Por Diego Comba
Argentina fue el único país que no condenó el intento de golpe de estado en Bolivia.
Mientras se llevaba a cabo el intento de Golpe de Estado en Bolivia, todos los países de la región, sea a través de sus cancillerías, o a través de las cuentas personales de sus presidentes, además de una multitud de dirigentes políticos, encendieron las redes sociales repudiando este lamentable hecho para la democracia boliviana.
A este repudio se sumaron Luis Almagro, secretario general de la OEA y dentro de Bolivia se alzaron las voces de los expresidentes Carlos Mesa y Jeanine Añez, por citar algunos de los cientos de dirigentes políticos, sociales y sindicales de Bolivia, alineados o no con el Gobierno Nacional, en contra del intento de golpe encabezado por el general Juan José Zúñiga, y en defensa del orden democrático.
En Argentina, dirigentes de casi todos los espacios políticos hicieron lo propio, pero por parte del Gobierno Nacional, con Javier Milei a la cabeza y el resto de sus funcionarios y socios políticos, no hubo más que silencio, que bien podría ser interpretado como un silencio cómplice del intento de Golpe, pues no deja de llamar la atención que no haya habido ni una voz oficial que se pronuncie en favor de la democracia, que es superior a la coincidencia o disidencia política que se pueda tener con el presidente Luis Arce.
Un gobierno elegido democráticamente, no debe, bajo ningún concepto, permanecer en silencio mientras haya en la región un intento de golpe que haga tambalear el orden institucional y democrático, como lo que sucedió en Bolivia, y tiene el deber moral, ético y político de condenarlo, porque a la democracia se la mejora con más democracia, nunca con menos, y es este mismo sistema el que tiene los resortes institucionales para procurar que cualquier crisis institucional sea resuelta sin violencia y sin que se altere la voluntad del pueblo, que es quien eligió a Arce y quien debe decidir, a su debido momento, quien será su sucesor.