Se probó en River, le atajó un penal a Lamela y el boxeo lo ayudó a superar el bullying. Buscará noquear a Chávez junior, está frente a la gran oportunidad de hacer historia en el boxeo cuando enfrente en Culiacán al hijo de la leyenda de México. “Es la pelea de mi vida”, afirmó Bam Bam.
Nicolás Masseroni, sin saberlo, esperó toda su vida por esta oportunidad. Así se entrenó día a día, desde que era un pequeño de seis años y pasando por una adolescencia dura, con sus propios fantasmas y las burlas externas. Con el tiempo aprendió que su físico no fue un lastre ni un impedimento, sino todo lo contrario: fue la fuerza y el impulso que le permitió llegar al momento que tanto soñó y que está a punto de cumplir. Atrás quedaron esos miedos, la depresión y la sensación de no saber qué hacer para su vida. Hoy, después de tanto batallar y superar cada obstáculo en su interior, siente que alcanzó la gloria, su gloria.
Bam Bam tiene 28 años, es oriundo de Beccar, San Isidro, y combatirá ante Julio César Chávez Jr., el hijo de la leyenda del boxeo mexicano, quien preparó un gimnasio desde cero para tener su gran retorno, ese que le otorgue nuevamente una chance para recuperar el título mundial. El Junior, de 34 años, tendrá a un boxeador que llega con un temible récord de 20 peleas (19 ganadas KO) y apenas una derrota. Pero sobre todas las cosas, se topará ante un argentino que superó todas las barreras y que está decidido a quedar en la historia grande del boxeo.
“Me estoy preparando como Rocky en su pelea contra Apollo Creed”.
Del otro lado del teléfono se encuentra Bam Bam, sentado junto al balcón en su barrio de Beccar, aquel que nunca quiso abandonar. Ni siquiera cuando estuvo radicado varios años en México, donde llevó a cabo la mayoría de sus peleas profesionales. Y repasa todos los obstáculos que se le presentaron en la vida, cuenta con orgullo cómo los superó y muestra que su fe en Dios es la que lo mantiene vivo a él y a su familia.
“Trabajo duro en el gimnasio de Cristian Bosch, con mi papá (Walter) viendo y haciendo manoplas. Guanteo con Brian Nahuel Suárez, que es el campeón de los medios pesados actual argentino y de la FIB, es un pibe que tiene mi edad y mucho futuro y me ayudó mucho. Fueron guanteos muy intensos. También con los campeones de Muay Thai, Nicolás Vega y Marito Jara, que me dieron una mano y me tiraban piñas por todos lados. Está bueno mencionarlos porque son pibes que me dieron una mano en el momento que más los necesitaba. Pero sobre todo mi hermano Emanuel, que fue el primero que confió en mí, cuando ni yo confiaba. Pero vino él y empezamos a trabajar a los 15 años. Ahora que me pongo a pensar, ahí empezó todo”.
En la adolescencia, Bam Bam tomó conocimiento que estaba predestinado al boxeo. Aquel niño que se asombraba con las peleas de Tyson y Holyfield, que las grababa y las volvía a ver, tratando de imitar sus movimientos. Ese chico que se llegó a filmar y que se veía como Rocky o como el boxeador que luego terminó siendo. Tuvo que pasar momentos muy duros, de depresión y de no saber hacia dónde ir. También las burlas por su físico, que rozaba los 100 kilos con 15 años.
“Esa obsesión me llevó a querer mejorar, tal vez quería ser Tyson y a la hora de guantear con campeones sudamericanos me daba cuenta que no era Tyson y me comía un par de bifes je. Pero siempre aprendiendo de la frustración y del fracaso, que con el tiempo entendí no era fracaso”.
“Con el tiempo me di cuenta que cada boxeador es una convicción. El que quiere hacerlo por la fama o el dinero puede llegar a no, pero va a tener menos convicción con el tipo que se quiere automejorar y quiere tener la autoconvicción de que es indestructible. Ese va a tener menos posibilidades porque la motivación no es la misma. Quien cumplir sus sueños, de a poquito se va haciendo una máquina. Yo me enganché por ese lado, si tiraba 300 golpes en 8 round, bueno en la próxima quiero tirar 310. Quería superarme para el día de mañana cuando sea grande y entrado en años, piense no sé si llegué lejos o no, pero dí todo, eso es lo que importa. El camino no es hacerlo por los demás, sino por uno mismo. So soy cristiano, creo en Dios y sé que él me abrió las puertas de todo esto, más allá de la gente, lo lindo es hacerlo por uno mismo”.
