El informe elaborado por el Barómetro de la Deuda Social de la Infancia, mostró que 6 de cada 10 chicos son pobres. Además se observó el deterioro de la clase media y los efectos de la pandemia.
En Argentina 6 de cada 10 niños y adolescentes de hasta 17 años son pobres y no consiguen acceder por completo a los alimentos, educación y salud necesarios. El número estadístico, que parece frío, representa en la realidad a unos 8,2 millones de chicos de todo el país. Y se suma otro síntoma, reflejo de la crisis de la última década potenciada por la pandemia: el aumento de personas de sectores medios que caen en situación de pobreza, por el deterioro de la calidad de vida en términos económicos.
Este dato surge del reciente informe publicado por el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA). El trabajo, realizado por el Barómetro de la Deuda Social de la Infancia, analiza la situación social estructural de niños y adolescentes de entre 0 y 17 años en Argentina, entre los años 2010 y 2022.
En primer término, el relevamiento arrojó un dato contundente: en 2022 el 61,6% de los niños y adolescentes (NyA) de hasta 17 años de edad se encuentran en la pobreza. Es decir que 6 de cada 10 chicos tienen un déficit de ingreso económico en su entorno que no les permite acceder por completo a los bienes y servicios (como alimentos, salud, educación) de la Canasta Básica Total (CBT) que estima el Indec.
Por lo tanto, la pobreza infantil se sostiene en niveles similares a los de 2019, el momento previo a la pandemia, donde alcanzó el 59,5% de los NyA. En medio de la crisis del Covid-19, esos valores tocaron máximos de 64,6% (2020) y de 64,9% (2021).
Además, en esa serie relevada, se constató que un 13,1% de los NyA se encuentran en el umbral de la indigencia, ya que pertenecen a hogares que no pueden acceder a la Canasta Básica Alimentaria (CBA) que estima una cantidad mínima de alimentos para cubrir el umbral de requerimientos energéticos. De este modo, si tomamos estas dos variables, la conclusión muestra que un 74,7% de los chicos no cumplen parcial o totalmente con las necesidades requeridas.
El trabajo del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia de la UCA mostró que este nivel de pobreza estructural tuvo una tenue baja, a pesar de los esfuerzos del Estado en materia de ayuda social, como la AUH y otros planes, para contrarrestar ese efecto negativo. El informe relevó un total de 5.860 hogares y 4.816 niños y adolescentes.
En esa línea, el trabajo reflejó que las ayudas sociales del Estado para los sectores bajos y medios fueron en suba, del 41% en 2019 (prepandemia) a 49,8% en 2022. Por lo tanto, al día de hoy, 5 de cada 10 NyA son beneficiarios de la AUH o de algún beneficio derivado de transferencias no contributivas.
Aumento del trabajo infantil
El caso de la variable sobre trabajo infantil es el más claro ejemplo de la penetración de la ayuda social del Estado para compensar la falta de acceso a bienes y servicios de los sectores más vulnerables.
El documento publicado por la UCA demostró que hubo una abrupta caída en el trabajo infantil durante la pandemia y en 2022 superó los niveles previos.
La ayuda social y la ampliación de beneficios, entre 2020 y 2021, tuvieron un efecto positivo sobre los hogares en los que niños y adoelscentes tienen el rol de “sujeto proveedor”, es decir, que realizan tareas domésticas o salen a trabajar (con un adulto o por su cuenta) para generar un ingreso económico (salario) adicional al grupo familiar al que pertenece.
En este caso, se observó que los niveles de trabajo infantil (con actividad doméstica y económica intensiva) que en 2019 eran de 14,7% cayeron de forma rotunda a menos de la mitas en 2020 (5,3%) y en 2021 (7,7%).
Ya en 2022, por efecto de la crisis macroeconómica, este fenómeno vuelve a crecer y recupera niveles de prepandemia, alcanzando el 14,8% en 2022.