Dada la acertada suspensión por motivos de Salud Pública del tradicional desfile de gauchos que homenajea y conmemora el paso a la eternidad de nuestro héroe nacional Martin Miguel de Güemes, este año deberemos recordarlo exclusivamente, enhorabuena, por su obra, su vida y sus luchas, que no fueron pocas y son, en definitiva, lo que debe quedar de nuestro héroe patrio.
“A los catorce años, Martín Miguel de Güemes ingresó en la carrera militar incorporándose al ‘Fijo de Infantería’ que estaba acantonado en Salta. Desde allí partió con su regimiento a Buenos Aires, donde participó en la defensa durante las invasiones inglesas como edecán de Santiago de Liniers. Fue entonces cuando protagonizó un hecho insólito: la captura de un barco por una fuerza de caballería. Una violenta bajante del Río de la Plata había dejado varada a la goleta Justine, que venía bombardeando intensamente la ciudad, y Liniers ordenó que un grupo de jinetes al mando de Güemes aprovechara las circunstancias para abordarla y capturarla. Güemes y su gente, a puro sable y lazo, tomaron la Justine y apresaron a toda la tripulación”, nos cuenta Felipe Pigna en su nota ‘el padre de los pobres’.
Su compromiso y tenacidad con la causa nacional de la liberación era lo que lo mantenía en pie pese a la escasez de recursos e interés del centralismo porteño en su lucha, priorizando las peleas internas que la independencia y la organización nacional de las provincias unidas del sud. Güemes sostenía su defensa en cumplimiento de las ordenes de San Martin quien se encontraba en Chile por avanzar hacia el Alto Perú, el avance de las tropas realistas por los territorios que defendía Güemes podían destruir el plan continental de San Martin, he aquí su esencial posición.
Cuando le tocó ser gobernador de Salta, Güemes jamás dudó un segundo de su objetivo, su fortaleza y sus convicciones le permitieron acercar cuanto voluntario existiera para engrosar sus gauchos libertadores, ‘los únicos que no eran voluntarios, los que no mostraban la mínima voluntad de contribuir con la revolución, eran los miembros de la mal llamada “clase decente” de la sociedad salteña’. Ello se debía a que Güemes, como gobernador de Salta había suspendido el comercio con el Alto Perú porque sabía que era la fuente de abastecimiento del enemigo de caballos, mulas y víveres.
Güemes siempre se las ingeniaba para poner a disposición de San Martín hombres y recursos para apoyar por tierra la expedición del libertador al Perú, incluso debió enfrentar al propio gobernador de Tucumán Bernabé Aráoz y sus cómplices, los hacendados salteños, quienes integraban en su mayoría el Cabildo de Salta, los que a la postre juntos conformarían ‘la Patria Nueva’, en oposición a los compañeros de Güemes, conocidos como ‘la Patria Vieja’, la situación de Güemes no podía ser peor: Aráoz, aliado a la Patria Nueva, lo acosaba desde el sur; el jefe realista español Olañeta avanzaba desde el norte.