¿Qué sentís estando a tan pocos días para la pelea? (Aún no está definida, pero las fechas tentativas son el 21 y el 27 de noviembre)
-Que esto me llega en el mejor momento. Durante toda la cuarentena mi papá me dijo que me entrene porque cuando pase los boxeadores muy grandes iban a querer pelear con boxeadores como yo para querer levantar. Me lo dijo y yo le creí. Fue premonitorio, increíble. Me lo dijo en marzo, cuando empezó la pandemia. Este tiempo me costó la comida como a todos, pero yo nunca dejé de entrenar. Lo hacía en mi casa, en el patio, hacía abdominales con mi mamá que es profe de fitness, hacía manoplas con mi viejo en el cuarto de casa, donde ahí mismo colgué una bolsa y le empecé a pegar. Hasta que pudimos abrir el gimnasio para nosotros solos y también trabajábamos ahí. Increíblemente, yo me estaba preparando para lo que se venía, eso es tremendo».
Bam Bam Masseroni lleva un registro de 20 peleas, 19 ganadas por KO. La única que perdió fue ante Uriel González. Tras el fallo del juez, que a su entender fue exagerado, rompió en llanto. Ninguno de su esquina que lo consoló lo pudo calmar. En esas lágrimas había algo más que la primera derrota de su vida profesional. Detrás había una dura lucha por superarse a sí mismo.
“No todos lo vieron a eso. El boxeo lo siento de muy chico. En estos momentos veo una foto mía de muy chiquito, tendría 4 ó 5 años y ya estoy en guardia. El boxeo mí me sacó de una depresión entre 2016-17. Caí, estuve un año y medio, casi dos así. No podía salir de nada, pero lo logré. Primero con Dios y después con el boxeo, que me hizo poner estas metas. El querer ganar todo el tiempo y no permitirse fracasar, es muy difícil porque uno al ser perfeccionista se vuelve ansioso y se termina equivocando. Yo en ese tiempo buscaba la perfección”.
¿Qué fue lo que ocurrió en México previo a esa pelea?
-Estuve tres meses y no me entrené en las condiciones que debía, en un gimnasio que no se adecuaba a mí, y nos equivocamos. No subí concentrado ni enfocado y en ese llanto se ven muchas cosas. Era mi primera perdida y realmente aprendí más en esa perdida que en todas las que gané. Ahí aprendí de la mentalidad, el esfuerzo y la dedicación, de que puede salir o no, pero vos tenés que dar lo mejor. No hay que pensar sólo en ganar, esa es una presión que no tenés que tener. Hoy estoy así, en querer dar lo mejor y así estás bien con vos mismo. No hay nada en el medio».
Dijiste que sufriste mucho por tu peso de chico.
-Desde los 4 ó 5 años quería el deporte, pero entre los 8 y los 15 no hice nada. Me dedicaba a jugar al Counter Strike en el ciber y a comer mal, me fui a 94 kilos con 15 años. Ahí es cuando empiezo a entrenar porque era un gordito escondido en una campera. Es muy fuerte mi historia en el colegio, porque yo me escondía detrás de esa campera. Hacía 40 grados y me decían por qué tenés la campera, y yo decía que era por la remera rota o algo inventaba. Me daba mucha vergüenza mostrar la panza.
¿Cuándo hiciste clic y decidiste cambiar tu vida?
«En una maratón que hizo el colegio en el Hipódromo de San Isidro. La corrían todos, del más flaquito al más gordo. Todos menos yo que me quedé ahí con mi campera al lado de mi papá. Se me caían las lágrimas, me acuerdo como si fuese hoy. Mi viejo me vio y me preguntó qué me pesaba, y le dije que era porque estaba escondido detrás de esta campera y no puedo dar la vuelta. Me agarra del hombro y me dijo: ‘Yo te voy a ayudar para que vos des tres vueltas, no una’.
La familia, el eslabón principal de su historia
Bam Bam siente orgullo cada vez que habla de su familia. De su padre que lo aconsejó y con quien dio primeros pasos y de su hermano, el que siempre confió en él.
“En poco tiempo me sentía muy motivado. Ya había bajado y pesaba 75 kilos. Mi papá me había dado sus fuerzas para acompañarme y para que yo empiece. Nunca lo voy a olvidar. Desde que yo era ese gordito chiquito siempre soñé eso, por eso yo sé lo que es estar de ese lado. En este momento de apogeo, donde la gente se me acerca no pierdo la persona que fui. Guardo esa empatía y ese niño que hizo todo para dejar de sufrir. En ese entonces pensaba, por qué tengo que ser gordo, porque no puedo y me pasa esto. Y ahora entiendo por qué, porque si a mí no me pasaba eso quizá hoy no estaría valorando cómo valoro este momento. Todo eso me hizo entender que gracias a lo que fui soy lo que soy”.
