Nona Fernández

Reseña: Avenida 10 de julio, de Nona Fernández Silanes

Nona Fernández Silanes nació en 1971 en Santiago de Chile. Es actriz y escritora. Ha publicado diversos libros entre los que destacan las novelas Mapocho (2002, 2019 Eterna Cadencia), ganadora del Premio Municipal de Literatura, Space Invaders (2013, 2014 Eterna Cadencia), finalista del National Book Award, Chilean Electric (2015), ganadora del premio MOL, La dimensión desconocida (2016), distinguida con el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, otorgado por la Feria del Libro de Guadalajara, y finalista del National Book Award, y los títulos Voyager (2019) y Preguntas frecuentes (2020). Sus libros han sido traducidos al inglés, francés, alemán, italiano, sueco, griego, turco, noruego, holandés y portugués. Es autora de las obras de teatro El taller, Liceo de niñas y Paren la música.

“Un recuerdo puede diluirse con el tiempo y dejar solo la sensación, la idea, el concepto. Un recuerdo puede borrarse apunta de calmantes, ansiolíticos, antidepresivos, somníferos, terapias, exceso de trabajo, mucha vida social y ocupaciones, pero hay cosas que se anclan a la memoria y que permanecen ahí, esperando que uno tenga el valor suficiente para bucear en ellas.” (173)

Se suele decir que la etimología de texto es la de tejido y, aunque no sea así, sirve para pensar la escritura de Nona Fernández Silanes. En “Mapocho” y en “Avenida 10 de julio”, la escritura va tejiendo una densidad que es evidente en las relaciones que se establecen, en principio, al interior del texto. Siempre hay secuencias, imágenes, simetrías, espacios simbólicos que se repiten y que se van recargando de significados: el espacio oscuro, habitación, cárcel, bolsa u hoyo; los personajes en espejo, los cruces de un espacio a otro; los sueños; personajes que se entrelazan y reaparecen uniendo las historias como la vendedora de seguros; las referencias a “Alicia a través del espejo”, a Hansel y Gretel, etc. A lo largo del texto, el lector va reconociendo estos rastros, va tirando de los puntos del tejido y uniéndolos. La narración se representa a sí misma en estas relaciones, se vuelve opaca, sin dejar de relatar historias y construir personajes que nos interpelan y conmueven.

Recuerdo que de niño solía tomar una madeja de lana e ir pasándola por toda la casa, uniendo puntos azarosos; no sé qué intentaría unir. Algo de esto hay en “Avenida 10 de julio”. Según narra Nona Fernández en una especie de “epílogo” el 10 de julio, tiene varios significados que se enlazan. En primer lugar, es una avenida real donde uno puedo ir en búsqueda de repuestos, de lo que se ha perdido. Pero también es una metáfora de la escritura entendida como una actividad que surge frente a la “incomodidad de un espacio vacío.” Una escritura que “implica cargar con piezas ajenas. Con repuestos que hablan de nuestra propia carencia, de lo perdido en las batallas del pasado (…) y cómo intentamos suplirlo.” Un 10 de julio, entre otros sucesos históricos, muere Enrique Lihn que escribió en “La pieza oscura”: “¿Qué será de los niños que fuimos? Alguien se precipitó a encender la luz,/ más rápido que el pensamiento de las personas mayores.” A su vez en 1985 en plena Dictadura se produce la toma del Liceo A- t2. Nona Fernández se pregunta por el desánimo, la rutina y la aceptación por parte de su generación de las desigualdades que parecían haber triunfado junto con el neoliberalismo. Por último, esta reedición quince años después, le permite conectar lo narrado y experimentado socialmente con la revuelta del 2019 en Chile.

La novela tiene como protagonistas centrales a Juan y a Greta, que han tenido durante su adolescencia una relación, pero se han dejado de frecuentar abruptamente desde ese periodo. Se abre con una carta que él le escribe a ella recordando una foto de cuando a los 15 años tomaron un Liceo. Se trata de una foto colectiva. Estas cartas que van a ir recordando este episodio -atravesado por la desaparición de dos compañeros-, se va alternando con el relato de sus vidas presentes. Juan ha dejado todo lo que lo ata al presente: su trabajo, su reloj y se recluye en su casa. Un espacio que está siendo demolido para construir en el barrio un centro comercial. Sin embargo, él se niega a vender y queda rodeado de ruinas:

“Único habitante en ocho cuadras a la redonda, viviendo en una especie de isla en la que nadie quiere estar.”

Greta por su parte ha sufrido la pérdida de su hija y también su trabajo. Se dedica a recorrer la Avenida 10 de julio intentando rearmar el furgón en el cual murió su hija con partes de otros vehículos en el cual también han muerto otros niños.

Se trata de personajes que han roto los vínculos que lo unen a lo real, a sus parejas, rompiendo con la rutina: “… un círculo que gira y te protege, pero también te sujeta en una trampa de la que es imposible salir. Si ya no quieres o no puedes seguir girando, te caes a un hoyo negro y desapareces. Ese es el castigo. La rutina baila en un son que envuelve y que tiene sus leyes y sus pasos establecidos que no puedes ni debes infringir.”

Personajes que se encuentran recorriendo a destiempo el camino del otro. Greta al desaparecer misteriosamente Juan se encontrará viviendo en la casa de este, recordando lo que había olvidado, usando su ropa. En este sentido, las cartas, los mail, los chats son formas diferidas de comunicación. En este desencuentro es un espacio imposible el que logra en cierta forma reunirlos momentáneamente a todos. Como en una especie de comunidad que suture las heridas.

“Avenida 10 de julio” es una novela inmensa, de una gran densidad cuyo centro podría ser las formas en que la realidad puede convertirnos en un engranaje de una gran maquinaria que trabaja para atomizarnos, para anestesiarnos frente a la cual la infancia, la adolescencia quedan como truncadas en sus sueños y rebeldías, en su posibilidad de una comunidad diferente, aunque el libro establece una posibilidad de sutura:

“Hicieron bien su trabajo, Greta. Nos desarmaron. Nos marearon con tanto olor a flor seca y cementerio. Nos dejaron funcionando a punta de antidepresivos, calmantes, ansiolíticos y pastillas para dormir, despertar y funcionar. Nos injertaron un reloj en la muñeca y nos dejaron corriendo apurados de un lado a otro sin tener tiempo para nada.”

Reseña: Avenida 10 de julio, Nona Fernández Silanes
Editorial Eterna Cadencia
2022: 280 páginas.

 

 

 

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