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Hace 50 años Monzón noqueaba a Benvenuti

Fue un recto de derecha preciso y mortal. La cabeza del italiano Nino Benvenuti se bamboleó de lado a lado y su cuerpo quedó inerte en su propia esquina. Ocurrió un 7 de noviembre de 1970, el día en que Carlos Monzón se consagró campeón mundial de los medianos.

La pelea parecía que iba a ser un trámite para Benvenuti (32 años), campeón del mundo, con fama de sex symbol y todo a favor, pero el santafecino de 28, tenía tantas ganas de quedarse con todo que se lo demostró a fuerza de golpes y un nocaut impresionante.

Al duelo con Benvenuti el morocho santafecino llegó con 80 peleas como profesional, con tres caídas, y antes de emprender el viaje aseguró: “Para mí no es peligroso, para él soy peligroso porque pego con las dos manos”.

“A todos los argentinos que se queden tranquilos que haré lo posible para traer el título mundial para Argentina”, dijo Monzón en una entrevista en pleno aeropuerto internacional de Ezeiza.

Monzón llegó con el problema del raquitismo en las manos, que siempre afectó su carrera, y que hacía que el médico -Roberto Paladino- deba infiltrarlo para poder soportar cada combate.

Pero para la pelea con Benvenuti Paladino no viajó a Italia, porque no daba el presupuesto, y por ese motivo Amílcar Brusa y Juan Carlos “Tito” Lectoure, entrenador y promotor de Monzón, debieron salir a buscar alguien que pudiera infiltrarlo.

El que ayudó a la delegación argentina fue un entrenador de fútbol, Juan Carlos Lorenzo, quien dirigía en la Lazio, y llevó al médico del plantel para hacer la infiltración, según cuenta Carlos Irusta en su libro “Monzón, la biografía definitiva”.
Pero el médico contactó a Brusa con un doctor argentino que logró darle la infiltración a Monzón, con la salvedad que el efecto duraba solo una hora.

Sin embargo, el médico de la Lazio se negó a inyectarle la medicación y lanzó una frase contundente: “Tiene las manos podridas”. Por lo que el “Toto” Lorenzo llevó a dos facultativos argentinos.

Poco faltaba para la pelea y los médicos no llegaban, por lo que vestido de boxeador, Monzón los esperó en el lobby del hotel. Llegaron. Cada uno intervino una mano y así se fueron a la pelea.

Los efectos de la anestesia duraban una hora, y entre la llegada y todo los preparativos, Monzón podía llegar hasta el sexto round. El Palazzetto dello Sport fue el escenario elegido y dentro había 16.000 espectadores.

Alfredo Capece, quien era sparring de Monzón, empezó a darle golpes a la pared que era la medianera del vestuario de Benvenuti. Cuando salió y le preguntaron unos periodistas qué eran esos ruidos, contestó que el santafecino estaba entrando en calor pegándole a las paredes. Algo que lógicamente no podía ser.

La pelea se transmitió por Radio Rivadavia, con los relatos de Osvaldo Caffarelli y Santos Nicolini (quien compró los derechos) un round cada uno, con los comentarios del inolvidable Horacio García Blanco.

Desde el inicio, Monzón se plantó en el centro del ring y Benvenuti -quien casi no había entrenado para la pelea- fue dominado en todo momento y cuando transcurría el duodécimo asalto, de la pelea pactada a 15, llegó la definición.

Brusa le dijo a Monzón en el descanso del 11 al 12: “Ese hombre está muerto, Carlos. Vaya y póngalo nocaut”. Monzón se paró, encaró a Benvenuti, lo preparó con la izquierda y sacó un latigazo de derecha que derribó al campeón.

Por el logro histórico, que marcaría el puntapié inicial de otras 13 defensas exitosas de su cetro, Monzón cobró 7.855 dólares, y otros 9.000 que le regaló Lectoure por los derechos de radio y televisión que le correspondían al gerente del Luna Park.
En su libro Irusta recuerda que años más tarde, en una entrevista, Monzón le confesó que: “Esa noche, si podía, a Benvenuti lo mataba”.

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