PPP caña

Argentina: ¿Potencia ambiental? o ¿Líder mundial de producción de alimentos y fibras sustentables?

Para organizarse, para planificar, para tener metas claras, es necesario también tener “ideas fuerza” que, aunque muchas veces puedan sonar utópicas, nos sirven para generar entusiasmo, para estrechar voluntades, para incentivar la colaboración y también para enfrentar dificultades para alcanzar los objetivos pre-establecidos.

La temática ambiental es amplia y es transversal a muchas actividades y contextos de la vida humana y su entorno, así como el concepto de sustentabilidad también lo es en sus tres dimensiones, económica, social y ambiental. Dos términos que se mezclan y nos desafían, porque en el medio de ello está seguramente nuestra propia supervivencia como especie.

Para de alguna manera definir un plan de acción que vincule estas dos palabras, ambiente y sustentabilidad, he consultado a más de 60 expertos en ecología (la ciencia que estudia la organización de los seres vivos en relación a su entorno y su vínculo con los humanos) para que “a boca de jarro” o “a flor de piel” me digan cuales son los temas más importantes y prioritarios para nuestro país a dos escalas. La macro que atraviesa todas las acciones que hacen al quehacer humano y aquellas más orientadas a temas específicamente ambientales. Sobre la base de estos temas deberíamos trabajar juntos, productores y ambientalistas, en definir las metas de corto y largo plazo a alcanzar en los distintos ítems priorizados.

Entre los temas más de fondo, más estructurales que hacen a nuestro funcionamiento como Sociedad y su vínculo con lo ambiental, se destacan:

Gobernanza. En este ítem está la confianza en nuestros dirigentes, las reglas claras y permanentes, leyes razonables que se cumplan y que tengan consenso. Funcionarios aptos para el cargo que ocupen y estructuras de control que enfrenten y corrijan la corrupción. También el fomentar alianzas público-privadas regionales para mejorar leyes y normativas aplicables específicamente a las distintas realidades de nuestro país (Patagonia, Norte Grande, Cuyo, Región pampeana). Este concepto debe incluir además el respeto a los derechos humanos de comunidades rurales y las condiciones legales de empleabilidad. Una buena gobernanza es un indicador de la salud de nuestras instituciones y de nuestra Sociedad.

Educación. Nuestra base cultural, quizás por las recurrentes crisis o a causa de ello, es básicamente cortoplacista. Tenemos dificultades serias para planificar más allá de la coyuntura y ello nos lleva a que no tengamos estrategias para casi ningún tema a escala nacional o provincial, más allá de los tiempos electorales. También es necesario fortalecer el conocimiento de la Sociedad sobre los bienes y servicios de la naturaleza y los mecanismos para armonizar mejor nuestra vida cotidiana con el respeto y protección de la naturaleza, más allá de la mirada muchas veces bucólica que tenemos desde nuestras ciudades. Es importante incentivar la cultura de la vida más austera, evitando gastos superfluos y orientada a una dieta más sana, más balanceada, con un consumo de carne moderado, en definitiva menos costosa energéticamente.

Economía. Está claro que es la madre de todos nuestros males, se requiere un equilibrio macroeconómico durable y reglas claras que incluya un marco impositivo que promueva y genere incentivos a la conservación y el desarrollo sustentable. Se debe fomentar la economía circular, el reciclaje y la objetivo de “basura cero”, donde los deshechos se conviertan en insumos para la generación de nuevos recursos. Está claro que sin una economía estable y confiable, se degrada la gobernabilidad, la planificación y la mirada estratégica de largo plazo.