El Cabildo de Salta, que le negaba toda colaboración y trabajaba para derrocarlo, logró finalmente su cometido el 24 de mayo de 1821. Bernardo Frías lo cuenta así: “… no se preparó de otra manera un juicio político, porque no se lo conocía en los usos públicos, donde el acusado gozara de garantías al menos de las sagradas de la defensa, ya que no se encontraría la imparcialidad en tal clase de jueces, sino se trató de dar un golpe de estado liso y llano… los cabildantes ordinarios habían confeccionado lo que llamaron ‘Manifiesto’ que constituía una verdadera acusación contra el gobernador Güemes. Empapados de los odios más intensos que agitaran jamás el corazón humano, aquel documento tocaba inauditos extremos. La verdad quedaba en él tronchada, la virtud desconocida y la justicia para nada consultada. Así se desconocía en Güemes toda bondad; se le negaba toda aptitud y méritos en la guerra de la independencia; se le echaban en rostro como delitos los mismos actos merced a los cuales había salvado la patria; y lo que era más cruel, se le atribuía a su despotismo personal todos los males que se sufría, todas las ruinas que en Salta había causado la guerra tenaz sostenida contra los ejércitos españoles” (Historia del Gral. Martin Güemes, pag 70/71, Tomo V)
Cuando Güemes se enteró de la canallada perpetrada por los hombres de la Patria Nueva, se encontraba en Jujuy, partió inmediatamente hacia Salta con unos doscientos de sus hombres más fieles, el 31 de mayo de 1821 llegó a la entrada de la ciudad, la gente pobre, sus gauchos, fueron abandonando sus labores y comenzaron a seguirlo y lo llevaron en triunfo hasta la plaza principal. Pese a recuperar el gobierno Güemes sabía que la patria estaba en peligro, por ello debió tomar una serie de medidas, aumentar los impuestos y continuar con su política de reparto de tierras y de liberar del pago de arriendo a las familias que tenían algunos de sus miembros comprometidos en la guerra gaucha, que eran la mayoría, recursos que le permitían engrosar sus libertarios ya que no llegaban del gobierno central.
La fatídica fría noche del 7 de junio de 1821, empezó con la guía de la vanguardia española conducida por José María Valdés, apodado “el Barbarucho”, un coronel salteño que estaba a las órdenes del ejército español, guiados por algunos otros vengativos hacendados salteños, que avanzaron hasta ocupar Salta rodeando esa noche la plaza principal, Güemes había trasladado su casa habitación y las oficinas del gobierno a una de las casas de don Manuel Antonio Tejada, al lado de la de su hermana Magdalena, sobre calle de la Victoria, nombre impuesto en homenaje a la Victoria de Belgrano en la Batalla de Salta, que hoy, curiosamente, se llama España; allí cenaba cuando ocurrió el hecho, Güemes había enviado hacia el lado de la plaza a practicar una diligencia administrativa a uno de sus ayudantes, don Luis Refojos, y el encuentro de este con la partida del rey había causado el disparo de sus armas, enterado empezó su huida junto a su escolta, todas las calles por donde podía salir estaban tomadas, cuando ya Güemes salvaba el puente que daba paso al tagarete de Tineo (hoy Balcarce y Belgrano) una bala alcanza herirlo mortalmente, penetrándole por la parte inferior del espinazo y desgarrándole la ingle derecha, llegó gravemente herido a su campamento de Chamical.
Finalmente, fue trasladado a la Cañada de la Horqueta, donde pasó sus últimos diez días de vida. En dos ocasiones, el jefe español Olañeta le envió emisarios, ofreciéndole médico y remedios para sobornarlo. Nada de ello fue aceptado, y falleció diez días después.
Su reconocimiento llegó mucho después, no en la plaza central de Salta que actualmente se encuentra el Gral Arenales, sino en la plaza de los suburbios, lejos del centro de la ciudad de Salta, construyeron su monumento, que hoy, por esas cosas del mercado inmobiliario, resulta ser una de las zonas más lindas de Salta, aunque probablemente ese no haya sido el objetivo de su originaria ubicación.
En 1909, el Congreso Nacional sancionó la Ley 6285 que ordenaba la creación oficial de la Comisión Nacional del Centenario de la Revolución de Mayo. Su artículo 14 decía: “Erigir en la Ciudad de Salta una estatua ecuestre al Gral. Güemes”, recién el 20 de febrero de 1931 el Monumento a Güemes fue finalmente inaugurado.
En el año 1949 mediante ley 2345 (original 1067) se instituyó el feriado provincial, y luego recién en el año 2016 el feriado nacional mediante ley 27258, mientras aguardamos que por estos días se anuncie que su figura se inserte en algún billete de circulación nacional, honramos a Güemes por su eterna lucha, como prócer nacional de nuestra independencia en el bicentenario de su fallecimiento.