.I.: Hubo mucha resistencia también de la gente que quedó con el folklore de los 70…
D.C.: Pero es como todo cambio, como toda transgresión, como todo renovarse, siempre va a haber gente que se rehúsa. Eso no pasa con la ropa, pasa con la moda, pasa con la cultura, pasa con la música, con la poesía. Por supuesto que hay gente que le cuesta aceptarlo, y hay gente que más predispuesta a recibir y a darse cuenta que esto es parte de ponerse a la altura de un de un nuevo tiempo.
Yo nunca he renegado de eso. De hecho, hoy en día sigo escuchando el folklore tradicional de Los Manseros, de Los Cantores del Alba, de Lo Fronterizos. Me encanta y me apasiona, y he aprendido muchísimo de ellos y sigo aprendiendo.
E.I.: ¿Cómo fue arrancar con Vale Cuatro?
D.C.: Fue toda una cosa nueva también para mí, porque yo venía siendo solista desde chiquito. Tuve la suerte de presentarme en muchos festivales como solista y cuando llega la propuesta de integrar un grupo, era todo un desafío, porque venía de la mano Los Nocheros en la parte de la producción, que ellos ya eran número uno, y nos iban a posicionar en un lugar que para nosotros estaba buenísimo.
Pero también era un desafío grande, porque yo al ser solista no sabía hacer voces, no sabía hacer coro. Tenés que aprender un montón de cosas, como si tuvieras que aprender a hablar a los veinte años. Entonces te ves en algo totalmente distinto porque como solista hace solamente primera y no estás preocupado si tu volumen tapa a tu compañero, si en esta parte haces segunda y tenés que bajar un poco la voz, si tenés que matizar con coros.
Gracias a Dios tuve unos compañeros que me enseñaron todo eso, donde aprendí muchísimo y crecí, por supuesto. Estar en Cosquín, y en todos los festivales grandes del país, de la mano de Los Nocheros, de la producción de ellos.
E.I.: A la par Pablo también escribías canciones propias.
D.C.: Yo empecé a escribir desde los 12 o 13 años, empecé a intentar escribir mis primeras canciones y recién en el tercer disco de Vale 4 nos animamos a grabar algunas canciones de nuestra autoría. Y es allí donde nace toda esta inquietud de también apostar a uno como autor y compositor.
E.I.: ¿Como llega este Daniel de Vale 4 a irse y formar Los Izquierdos de la Cueva? Porque hubo también una transición, en esa transición de empezar o retomar con el folclore, también los agarró los cambios de la industria de la música, porque antes el negocio era grabar CD y venderlos, y después dejó de ser negocio porque al ser todo digital el negocio está en otro lado.
D.C.: Sí, sí, como vos decís. Sí, a mí me agarró esa transición. Yo me fui de los Valle y tuve la oportunidad de hacer una gira con Los Nocheros, reemplazándolo a Jorge, que en ese tiempo estaba con una neumonía. Así que tuve un mes y medio de gira con ellos, que fue algo muy lindo. Después lo hablé al Tony y armé Los Izquierdos de La Cueva pensando en darle más opciones a la gente y a los temas propios, en apostar a trascender también como autor y compositor, y eso hicimos desde el primer disco y la gente nos permitió hacer una carrera y seguir componiendo.
Y gracias a ese disco y que se conozcan las primeras canciones, llegaron un montón de artistas referentes de todo el país que comenzaron a confiar y a pedirnos canciones. Llegó un día Abel Pintos y me grabó, Los Manseros, El Chaqueño, Los Nocheros, Canto 4, Los Huayra, La Sole, Los Tekis, bueno, tuvimos la suerte de que casi todos los artistas nos grabaron y eso nos permitió aparecer como autores y compositores y hacer una carrera paralela a lo que veníamos haciendo cantando.
Como vos decis hoy el negocio se convirtió en otra cosa, ya el disco prácticamente ha dejado de circular, y vamos camino a que desaparezca. Hoy uno sube canciones a los formatos digitales y nos estamos terminando de acomodar a estos cambios, porque hoy vale más grabar una canción y hacer un buen video, que hacer un disco.
E.I.: Antes había que luchar con la piratería y hoy el mismo artista comparte sus temas en las redes sociales y esto te llevó a sufrir dos cambios muy grandes en tu vida musical.
D.C.: Si, de eso se trata también la misma vida, de adaptarte a los cambios y no quedarse, y tratar de hacerlo de la mejor manera posible. Y la misma pandemia también aceleró todo esto porque nos dejó sin festivales, ni peñas y nos obligó a mantener el contacto con la gente de manera digital por las redes sociales, haciendo streaming, shows desde casa.
E.I.: Y sirvió para sacar a la gente de la angustia…
D.C.: Nosotros decimos que nos dimos cuenta, hoy que volvimos a los escenarios y que vemos la felicidad de la gente y de la manera que explota en los festivales y las peñas, que así como es importante la medicina y cuidarnos, cuán importante es la música en nuestras vidas, porque de verdad he recibido miles y miles de mensajes y de muestras de que la música es sanadora, de lo importantes que son los artistas para nosotros.
Así que tenemos un compromiso mucho mayor todavía y cada vez que vamos que un festival o peña lo vivimos quizás de manera más especial que antes de la pandemia
E.I.: ¿Cómo es hoy volver a un escenario? Me imagino que la adrenalina debe ser incluso más fuerte que la de hace 20 años, pero si la perdes, perdes hasta las ganas de seguir
D.C.: Si, pero el que es apasionado por su trabajo, canta con la misma pasión para dos personas que para 20 mil, entonces la gente se da cuenta de esas cosas, cuando ven que una persona se apasiona por lo que hace y transmite ese amor, les llega.
E.I.: ¿Cuál fue el escenario más difícil?
D.C.: Más que el escenario fueron los momentos. Cuando tenía 20 años y Los Nocheros nos arman la primera gira y fuimos a Jesús María y Cosquín, nos tocó ese momento. Me acuerdo que una noche estaba Julio Mahárbiz abriendo Cosquin y desde el otro lado de la cortina saltando y corriendo con una adrenalina de no creen en el lugar que estábamos, en el lugar que habíamos soñado estar, y de repente encontrarse en ese escenario a punto de que se abra el telón y no solo cantar para 10 o 15 mil personas sino para el país y el mundo por intermedio de la televisión.
E.I.: El arranque de Los Izquierdos de la Cueva no fue fácil porque además ustedes cantaban más en Bolivia que aquí.
D.C.: Justo se dio que nos armamos con Los Izquierdos de la Cueva en el 2001, que fue en medio de otra crisis tremenda, y las compañías discográficas dejaron de grabar y dejaron de hacerse festivales, estaba todo el país dado vuelta y nos tocó esperar unos 2 años a que las cosas se vuelvan a acomodar, y fueron tiempos difíciles y hacíamos peñas y nos tocó ir mucho a Bolivia mientras acá estaba todo en llamas.
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