Infraestructura y energía. Nuestra matriz energética está basada en más de un 80% en energías de origen fósil y responsables de la emisión de gases de efecto invernadero (GEI), responsables directos de la contaminación y del cambio climático. A esto le podemos sumar los subsidios que nos alejan como Sociedad del costo real de proveer esta energía y nos deriva en desbalances que complican toda nuestra economía, amén del derroche energético en muchos casos. Acá también se puede incluir el desarrollo de una infraestructura que permita reducir los costos económicos y ambientales del transporte, incluyendo una mayor eficiencia en el traslado de productos. A esto se le suma la creciente urbanización de nuestra población y por ende una forma de vida más dependiente de lo energético y de la provisión de insumos externos (distancias de los suministros). Sin duda en Argentina como en el resto del mundo el crecimiento de las ciudades es un tema de magnitud por los costos energéticos que ello implica. También el desafío de generar ciudades más verdes, más amigables y confortables. Esta infraestructura y el uso energético debe orientarse hacia la carbono neutralidad tal como el compromiso que asumió nuestro país hacia el 2050. Ello implicaría la generación en las distintas regiones, de polos energéticos basados en oportunidades locales (eólica, solar, hídrica, biomasa, biocombustibles) que reemplace parcialmente la fósil del sistema interconectado. La cogeneración domiciliaria bajo un marco normativo adecuado, también puede ser parte importante de la ecuación energética sin subsidios en nuestros hogares.

Manejo de basura y residuos. Tanto las ciudades como las industrias y agroindustrias son generadoras de importantes efluentes gaseosos y líquidos y de residuos sólidos que deben ser gestionados adecuadamente. Debemos avanzar en la reducción de los basurales espontáneos e idealmente hacia el objetivo de “basura cero”, como así también la eliminación de vertidos cloacales e industriales sin tratamiento a los cursos de agua, contribuyendo de esta manera al mantenimiento de la calidad de sus aguas que son del dominio público.

Minería responsable. Es una actividad específica cuyos productos están en todos los procesos productivos y de la vida cotidiana y sin duda es una actividad con una mala imagen para el grueso de nuestra Sociedad. Esta actividad debe, como ocurre en muchos casos, respetar los derechos de las comunidades donde se instalan, comprometerse a mantenerlas informadas, y dado que en general ocupan áreas de déficit hídrico marcado, asumir un compromiso de no perjudicar ni utilizar el recurso más allá de lo aceptable, tanto ambiental como socialmente.

Entre las acciones específicas del sector agropecuario y forestal tenemos:

Buenas prácticas agrícolas, ganaderas y forestales, que incluyan la restauración de suelos y reposición de nutrientes, el cumplimiento de normas vigentes, la reducción paulatina de agroquímicos orientado hacia productos de “banda verde”, intensificación tecnológica asociada a la búsqueda de “soluciones naturales”, mayor eficiencia energética y la carbono neutralidad con balances por producto y cadena de valor, fomentando la siembra directa, la rotación de cultivos y una agricultura “siempre verde”. Ganadería “regenerativa” y en las áreas boscosas la modalidad “bajo monte” o MBGI, pero con mejora en la disponibilidad de pasturas y en la genética animal. Se debe fomentar las forestaciones como compensación de emisiones y el desarrollo de “soluciones basadas en la naturaleza”, promoviendo la innovación, más trazabilidad y mediciones. Extender las buenas prácticas a todo el país y distintas producciones, incentivando y evaluando los distintos sistemas de certificación tanto internacional como local.

Conservación de los bosques naturales. La Ley de Bosques que compromete el mantenimiento del 80% de la cobertura forestal del país, es un compromiso muy fuerte que implica la preservación del recurso, forestal, de la biodiversidad, de los servicios ambientales, entre ellos el carbono acumulado y el fijado anualmente y que permite el mantenimiento de la forma de vida tradicional de miles de familias aborígenes y criollas de Argentina (más de 1400 comunidades aborígenes asociadas al bosque sólo en el Norte Grande). Los pequeños productores deben ser considerados como parte de la solución a la conservación de los bosques, incentivando prácticas tradicionales y nuevas que hacen al mantenimiento de formas de vida y a la seguridad alimentaria de estas comunidades y las habitantes de núcleos urbanos cercanos. Es importante el control en tiempo real de la deforestación y la generación de mecanismos de fiscalización y penalización adecuados.