Sin embargo, también te gustaba el fútbol y te probaste en River.
-Desde los 12 años siempre me gustó atajar porque mi papá fue arquero y atajó en Vélez y en Tigre. En la escuelita de fútbol de Acassuso, donde mi hermano iba porque le re gustaba, me metí y fui al arco. Me empezaron a patear y me empezó a gustar. Me di cuenta que tenía reflejos y tenía las fibras blancas activas, eso lo aprendí después de 10 años, que tenía muchos reflejos y perspectiva. Atajé para los colegios, gané los bonaerenses en el Leonardo Da Vinci y me daba cuenta que andaba bien. Entonces fui a probar suerte con 17 años a River. Hasta llegué a atajarle un penal a Lamela.
¿Erik Lamela ya estaba en primera?
No todavía, pero ya era el Lamela reconocido y que estaba a punto de ser vendido al Barcelona. Me fui a probar en once, pero como era chiquito no me dieron mucha pelota. Pero me acuerdo que estábamos todos en la cancha y uno se acerca y me dice: ‘a ver arquero, atajate uno’. Era Lamela. Fue un penal jodiendo y yo que quería mostrarme no lo dudé y le dije que juguemos por algo. Estaba loco yo. ‘Bueno vos me das los guantes de arquero y yo te doy los botines si pierdo’, me dice. ‘Dale’, le digo. Ahí se acerca alguien y me dice: ‘Mirá que es Lamela, a este lo vendieron al Barcelona’. A mí no me importaba nada. Me amaga que va a patear a un lado y va para el otro, con la fortuna de que se lo atajo. ‘Bueno, dame los botines’, le digo. ‘Nooo, era una joda amigo, era una joda», me respondió. ‘Nooo qué joda’, le dije. En fin, no me los quiso dar y yo tampoco me quería hacer el loco porque quería quedar. Ni se debe acordar, pero se lo atajé y se quería matar jeje.
¿Y cómo continuó tu sueño de ser futbolista?
Finalmente me probé, me fue tan bien que me llamaron tres veces más, pero no quedé supuestamente por la altura. Eso me dijeron. Pero unos meses más adelante, con 17 años recién cumplidos, fui a probarme a River en futsal. Aunque había dos arqueros muy buenos, uno de la selección argentina, Nico Sarmiento, quien salió guantes de oro en el último mundial, me dijeron que no me necesitaban pero que si quería hacer la prueba no había drama. Atajé tan bien en esa y otras pruebas que me tomaron porque uno el otro se fue a la primera. Entonces me quedé con Nico Sarmiento, el mejor arquero del mundo actual. Aunque era suplente, estaba re contento de haber quedado en River, pese a ser de Boca La pasaba muy bien. Hasta que tuve un esguince de tobillo que me alejó unos siete meses y cuando quise volver ya había perdido el puesto. Fue ahí que empecé a a saltar la soga todos los días y me empecé a dedicar a fondo en esto.
-¿Cuánto influyó la historia de tu viejo y el sueño de enfrentar a Tyson?
-Muchísimo. Me acuerdo que iba al gimnasio y lo veía pegarle a la bolsa a mi viejo, yo tenía 6 ó 8 años, y todos los pibes se daban vuelta a verlo porque se escuchaba muy fuerte la bolsa. Me entrenaba mucho. También vi cosas malas de él, lo vi llorar y emocionarse, lo vi pelear por sus sueños hasta que en un momento bajás los brazos y no tenés quién te sostenga. Ahí apareció mi hermano Emanuel, que fue quien lo empezó a sostener y de nuevo le dio vida a mi papá. Hoy somos un equipo familiar, como dice Rocky, que se entrena y cuando se cae uno lo levanta otro, cuando se cae otro lo levanta uno. Nos vemos todos los días y entrenamos juntos, eso es muy bueno».
-Y hoy te encontrás a punto de cumplir un sueño, si no es que ya lo cumpliste.
-Yo siempre me preguntaba, ¿qué carajo voy a hacer de mi vida? Porque no pude terminar el colegio por problemas personales y entonces me empecé a entrenar. Hubo días que dije no llegó a ningún lado y de repente, tanto trabajo da su recompensa. Emanuel nos ha levantado a todos, peleó por nuestros sueños y no dudo de que está todo puesto por Dios. Es muy loco lo que está pasando.
-¿Sos consciente de lo que está a punto de ocurrir en tu carrera?
