Silvia Schujer nació en Olivos, provincia de Buenos Aires. Cursó el Profesorado de Literatura, Latín y Castellano y asistió a numerosos cursos de perfeccionamiento en el área de las Letras. Fue directora del suplemento infantil del diario La Voz y realizó colaboraciones en distintos medios gráficos. Participó en Cantaniño y ha desarrollado una importante labor orientada a los niños en la Secretaría de Derechos Humanos del gremio de prensa y ha sido coordinadora general del Departamento de Promoción y Difusión de Libros para Chicos y Jóvenes de Editorial Sudamericana. En reconocimiento a su labor literaria ha recibido numerosos premios y distinciones. Entre otros, el Premio Casa de las Américas 1986 por su obra “Cuentos y chinventos” y el Tercer Premio Nacional de Literatura por “Las visitas”, otorgado por la Secretaría de Cultura de la Nación, Buenos Aires, 1995. Además, integró la lista de honor IBBY en 1994. Entre sus más de setenta obras publicadas se encuentran: “Oliverio Juntapreguntas”, “Puro huesos”, “La abuela electrónica”, “Canciones de cuna para dormir cachorros”, “Pasen y Vean”.
De chica soñabas con ser música, pero, de pronto, se te despertó la curiosidad por la literatura infantil. ¿Cómo se dio ese proceso?
Fue un proceso largo. De chica estudiaba música, mi sueño era dirigir una orquesta. Después de descubrirme como lectora me fui volcando más para el lado de las letras, encontré esa forma de expresión como la que más me atrajo. Fui una madre muy joven, empecé a escribir para mi hijo. Tengo un cuento que lo explica: todas mis impericias domésticas las iba paliando a partir de hacerle cuentos a mi él. A partir de ahí me di cuenta que la literatura infantil me abría otras puertas, una puerta de comunicación con mi hijo, cosa muy importante para mí en ese momento. Y me fui quedando, me divertía mucho haciéndolo, y fui juntando mis tres amores: mi hijo, la música y las letras, ya que empecé escribiendo canciones infantiles. Después el músico terminó siendo mi hijo, y yo definitivamente me quedé en la literatura.
“Los versos de la Niña Lápiz” es un hermoso libro de poesías que vos le dedicás a Tim Burton (reconocido cineasta y escritor estadounidense) y más precisamente a su libro “La melancólica muerte del chico ostra”, donde se mezcla lo macabro, la crueldad, la ternura y lo poético. ¿Pensás que esos temas se pueden abordar desde la literatura infantil?
Yo creo que desde la literatura infantil se puede abordar todo lo que uno cree que puede compartir con un chico, cada uno sabe lo que es eso, no hay una verdad universal. Hay temas que no podría desarrollar en mi literatura. “La melancólica muerte del chico ostra”, de Tim Burton, tiene todo lo que vos decís. A mí me impactó mucho su lectura y también me influenció. Yo se lo dediqué porque esa mezcla de ser y objeto con la cual armé los personajes de mi libro la tomé desde la inspiración que me causó el libro de Burton. Lo que no quiere decir que haya una relación muy directa entre mi libro y el de él, yo tengo un horizonte de lectores más pequeños, el de Tim Burton es para lectores más grandes.
En otro de tus trabajos para Editorial Loqueleo “El árbol de los ruidos y las nueces”, tomás el tema del Éxodo Jujeño en el marco del Bicentenario de la muerte de Manuel Belgrano. ¿Pensás que el humor es una forma de acercar la historia a los chicos?
Podrías ser, yo creo que el humor es una forma de acercarse a cualquiera en cualquier momento. Inclusive ahora, con este momento de pandemia terrible que estamos viviendo, encontrás memes muy graciosos, en este sentido el humor es un escape, un salir de la angustia permanente, una posibilidad de ver un tema desde otro ángulo. Yo creo en el humor para todo. Pero yo no lo hago para que los chicos entiendan la historia, lo hago porque me sale el humor. Algo que te haga pensar, que te haga cuestionar (porque el humor cuestiona la norma) y te haga reír es una hermosa propuesta, siempre. Suele ser tan acartonada la historia que llega a la escuela, que ponerle un poco de humor, no está mal.
