Esta semana traigo para compartirles mis impresiones sobre una serie surcoreana estrenada en 2021: “El juego del calamar”, escrita y dirigida por Hwanng Dong-hyuk. Su primera y única temporada, proyectada hasta el momento, está dividida en nueve capítulos y se encuentra disponible en Netflix.
“El juego del calamar” desarrolla una trama simple pero cargada de matices reflexivos y críticos con respecto a la sociedad, sus individuos y, por sobre todo, el dinero. En su idea general, éste será el gran mal de la actualidad y causante principal, para el colmo, de la triste división clasista entre ricos y pobres. La plata y su uso o abuso será la generadora de las peores exclusiones y deslices más turbios. Carecer de ella imposibilitará cubrir las necesidades básicas y tenerla, en abundancia, generalmente, sacará, en los mortales, cualidades para nada positivas. En el presente mundo mercantil, no tenerla implicaría estar muerto en vida y sería una invitación casi ineludible a coquetear con el delito.
Con esta cuestión de base, la historia de la serie agrupará a 456 personajes que tienen la ingrata y oscura cualidad de ser personas en situaciones socioeconómicas desesperantes. Muchos de los protagonistas tienen inconvenientes o conflictos con la ley producto de actividades ilícitas. Algunos están desbordados por los vicios de los juegos de azar, otros son desempleados o poseen deudas con tenebrosos acreedores. Es posible encontrarse, también, con acusados de mala praxis, estafadores. En pocas palabras, no existen demasiados méritos en todos ellos sino más bien los agrupa una serie de defectos. Sin dudas es una trama de antihéroes.
Los primeros capítulos hacen quizás presuponer, para mal, que estamos a punto de consumir alguna ficción de escasa profundidad. Los episodios iniciales que agrupan a guardias singularmente vestidos de rojo con máscaras oscuras y figuras geométricas, escenografía infantil al estilo salón de niños y juegos característicos de las primeras edades, crearán todo un ambiente muy ficcional que podrá alimentar esta idea o prejuicio más bien.
El desarrollo del film irá poniendo sobre la mesa lo serio del asunto. Así, por ejemplo, cuando los juegos vayan desplegándose y sus reglas sean incumplidas comenzará la verdadera proyección de los hechos y los participantes. El telespectador entenderá por dónde viene la mano: el descarte o eliminación del juego implica el paso a mejor vida, la muerte en pocas palabras. Justamente cuando las balas empiecen a condimentar la trama y los hechos, florecerá, en la escena, las grandes cuestiones humanas: la vida, muerte, plata, amor, familia, los ricos, pobres, los excluidos y hasta la propia economía. Todas éstas estarán presentes a lo largo de los distintos capítulos e irán acompañando el desarrollo de los juegos infantiles desplegados en escena: luz roja, luz verde, panal, la cuerda, las canicas, puente de cristal y el juego del calamar.
La supervivencia, gran tema para connotar en la serie, será el puntapié inicial para el muestreo de las miserias de las personas como así también el sentido humanitario de Seong Gi-hun. Con él se cuestionará las ambiciones personales y económicas, se revalorizarán las vidas de estos marginales o miserables cuya muerte o destino fatídico ya estaba escrito en sus pocas célebres vidas.
Un ambiente más oscuro se irá gestando ya en los capítulos finales. Allí los hilos que pueden mover los ricos, los vips en la trama, serán una dura imagen para alimentar la idea de por dónde viene la mano en el mundo: los pobres y sus descartables vidas están sujetas a los caprichos mercantiles y sínicos de un sector socioeconómico que se divierte (vive) a costilla de casi todos.
La serie logra construir un plano simbólico interesante con una narración audiovisual sencilla, concreta y directa. Tiene una fotografía de excelencia que despliega todos los “chiches” del mundo cinematográfico como así también, está acompañada por una deslumbrante banda sonora. Ellas se ensamblarán, perfectamente, a una artística de primer nivel y construirán un arte mercantilista. Uno pensado para llegar a la masividad y, por supuesto, la venta. Una proyección no sólo enfocada en el entretenimiento con contenido sino también como un producto comercial.
Sin dudas “El juego del calamar” no es una ficción inocente y completamente alejada de los grandes temas sociales y humanos. “La brecha entre ricos y pobres se volvió aún más grande, la gente que sufre es cada vez más y, encima de todo esto, sucedió la pandemia del coronavirus lo cual agravó la desigualdad entre los países más ricos y los más pobres. En ese sentido, El juego del calamar ya no es una propuesta tan extraña y se vuelve cada vez más una historia realista», expresó el director de la serie en diálogo con varios medios latinoamericanos. Cada capítulo es una invitación constante a la sorpresa, al entretenimiento como así también al desarrollo crítico sobre el hombre y sus males.
Si te interesó todo lo que te comenté, la invitación está realizada.
¡Hasta la próxima estimados y estimadas!
Por Javier Dávalos para Alegre Distopía, un programa de música, literatura y artes varias que imprime una mirada irónica y humorística a estos tiempos distópicos. Escuchalos todos los viernes de 22 a 00 horas por Radio Nacional Salta – AM690 o FM 102.7