Misteriosamente, el país en donde se originó el covid-19 acumula muy pocos casos y muertes por el virus, no padeció rebrotes y es la única de las grandes economías globales que crecerá este año. Al menos eso es lo que informan las autoridades del régimen chino.
A más de un año de la aparición del nuevo coronavirus, son más las dudas que las certezas acerca de su origen. Lo que se sabe es que el brote se produjo en China entre noviembre y diciembre, probablemente en la ciudad de Wuhan. Pero si pasó de animales a seres humanos en el enorme mercado mayorista de mariscos de la ciudad, en un laboratorio o en cualquier otro lugar, continúa siendo un misterio. La principal razón por la que se sabe tan poco es que el régimen chino así lo decidió.
La obsesión por silenciar cualquier voz discordante con la oficial e imponer un discurso único es un rasgo común de todos los regímenes autoritarios. Pero China lo llevó a otro nivel, por su notable habilidad para controlar los flujos de información en una era en la que esta parece incontrolable gracias a los múltiples canales que habilitó internet.
Por eso, solo se empezó a hablar públicamente del virus a finales de diciembre, gracias a figuras como el oftalmólogo Li Wenliang, que terminaría siendo castigado por contar a sus colegas lo que estaba ocurriendo en la guardia de su hospital. El 7 de febrero de 2020, cuando este médico que se convirtió en un símbolo de la resistencia al ocultamiento y a la opresión del régimen murió, víctima de la nueva enfermedad que había tratado de reportar semanas antes, la epidemia era ya inocultable y parecía fuera de control en el país.
La cifra de muertos por el coronavirus en Wuhan es, oficialmente, de 2.553 personas, aunque algunos testimonios apuntan desde hace meses que la mortalidad durante el pico pudo haber sido mucho mayor. Bastaba con mirar la incesante actividad de los crematorios. Según el medio privado Caixin, conocido en China por su periodismo de investigación, en un día se llegaron a entregar 5.000 urnas a familiares, el doble de fallecidos que los que admiten las autoridades. De acuerdo con sus estimaciones, en total la cifra de muertes podría superar las 40.000.
“Hay sospechas de que mucha gente murió en su casa sin ser diagnosticada, y al principio no había equipos para hacer test. Muchas personas morirían, oficialmente, de gripe o por otra enfermedad. Pero corren historias de ciudadanos a los que les hicieron firmar certificados de defunción de familiares sin dar más explicaciones”, afirmó una fuente consultada por la agencia EFE en Wuhan. “Nadie en Wuhan se cree las cifras oficiales. La real solo la saben ellos”, añadió apuntando al cielo.