Akwaeke Emezi nació en 1987 en Nigeria. Manantial (2018) es su primera novela y el penúltimo libro publicado este año por la editorial Chai que tiene un catálogo grandioso de autores contemporáneos que, en general, no habían sido traducidos al español.
“He vivido muchas vidas dentro de este cuerpo.
He vivido muchas vidas antes de que me metieran aquí.
Viviré muchas vidas aun después de que me arranquen de él.” (9)
Podríamos decir que “Manantial” tiene como protagonista a Ada y narra desde su nacimiento en Nigeria, su viaje a E.E.U.U. hasta el posterior regreso a su tierra. Una vida en la que una mujer nigeriana atraviesa la separación de sus padres, la migración, es víctima de abusos sexuales, explora su identidad y experimenta con su cuerpo al borde de la locura.
Sin embargo, no se trata de una historia narrada de forma realista en la que se abordan estos temas o problemáticas, sino que la novela está relatada, siguiendo la cosmogonía Igbo, por la multiplicidad de dioses que habitan el cuerpo de la protagonista a partir de su nacimiento. Estos espíritus o divinidades van a ir condicionando la vida de la protagonista: formas de relacionarse sexualmente con los hombres y mujeres, con las amistades y su familia y, sobre todo, la forma de vincularse con su propio cuerpo y la constitución de su identidad.
La primera presencia/diosa que narra la historia es una voz plural, un nosotras. Por un lado, el lenguaje es poético, pero también se introducen ciertas referencias y aclaraciones sobre la cosmología Igbo, por ejemplo, los ogbanje (1) y Ala. El nosotras se desdobla en un principio de Ada y lo hace a partir de considerarla urna, materialidad de tejidos y órganos. El cuerpo es para estos dioses una cárcel. Esta voz narra, sobre todo, los primeros años de Ada en Nigeria, la llegada a EEUU y la relación con ese cuerpo es a través de la demanda de sacrificios, ya que como dicen “Nuestra hambre siempre aumenta y, verán, alguien tiene que darnos de comer”. Ada sacia este apetito a través de cortes en su cuerpo, de la sangre.
A partir de la llegada de Ada a E.E.U.U. y de la violencia sexual de la que es víctima, se despliega, nace otra voz, Asughara, con una personalidad o faceta y con un lenguaje propio. Esta canaliza y se alimenta del deseo de placer sexual, del dolor y de la furia. En este sentido, en principio, el cuerpo es un medio, un “arma” más que una cárcel y además una experiencia sensorial nueva para un ser divino: “Era fascinante tener oídos”. Esta presencia introduce una forma de narrar distinta: el relato empieza a incluir diálogos donde había un largo monólogo del “nosotras” y el lenguaje es más coloquial, escatológico e irónico.
En esta multiplicidad de voces, en esta identidad plural y conflictiva emerge la voz de la propia Ada. Al principio en los pequeños intersticios de las otras voces narrativas y al final reconociendo y aceptación de su propia identidad.
Una novela que como proponía Carlos Fuentes es “mito, lenguaje y estructura”, en la cual el lector debe enfrentarse a este juego de voces y a esta cosmogonía que por momentos se acerca a un terror alucinatorio y al “malditismo».
Nota: (1)- Se creía que el ọgbanje, un espíritu maligno, moría deliberadamente, luego renacía en el próximo hijo de la familia y repetía el ciclo. Se dice que estos tienen piedras llamadas iyi-uwa, que entierran en algún lugar secreto. Estas les permiten regresar al mundo humano y encontrar a su familia objetivo.
Manantial, Akwaeke Emezi – Chai Editora 2021: 224 páginas.