El inmortal tango “Cambalache” de Enrique Santos Dicépolo acuña esta frase bien argentina, “la biblia y el calefón” para el espacio en el cual no hay reglas claras, que todo da igual, que ya nada es como antes, que se han perdido los valores. En realidad, los valores no dejan de existir, ocurre que los nuevos reemplazan a los tradicionales, lo que muchas veces se evalúa como un síntoma de decadencia.
Las relaciones bilaterales entre Bolivia y Argentina debieran trascender el ámbito y las posiciones políticas coyunturales. Son dos países que nacieron en la misma cuna, que comparten historias semejantes y se alimentarón de la misma madre; las entrañas de la tierra del Cerro Rico de Potosí hicieron crecer Bolivia y vivió de la plata potosina casi toda su vida republicana, misma plata le dio el nombre a la República Argentina que deriva de la palabra Argentum que significa plata. La del Río de la Plata.
En ese sentido, hablar de las relaciones entre Bolivia y Argentina debiera referirse a la convivencia de pueblos hermanos, esos que se encuentran en las fronteras donde terminan y empiezan los caminos.
Se deben superar las diferencias ideológicas para pasar a construir una agenda común que beneficie a ambos países. Ha llegado la hora de una diplomacia descentralizada, moderna, actual, basada en valores democráticos e inclusivos que sea capaz de romper la vieja lógica de que las fronteras dividen y pasar a verlas como espacios vivos de integración y desarrollo. No va más la construcción de una diplomacia sin considerar la mirada local y la vivencia de las personas. El gran desafío para los próximos años, es que esta agenda esté basada en resolver e impulsar el desarrollo a partir de lo que nos une y no de lo que nos divide.
La comunidad boliviana en Argentina, está expectante ante el nuevo escenario. Un deseo de punto de quiebre. En especial aquellos que pertenecen a la Provincia de Buenos Aires, Norte Grande, Cuyo argentino, donde desarrollan sus actividades en estrecha relación con la dinámica económica y social de la frontera y el sistema productivo argentino.
La actividad entre ambos países no se ha cortado nunca y convive de manera silenciosa con la pendular economía argentina y el rentismo tradicional boliviano ajustándose a estos cambios de manera automática y humilde. Está por demás comprobado que estos pueblos se complementan y las relaciones que se tejen solamente pueden construir puentes que unen y no muros que separan.
A partir del 18 de octubre se configurará un nuevo escenario institucional, con interlocutores válidos que serán los nuevos actores llamados a reconducir las relaciones bilaterales entre Bolivia y Argentina. Sin duda alguna, no existe nada más legítimo que un gobierno surgido de un proceso electoral desarrollado de manera transparente y con la más amplia independencia y soberanía de un país.
Sin importar las tendencias político-partidarias, las relaciones boliviano-argentinas deben estar orientadas por una agenda común de largo plazo, que supere los temas coyunturales y se conviertan en políticas de Estado en ambos países.
El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, señala que el 82% de la producción hortícola de Argentina está en manos de familias bolivianas, por tanto, no existe menú en el país que no contenga las hortalizas producidas por esta comunidad, convirtiéndose en un aporte incalculable para el desarrollo argentino y su economía. La producción textil es otro de los rubros de participación activa y gravitante, incursionando en este últimos tiempos a distintos ámbitos de la dinámica económica y social, en consecuencia, visibilizar el aporte de la comunidad boliviana y viceversa es un desafío pendiente.
Hoy la relación está basada en la compra y venta de gas y las acciones referidas al contrabando incesante en los puntos fronterizos, la trata y el tráfico de personas como temas recurrentes. Trabajar sobre estos temas es importante, pero es imprescindible una agenda que consideren un desarrollo económico y social conjunto, más aún para la post pandemia, que ha sido implacable con los más pobres y que desafía una reactivación económica, estratégica, tecnológica e inteligente.
Se debe superar la relación monotemática respecto del gas; sin embargo, aun así, este tema deja tareas pendientes, para Bolivia, explorar sus reservas probables y reponer las probadas para el momento en que la economía Argentina despegue y pueda cubrir la demanda. Para Argentina, la tarea pendiente es el cumplimiento de los términos de los contratos de largo plazo que tiene con Bolivia. Siempre teniendo en cuenta que tanto la reactivación de las economías de Brasil como la de Argentina, están ligadas al despegue de la economía mundial y a la reactivación de la demanda agregada global.
Hablar de una política bilateral debe incluir visiones regionales como el generar un polo energético de desarrollo a partir del litio, más de la mitad de las reservas de este mineral se encuentran en Bolivia, Argentina y Chile; promover el desarrollo agrícola de ambos países incorporando conceptos biregionales considerando por ejemplo que la reserva de agua subterránea más importante del planeta, el Acuífero Guaraní, una parte se encuentra en el Gran Chaco Americano; bioma compartido entre Argentina, Bolivia y Paraguay.
Tambíén es necesario generar una agenda ambiental que contemple producciones climáticamente inteligentes, “basadas en la naturaleza” y que preserven el medio ambiente; desarrollar cadenas productivas a partir de la implementación de modelos que incorporen prácticas locales y saberes ancestrales, pues la naturaleza no sabe de fronteras, abordar temáticas migratorias que eliminen las trabas burocráticas y garanticen recíprocamente el ejercicio pleno de los derechos de las y los ciudadanos, con identidad y enfoque de género.
Esta lógica de diversificación de la agenda bilateral es un tema urgente y debe estar centrada en el ser humano, en la existencia de ese tejido social dinámico que trasciende la formalidad y que impulsa la vida cotidiana, la misma que hay que comenzar a entender, para aprender de ella y poder construir una agenda de políticas públicas internacionales entre ambos países, con soplo de vida, que complemente los acuerdos económicos con una mirada de respeto a la diversidad cultural, de géneros y respeto del medio ambiente.
Repensar la política bilateral con mirada de niña o niño de frontera, que admira y respeta con la misma intensidad a Bolívar y a San Martín, que puede ser hincha tanto de la verde boliviana como de la celeste y blanca de Messi, hacer el cambio del valor de la moneda mentalmente en peso o en boliviano sin que medie prejuicio alguno, pues Juana Azurduy luchó por el futuro de los niños tanto de Argentina como de Bolivia.