En otros textos tuyos como “El tesoro escondido” o “Hugo tiene hambre” abordás temáticas relacionadas con los vínculos familiares o la pobreza. ¿Desde estas temáticas se pueden formar lectores que tengan una mirada crítica de la realidad? ¿El libro infantil tiene una capacidad de transformación social?
La literatura tiene la capacidad de generar seres más críticos de la realidad que los rodea, y por lo tanto, más cercanos a la posibilidad de transformarla. No creo que sea la elección de un tema social puntual lo que genere necesariamente conciencia. Formar lectores críticos con cualquier lectura, y no necesariamente con la relacionada con temas sociales, es algo que seguramente les va a dar la posibilidad de leer mejor su realidad, y posiblemente van a necesitar esa transformación, porque este mundo es insoportablemente injusto. De todas formas yo no escribo para eso, yo quiero contar una historia y la cuento. No pretendo enseñar nada con lo que cuento, yo quiero narrarla, que esté bellamente contada y que me la crean. Ese es mi aporte a la formación de lectores.
Siempre se asoció a la literatura infantil con la intención moralizante ¿Cómo te llevás con eso?
Una vez en un colegio donde fui a dar una charla, un alumno me preguntó si yo escribía cuentos de terror, y yo le dije que no, porque no me gusta escribir sobre lo que no me gusta leer. Yo le pregunté por qué les gustaban esos tipos de cuentos, y el nene me dijo “porque en esos cuentos pasa algo”. Yo entendí que lo que me estaba diciendo era que la literatura infantil estaba vaciada de contenido. Tanto cuidar a los chicos, que no aparezca tal o cual palabra, que no sufran y todo eso; hizo que la literatura infantil quede descarnada, que no pase nada muchas veces. Lo que uno quiere como lector es emocionarse, que pasen cosas, sentir que te corre la sangre cuando estás leyendo.
¿Creés que la escuela es responsable de pedirle a la literatura moralidad?
A la plástica o a la música, que también son asignaturas escolares, no se les pide otra cosa que no sea la producción artística o la expresión, y son dictadas por profesores de educación artística. Con la literatura no pasa lo mismo, no se enseña como arte, está subsumida a la enseñanza de la lengua, ya desde el vamos está sacada de su contexto. Entonces se le piden cosas para las que no fue creada. Lo que menos se hace es tomarla como lo que es, una disciplina artística. Ahí empieza el problema, uno no le pide al arte una función moralizante, que enseñe valores, o que siempre sea leído de una misma manera.
¿Cómo pensás el tiempo que nos está tocando vivir? Me refiero a la pandemia y al confinamiento
Cuando era chica había un afiche con un mono, que tenía una cara muy graciosa, y decía “justo cuando me había aprendido todas las respuestas me cambiaron todas las preguntas”. Me siento así, de pronto es como que no supiera nada. No sé cómo va a ser la vida, no poder ver a los afectos, a mi hijo, a mis nietos, escuchar continuamente a las ambulancias. Es un tiempo muy difícil que me puso en un lugar de desconocimiento total. No puedo escribir porque estoy enojada, las palabras no me hablan, me tengo que comunicar con mis nietos a través de pantallas, a veces pinto porque me alivia. Tengo la sensación de que toda mi energía está puesta en poder sobrevivir este tiempo. El Gobierno de la Ciudad tampoco me representa, creo que están tomando actitudes realmente asesinas dándole más importancia a lo económico que a lo sanitario, y ni siquiera para ayudar a la gente que necesita trabajar, sino para que fracase la política que lleva a delante el Gobierno Nacional. La gente les importa nada.
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Por Lucas Bertone para Alegre Distopía, un programa de música, literatura y artes varias que imprime una mirada irónica y humorística a estos tiempos distópicos. Escuchalos todos los jueves de 17 a 19 horas por FM La Plaza 94.9