Un pequeño muestrario de la preciosa pedrería del gran poeta de Quijano
Hoy quisiera referirme a un tipo de resistencia lateral, indirecta: la que se ejerce practicando el arte de la lectura, y, más específicamente, de la lectura de poesía. No es nueva la idea de ver el arte como una forma de lucha contra la miseria cultural, contra la opresión de los malos gobiernos, contra la apatía gris de la marcha desencantada del mundo de nuestros días, que se nos va distopizando vertiginosamente. Profundizando esa perspectiva, quiero insistir en señalar que leer poesía, ese género cada vez más desamparado, constituye una hermosa forma de resistir al salvaje utilitarismo imperante. Porque la poesía sirve para lo único que la industria cultural de nuestros tristes trópicos no pretende estimular: el cultivo de la belleza, el plumereo de las telarañas que nos acostumbran a ver siempre lo mismo.
Por ello, quisiera referirme a Jacobo Regen, el exquisito orfebre de Campo Quijano. Orfebre porque su labor semeja al artista de las gemas y de los engastes primorosos. Porque leer sus poemas supone visitar preciosas joyas, pedrerías refulgentes.
Toda su obra cabe en un volumen regular, son apenas un puñado de libritos breves, como Seis poemas, Canción del Ángel, Umbroso mundo, El vendedor de tierra; pero de ellos dimana un aroma a infinito, en ellos caben mundos. Para jugar con el nombre bajo el que el ministerio de Cultura de Salta compiló sus trabajos, en ellos se nos bosquejan las añoranzas y perplejidades de nuestro “Umbroso mundo”.
Regen es un poeta con prepotencia antológica. Sus obras son efectivamente antologías. Cada verso resulta esculpido magistralmente, cada pieza está destinada a sostener todo ese mecanismo de relojería suiza.
Por ejemplo:
Serenamente, digo: “Soy un ángel”.
Y me debes creer.
Ningún platillo de la balanza sube,
o baja,
bajo mi peso.
Incorpóreo,
ligero,
desnudo,
como la luz…
Y sin embargo, toda
mi trayectoria es una sombra,
mi corazón es una sombra,
una moneda oscura,
destruida
por el tiempo, sin tiempo y sin memoria.
Su modo de proceder recuerda a esos forjadores de miniaturas perfectas que fueron los parnasianos. Idénticas parecen sus aspiraciones a lo que preconizaba Verlaine y su camarilla: eliminación de lo superfluo, absoluto predominio de la marcha musical del verso, supresión de excesos románticos.
Cada palabra parece condensar su potencialidad latente en el armonioso contexto de sus versos; cada verso matiza con delicadas sugerencias la marcha melodiosa de sus estrofas. Cada estrofa condensa el mundo misterioso de sus poemas.
Su brevedad no es más que aspiración a lo perfecto:
Manco
El manco lleva el aire de su mano
como una piedra en el bolsillo
Fantasmas
Tan solo mis fantasmas
saben lo que sucede
conmigo. Yo lo ignoro.
Jacobo es del 35. Abandonó las vías terrestres, quizá para no ver cómo nuestro mundo se ponía más sombrío, en 2019. Fue corrector de pruebas para “La Prensa”, en Buenos Aires. Volvió a Salta para seguir sangrando perlas poéticas en sus pagos entrañables. Era amigo de esos consagrados bohemios que prestigian las letras del Valle de Lerma: El Cuchi, Castilla, Holver Martínez Borelli, Aparicio, Teuco, Walter Adet. Fue también a su modo un ángel dispuesto a ensalzar la amistad en innumerables celebraciones etílicas, como refiere Antonio Requeni, en el “Retrato” que le dedica al frente de la edición de sus Obras Completas, que en 2013 publicó el Fondo editorial de la Secretaría de Cultura de la Provincia. También allí se nos refiere que, en uno de aquellos banquetes, comentó que el médico le había prohibido el vino y entonces el orfebre escribió su epitafio:
Jacobo Regen
ex -tinto
Amigas, amigos, los invitamos a gozar de las palabras, de las frases, de los versos, las estrofas, la exquisita orfebrería musical de este delicado poeta, de este maestro de la condensación, de este ángel antológico.
Y vaya el último botón de muestra:
INTEMPERIE
A Santiago Sylvester
Intemperie final o lumbre pródiga,
sólo en tu templo quiero descalzarme
y esparcir las cenizas de este vaso
donde no bebo yo ni bebe nadie.
Haz que el silencio mío, ya de piedra,
recuerde sus oscuros lagrimales
y llore con la música que antaño
se desnudaba, trémula, en un ángel.
Deja que la simiente paridora
de agostados y tímidos cantares
se atreva con la luz estremecida
por las últimas ráfagas de sangre
y con la vida y con la muerte puestas
sea merecedor de tu hospedaje.
Por Martín Cagnoni para Alegre Distopía, un programa de música, literatura y artes varias que imprime una mirada irónica y humorística a estos tiempos distópicos. Escuchalos todos los jueves de 14 a 16 horas por Radio Nacional Salta – AM690 o FM 102.7