-Tendré un relanzamiento, esto es como una inyección para todos de vida. Mi viejo me dice, ‘pensar que Julio César Chávez era unos de mis ídolos y vos vas a pelear con el hijo. Vos vas a hacer lo que yo no pude’. Pero no lo tomo como una presión, sino como algo lindo. No voy Voy a terminar lo que él una vez empezó. Cuando él fue boxeador, yo no había nacido. Si vieran mis fotos de chico, dirían ‘este no va a pelear nunca en su vida’. Y acá estoy. Yo me dediqué mucho a esto, me filmaba y veía mis errores. Trabajo en mi mente para que no haya interferencias y pienso en ir pelear y dar lo mejor, para bajar satisfecho».
-¿Qué pensás en este momento?
-Hacemos visualizaciones con el coach deportivo y obviamente uno tiene la ansiedad de pelear, pero yo hoy tengo las ganas de ganar y ninguna ansiedad ni nada supera eso. Es algo que yo esperé toda la vida y conlleva emociones, pero también la convicción de querer dar todo. No me importa nada, cuando te sacan el banquito yo siento aunque me quede solo ahí arriba, que tengo una familia detrás. Estoy con Dios. Obvio que importa ganar o perder, pero a mí me importa dar todo. Así estaré contento y podré decir que dí todo. Como dijo Bonavena luego de su pelea con Alí, guapié o no guapié.
Chávez junior será localista, pero vos sabés lo que es pelear en México.
Hice muchas peleas ahí y con mucho público. Eso influye muchísimo. Sé que la gente que está ahí va a hinchar por él porque además es el gimnasio que inaugura, estamos muy visitantes obviamente, hoy me importa tres rábanos eso. Eso para el boxeador es bueno, porque es doble mérito. Yo no soy el campeón del mundo, soy un simple desconocido que pelea por su sueño. Él tuvo todo y seguramente debe pelear con más metas y proyectos, yo soy un simple desconocido de Beccar. Aquí, desde mi balcón, te digo que soy una persona que pelea por sus sueños y que está decidido a hacer historia y a dar lo mejor. Pase lo que pase, que la gente se quede tranquila que voya a dar lo mejor, que no quepa dudas.
¿Sentías que ya ganaste? Por haber superado el bullying de niño, la depresión de grande…
No quería que me pasara eso. De chico me cargaban y yo intentaba pasar desapercibido, me corría y quería que no me vieran, pero adentro todo eso me mataba. Luego, al ver triste a mi papá, yo le sumaba la frustración y el miedo al fracaso en el boxeo. Por eso, lo que venga ahora será una frutilla al postre. Destaco mucha gente que conocí en este proceso, la que me está ayudando y que me apoyan que quiero nombrar porque soy un agradecido. Son varias personas que están ad honorem desde hace mucho tiempo para que yo pueda cumplir su sueño. En este grupo están Chino Castillo (masajista deportivo), Wenceslao Yachemet (PF), Luis Juárez (Acondicionamiento físico), Juan Macaya (preparación cognitiva), Cristian Bosch (aspecto motivacional, técnico y táctico), mi viejo y hermano, ambos entrenadores de boxeo, Edgardo Ascona (kinesiólogo), Pedro Díaz (Coach Mental), Ariel (Oxicamaras), Juan Pablo Brey (OSA), los chicos de la indumentaria Rihen y obvio, el apoyo del Municipio. Hoy siento que ya gané, por mi apellido que se hizo reconocido en el mundo del boxeo. Lo soñaba de niño viendo a Tyson y de grande, cuando me iba a correr a las tres de la madrugada porque pensaba que mientras yo dormía el resto se estaba entrenando.
¿Un mensaje final, a modo de resumen?
Que ese que fui me llevó a dónde estoy. No me puedo quejar de ese tipo, que es quien se propuso bajar de peso y lo logró, el que quiso correr una vuelta al Hipódromo y terminó dando seis, el que no podía hacer un round de bolsa y terminó haciendo 12, el tipo que no se podía subir a un ring y terminó subiendo 20 veces y ganó 19. Ese es el tipo que siempre se superó. El nene que ahora es un hombre y tiene la oportunidad de cambiar su historia. Chávez Jr. se va a enfrentar contra todo mi ser, contra todo, los fantasmas y mis cosas buenas. Como dijo Tyson, el fuego es como el miedo, si lo sabés usar ¿qué problema no? La fiesta está armada para él. Y yo aunque de chico me escondía, acá estoy para demostrarle a todo el mundo lo que soy.
Nicolás Masseroni y su oportunidad ante Chávez Junior
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