Furia Clyo Mendoza

Reseña: Furia de Clyo Mendoza

Clyo Mendoza nació en Oaxaca, México, en 1993. Es autora de los libros de poemas Anamnesis (2016) y Silencio (2018) con el cual obtuvo el Premio Internacional de Poesía Sor Juan Inés de la Cruz en 2017. Furia (2021) es su primera novela.

“…Lo vi mirando del otro lado de la pared a la vecina. La miraba como miran los depredadores y las bestias en celo. ¿Qué haces, Vicente? Pero tu padre ya no hablaba.” (212)

Vicente barrera es el centro de la novela no tanto como personaje, sino como figura paterna que une (a través del abandono, del rencor y del deseo) y es motor de la búsqueda de los distintos personajes que recorren el desierto mexicano y los pueblos cercanos. Vicente es vendedor de hilos y en cada pueblo que visita deja una mujer, una historia de violencia, de abusos y, sobre todo, un linaje “maldito”. Como los hilos que vende, este personaje es quien, en principio, conecta las historias, las tensa y forma una especie tapiz.

El espacio de estas historias es el desierto:
“…el laberinto de una planicie que repite el mismo paisaje durante kilometros. Este desierto engaña. Uno dice: esta plamera es distinta a la anterior, pero es la misma. Uno podría dar vueltas aquí durante días creyendo que avanza. Por eso ese lugar solo es para los que lo habitan. Solo cuando se camina mucho tiempo aquí, se empieza a apreciar la diferencia entre una rama y otras, entre una piedra y otra, entre un cactus y otro; cuando mira de verdad los caminos se esclarecen” (…) lleno de monstruos inmiginables, de criaturas infernales, de historias sobre Dios y el Diablo y de plantas hostiles que queman y enfebrecen a los niños” (179)

La cita anterior nos puede servir para intentar dar cuenta de la complejidad formal de Furia, una “novela del desierto”, ya que no solo los hechos centrales suceden en este espacio, sino que la idea del “laberinto”, la “repetición, el “engaño”, la inseguridad del recorrido, del no saber si se avanza o se camina en círculos, es la forma que adopta la narración misma.

Toda la novela es un proceso continuo de desestabilización de las coordenadas a partir de la cuales pensamos “lo real”: espacio, tiempo e identidad. Aunque, el final introduce una representacion más cercana al realismo y una temporalidad distinta, el efecto de ambigüedad luego de transitar la narración es imparable.

La desestabilizacion se produce, en primer lugar, a partir de una estructura que va alternando puntos de vista, personajes y temporalidades de forma fragmentaria. Como la imagen del hilo que se repite, estos fragmentos se van enlazando y el lector va descubriendo y afirmándose mínimamente, pero la figura que se arma está lejos de lo acabo, lo fijado y cerrado. Volviendo al fragmento donde se describe el desierto: “cuando se camina mucho tiempo aquí, se empieza a apreciar la diferencia”.

Otro punto de desestabilizacion está asentado sobre las identidades de los personajes que se encuentran en continuo proceso de transformación, desplazamiento e hibridación, en general, realcionadas la duplicidad del sexo y la sexualidad: hombres/ mujeres, Mujeres/hombres. Tambien están las metamorfosis que nos sumergen en la “comarca oral”, sobre todo, a partir de las narraciones del Mercader, especie de Diablo: relatos de hombres y mujeres que se transforman a partir de una mordida o al mirar a los ojos de un hombre-perro. A su vez, la identidad se problematiza a partir de lo onírico, la locura y del proceso en el cual un personaje se reconoce, se refleja como en un espejo en otro como es el caso de los dos soldados al comienzo. Estos son presentados primero como “uno” y “dos”, pero luego de verse como en un espejo, se identifican como Juan y Lázaro.

Estos dos personajes, introducen la referencia a la guerra y podemos pensar en la revolución mexicana, pero el tiempo permenece en la indeterminación y podríamos decir que se trata de una guerra arquetípica en la cual ya no saben por qué pelean y que los ha despojado de su voluntad. En este sentido, si pensamos en la revolución mexicana, podemos relacionar esta pregunta por el sentido y el automatismo de la acción con Los de debajo de Mariano Azuela:

—¿Por qué pelean ya, Demetrio?
Demetrio, las cejas muy juntas, toma distraído una piedrecita y la arroja al fondo del cañón. Se mantiene pensativo viendo el desfiladero, y dice:

—Mira esa piedra cómo ya no se para… (VI)

Quien lea Furia se encontrará con una narración fragmentaria, que a medida que avanza estira el hilo de las conexiones, pero que también no para de desestabilizar la seguridad del lector. En cierta manera, esta novela se puede conectar en distintos niveles con Pedro Páramo de Rulfo y con Mapocho de Nona Fernández Silanes.

Furia, Clyo Mendoza – Editorial Sigilo
2021: 256 páginas

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