Papa y sucesores

¿Por qué importa la muerte y sucesión de Bergoglio?

Por Diego Comba

Murió Jorge Bergoglio, o Papa Francisco, o ambos. Tenía 88 años y era el jefe político y espiritual de una de las instituciones más polémicas en la historia de la humanidad, por su construcción, sostén, influencia e historia. Su legado será para cada quien único porque su mandato fue según las expectativas de los fieles que lo siguieron, y de los dirigentes que lo acompañaron y/o criticaron. Su sucesor será elegido en secreto y sí importa, no a todos, pero sí a muchos, por diversos motivos, espirituales o políticos.

Era el jefe de un estado independiente, el país más chico del mundo, y era, además el guía espiritual de millones de personas diseminadas en el mundo que profesan la fe Católica, Apostólica, Romana, una religión que se impuso también a sangre y fuego a lo largo de la historia (la Santa Inquisición y la conquista de América son en parte prueba de ello) y se convirtió así en una de las más importantes del mundo, principalmente por el número estimado de fieles, su poder político y también económico.

Su nombre era Jorge, su apellido Bergoglio, el que eligió para trabajar de presidente del Vaticano (Estado independiente desde 1929 tras la firma de los Pactos de Letrán celebrados entre la Santa Sede y el entonces Reino de Italia, que en 1870 había conquistado los Estados Pontificios) era Francisco, y el número que le asignaron fue I, porque ninguno antes había usado ese mismo nombre.

Nacido en Argentina, hijo de inmigrantes italianos, construyó una carrera política, en su país y en el mundo, que lo sentaron en lo que se llama el Trono de San Pedro, el primer Papa de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, un lugar al que se llega sólo por la habilidad de la rosca, con las personas correctas, en los lugares correctos, no hay un proceso democrático para tomar el mando de esa institución, porque se trata de una forma de gobierno que es una Monarquía absoluta, electiva, teocrática y católica.

Aunque fue el Papa número 266 en la historia de la Iglesia Católica, fue el primero que llegó desde Sudamérica, y desde la muerte del sirio Gregorio III en 741, no había al frente de la Iglesia Católica un no europeo. Se convirtió en una persona admirada y querida por personas de las más variadas ideologías, también en una persona odiada, seguramente temida, obviamente respetada, no por todos, como cualquier persona.

Su muerte importa aún entre personas que profesan otra fe, o ninguna, simplemente porque sería de necios desconocer el peso que tiene el catolicismo en el mundo. Su legado importa, por la misma razón, aunque lo que se tenga para decir sea más en función de experiencias y expectativas propias y así se ve en las millones de publicaciones que generó la noticia de su muerte, y los comentarios.

Algunos mezclan su fe y su ideología y manifiestan su rechazo a las políticas de apertura, otros resaltan justamente esas políticas, todos omitimos algo, seamos o no religiosos. Defendió la posibilidad de que las personas, cualquiera sea su orientación sexual, puedan ser religiosos y recibir alguna bendición, pero no modificó el impedimento de que dos personas del mismo sexo se puedan casar por iglesia. Criticó, para mí con bastante poca energía, los constantes asesinatos de niñas y niños palestinos a manos del Gobierno de Israel (quizás pesa el color religioso de las partes involucradas, más que la calidad de personas de quienes fueron asesinadas). Besó pies en Sudán del Sur (sin religión oficial pero con mayoría identificados con el cristianismo, aunque divididos en católicos, anglicanos y otras ramas protestantes y hay que ganar adeptos) y logró un acuerdo de paz. Pero con Ucrania y Rusia no se metió demasiado (otra vez el peso religioso de esos países debe haber causado alguna interferencia ya que en ambos países la religión que predomina es la Católica Ortodoxa, y son parientes cercanos, pero diferentes).

En un Estado que hizo de la ostentación un modo de vida, Bergoglio promovió una política de austeridad (hasta en su muerte porque pidió cajón de madera y abierto), quizás un poco por su formación jesuita y otro poco por haber llegado justo cuando ya llevaban años de un mundo criticando la opulencia y lejanía del catolicismo con su pueblo.

Promovió la apertura y lavó los pies de mujeres, transexuales, inmigrantes y no católicos, pero las mujeres en su iglesia siguen sin poder ser sacerdotes o sacerdotisas, tampoco los transexuales, los migrantes y los no católicos pueden, siempre que obviamente sean católicos y heterosexuales, al menos de palabra.

No condenó con suficiente fuerza los miles de casos de curas acusados o condenados por pedofilia, incluso su amigo y protegido, el obispo emérito Gustavo Zanchetta, fue trasladado el vaticano, con permiso de la justicia ordinaria que lo condenó a 4 años y 6 meses de prisión por el abuso a dos exseminaristas. El celibato y el secreto de confesión siguen intactos

Tiene luces, tiene sombras, y mis críticas son de acuerdo a mis expectativas, quizás no pudo hacer los cambios que mucha gente le reclama, seguro hizo cambios que mucha otra gente le critica, pero más allá de lo que hizo, lo que no, lo que pude hacer, lo que no, lo que debió haber hecho, lo que no, ya quedaron en la historia de un hombre que será recordado, por lo que quiera cada quien, y por su indudable importante, lo que queda es lo que sigue, para la misma institución, que ahora tendrá un tiempo de duelo, de ceremonias y rituales, y de elección de quien seguirá.

Quien seguirá también importa, desde lo religioso, pero también desde lo político. Y esto lo sabe hasta Milei que, no sin cinismo, pasó de tratarlo como el representante del maligno en la tierra (además de varios insultos como lamentablemente escupe a diario) sin escalas a decretar un duelo y despedirlo con supuesto pesar, o líderes político y religiosos de todo el mundo que algo decidieron decir, por convicción, creencia o ser políticamente correctos (no importa).

La interna vaticana se divide ahora entre quienes quieren seguir por el sendero progresista de Francisco, porque hacer modificaciones de fondo en una estructura de tantos años no es sencillo, pero se puede si hay voluntad y consenso (algo de lo que la Iglesia Católica no conoce demasiado porque su esencia son dogmas y no se modifican, a lo sumo se reinterpretan). Están quienes prefieren un lugar más moderado, porque ya llegaron hasta aquí y quedarse quietos puede ser la mejor opción en un mundo tan convulsionado. Y están quienes buscan un viraje al otro extremo (esos a los que les llaman conservadores), retomar la senda de esa vieja Europa blanca y cristiana (opresora, racista y excluyente) que no solo añora sino que busca el grupo Reconquista (donde se congregan los líderes de la extrema derecha.

Por eso importa, porque de las decisiones y declaraciones del que viene, se moverán millones de personas en el mundo, ellos lo saben, nosotros lo sabemos, por eso hay expectativas (también predicciones), en quién será el jefe político de un Estado con no más de 800 habitantes pero con millones de seguidores, de fieles, de víctimas y de observadores.

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