Protección de humedales y ríos. Argentina es un país rico en humedales (subtropicales, templados y de zonas templado-frías) y abundantes recursos hídricos (más de 10.000 km de ríos principales). Es fundamental poner en valor estos recursos dándoles mayor visibilidad y asociándolo con los usos de la tierra circundantes, tanto los de conservación como los de producción. Estos ambientes acuáticos son “termómetros” de cómo les va a nuestros territorios en términos de salud ecosistémica, pero también de salud humana. Debemos promover sistemas productivos sustentables de recursos acuáticos y promover la piscicultura en humedales artificiales. La mirada ambiental sobre nuestros ríos es una gran deuda pendiente en nuestro país, más de 12.000 kilómetros de ríos principales lo esperan, a partir de su puesta en valor y de acciones de restauración y protección.

Superficie protegida de distintas ecorregiones. El Convenio de Diversidad Biológica que Argentina suscribió, como así también la nueva iniciativa “30 x 30” que impulsa la Unión Europea, plantean subir la apuesta a proteger porcentajes de territorios cada vez más ambiciosos (17% y 30% respectivamente) para a más tardar el 2030. En el presente nuestro país, entre áreas protegidas de carácter nacional y provincial (20 y 80% del total protegido resp.) en conjunto alcanza un 11.9%. Si bien aún estamos muy por debajo de la meta deseada, podemos alcanzar la misma con la incorporación visible de grandes espacios silvestres protegidos de facto por el sistema productivo intensivo tradicional, a lo largo y ancho de nuestro país. También podemos sumar a este esfuerzo los espacios de comunidades aborígenes y criollas que si bien utilizan sus recursos naturales, la ecuación productiva permite el mantenimiento de una parte importante de su biota. Este objetivo puede ser alcanzado a distintas escalas: nacional (el país aún mantiene el 70% de su superficie silvestre), en las distintas provincias y en cada ecorregión, con resultados en la actualidad muy dispares. Pero no sólo se trata de preservar la biodiversidad sino también los servicios ecosistémicos en muchos casos aliados de la producción, o generar otras oportunidades productivas como el ecoturismo o turismo de naturaleza en franco crecimiento en nuestro país y el mundo. Debemos además asegurar la conectividad biológica entre estos espacios silvestres y trabajar en el control de plagas o invasiones biológicas que constituyen un problema serio en muchas partes.

Protección de la biodiversidad y extinción de especies. Muy asociado al punto anterior, debemos establecer el compromiso de reducir al mínimo la pérdida de especies de plantas y animales silvestres. Al presente nuestro país posee un registro muy acotado de extinción de especies, aunque un número creciente pequeño aún, de sus especies están “en peligro” o son “vulnerables” de acuerdo a las categorizaciones específicas. La mejor estrategia al respecto es la protección del hábitat, como señala el punto anterior. Además la reducción de la presión sobre algunas especies en particular por motivos de interés económico, cinegético o de control de “plagas”.

Planificación territorial a escala de paisaje. Es un tema clave que involucra a todos los anteriores y que Argentina ha dado un primer paso con el ordenamiento territorial de sus bosques nativos. Esta planificación debe considerar y encontrar un balance en el conflicto de intereses entre los usos urbanos, los productivos y los de conservación. También debe considerar las redes de drenajes e inundaciones, promover la valoración de servicios ambientales y la conectividad entre áreas silvestres. Debe incluirse también las áreas proclives a incendios forestales y de pastizales y medidas para su control efectivo incluyendo la articulación entre actores estatales y territoriales.

Finalmente la Comunicación efectiva, que debiera basarse en la mejor información disponible provista por la ciencia e instituciones especializadas. Se debe fomentar el pensamiento crítico, el compromiso colectivo e individual y ayudar a lograr el reconocimiento de nuestros consumidores y de los mercados, acerca de las certificaciones y los compromisos asumidos y alcanzados por nuestro país.

Ambiente y sustentabilidad, dos caras de una misma moneda que el país deberá enfrenar y actuar en consecuencia si queremos alcanzar un reconocimiento internacional. Dos objetivos ligados a nuestra calidad de vida y a nuestra ubicación en el concierto de los países del mundo. Sin duda una gran oportunidad que debemos alcanzar con diálogo intersectorial y con compromisos ciudadanos de largo plazo. Una “idea fuerza” que puede estar cerca de ser alcanzada, si entre todos nos lo proponemos.

*Brown es Presidente de Fundación ProYungas

 

Etiquetas: Sin etiquetas

Add a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *