El Indec dio a conocer los datos del último semestre de 2020, que registran una pobreza del 42% y una indigencia del 10,5%, dos indicadores que reflejan con números fríos, la crisis estructural en Argentina.
En momentos en que la pandemia vuelve a estar entre las principales preocupaciones de gobiernos provinciales y del Nacional, este miércoles entró en la balanza otro dato que duele y refleja una crisis estructural de la sociedad argentina: la pobreza y la indigencia.
El Instituto Nacional de Estadísticas y Censo de Argentina publicó el informe correspondiente al último semestre de 2020, con un nivel del pobreza que alcanza al 42% de los argentinos; visto con otra perspectiva, el 31,6 de los hogares son pobres, o sea 9,3 millones de nucleos familiares.
Con respecto al primer semestre de 2020, se registró un aumento de la pobreza (+1,1 puntos porcentuales) mientras que la indigencia se mantuvo en 10,5%, en el mismo valor para el conjunto de la población pero que es una cifra dramática ya que se trata de personas que no acceden a los bienes mínimos de subsistencia.
El Indec señaló que dentro de ese conjunto, 720.678 hogares se encuentran por debajo de la línea de indigencia, e incluyen a 3.007.177 personas indigentes, esto es el 10,5% de la población.
Al hablar por regiones, el Gran Buenos Aires es la zona donde más se registran niveles de pobreza, con un 44,3% ubicándose por encima del promedio general. Luego le siguen muy cerca el Noreste (43,5), Cuyo con 40,8% y el Noroeste con 40,4%.
Los números que circulan son incluso más alarmantes si el foco es centrado en las franjas por edad y por región. Un cuadro de la consultora Econométrica expone el impacto entre chicos y jóvenes: en apenas cuatro años, pasó del 45,8% al 57,7 en menores de 14 años, y del 36 al 49,2 en los de 15 a 29 años. Otro dato potente: en el Gran buenos Aires el índice total trepó al 51 %.
La pandemia que no cede tiene un efecto importante en estos registros, pero no es la única culpable. Argentina atraviesa desde hace años una crisis estructural en lo económico y político, con dirigentes que no atinan en las medidas que generen desarrollo, pero sí con una dialéctica constante que hace imposible acuerdos marcos que posibiliten planificar a largo plazo. Esta quizá es la consecuencia más grave de la tan mencionada grieta.