La líder conservadora estaba cercada por la falta de apoyo de sus propios legisladores y el desvarío en el rumbo económico. Fue la gestión de menor duración en la historia del país.
La primera ministra británica Liz Truss renunció el jueves, luego que sus políticas económicas causaran turbulencia en los mercados y minaran su autoridad.
Truss hizo el anuncio luego de sostener una reunión de último momento con Graham Brady, un legislador conservador de alto nivel que supervisa los desafíos de liderazgo. Brady tiene la tarea de evaluar si el primer ministro aún cuenta con el apoyo de los miembros conservadores del Parlamento.
“No puedo cumplir el mandato por el que fui elegida”, dijo tras la reunión, frente a su residencia del número 10 de Downing Street.
Solo un día antes, Truss había prometido permanecer en el poder y dijo que era “una luchadora y no alguien que abandona”.
Pero finalmente se resignó a dimitir el jueves, después de que se vio obligada a abandonar muchas de sus políticas económicas y mientras un número creciente de parlamentarios conservadores le pedían terminar con el caos.
La ira de los legisladores creció después de que la votación del miércoles por la noche sobre el fracking, la extracción del gas de esquisto, una práctica que Truss quería reanudar a pesar de la oposición de muchos conservadores, produjo escenas caóticas en el Parlamento.
Dado que los conservadores tenían una gran mayoría parlamentaria, un llamado de la oposición para prohibir el fracking fue derrotado fácilmente. Pero hubo muestras de ira en la Cámara de los Comunes, con los responsable de la disciplina del partido conservador acusados de usar tácticas de mano dura para conseguir los votos.
Chris Bryant, un legislador del opositor Partido Laborista, dijo que “vio a los miembros siendo maltratados físicamente… y siendo acosados”. Los funcionarios conservadores negaron que hubo maltrato.
Con las encuestas de opinión dando al Partido Laborista una ventaja grande y creciente, muchos conservadores creían que su única esperanza de evitar el olvido electoral era reemplazar a Truss.
Pero siguen divididos sobre quién debería reemplazarla.