Democracia

La grieta de “La bala no salió”

«La bala no salió» es lo que nos diferencia, nos pone en lugares diferentes de una grieta que demuestra quien es quien en esta historia, que tuvo un claro quiebre a partir del intento de asesinato a la Vicepresidenta de la Nación.

Lo que sucedió en la puerta de la casa de Cristina Fernández de Kirchner fue un intento de magnicidio, palabra poco usada pero con una enorme carga que da a entender la gravedad de lo que pasó.

Magnicidio: «El magnicidio es el asesinato de una persona importante, usualmente una figura política o religiosa. El magnicida suele tener una motivación ideológica o política, y la intención de provocar una crisis política o eliminar un adversario que considera un obstáculo para llevar a cabo sus planes».

Inmediatamente se conoció la noticia y la Argentina se partió en dos. De un lado quedamos los que entendimos la gravedad de lo que está pasando, que condenamos y rechazamos la violencia como vehículo de solución a cualquier conflicto; y del otro los que se aferraron a no creer que todo fuera verdad y comenzaron a abonar la teoría de que se trató de un montaje, por ende se negaron a condenar el hecho.

Con el correr de las horas hasta entendí que haya gente que esté dispuesta a no creer, o a creer que todo se debe a un escenario perfectamente armado para que ella, la vicepresidenta, termine siendo una víctima, y encontraron teorías que afianzan sus hipótesis y le terminan dan fe y legalidad a sus creencias.

No les alcanzó la primera pericia sobre el arma que estableció que tenía 5 balas en el cargador y el disparo no salió por una falla en la corredera. No les alcanzó con el resultado de un allanamiento en la casa del detenido, donde encontraron 100 balas. Tampoco les alcanza con el testimonio del amigo del agresor que dijo que la intención de Fernando Andrés Sabag Montiel era matar a Cristina “pero lamentablemente no ensayó antes” (y hasta ahora nadie lo detuvo, ni un solo fiscal actuó de oficio). Nada les alcanza, se encerraron en su teoría y listo, y pretendieron desviar la atención discutiendo si está bien o mal que se haya declarado feriado en todo el país.

Pero hay otra grieta, más grave, la de “la bala no salió”. De un lado estamos los que nos alegramos que la bala no haya salido, porque Cristina sigue viva, sin importar la identificación ideológica con ella, porque entendimos que ese atentado puso en jaque a la democracia, porque la violencia jamás es el camino para resolver cualquier diferencia, porque la política debe ser una herramienta de transformación y las diferencias se saldan dialogando, y siempre se pueden resolver los conflictos administrando los disensos, y la última palabra la tiene el voto, en elecciones, porque vivimos en democracia.

No importa qué tan bien o mal le caiga Cristina a alguien, la mayoría del arco político argentino entendió lo que pasó, la gravedad de lo que pasó y, entre tibiezas y contundencias, eligió el lado de la condena al hecho; lo hicieron incluso representantes del periodismo que están enfrentados ideológicamente al oficialismo nacional, como Baby Echecopar o Eduardo Feinmann, y no importa si lo hicieron de buena fe o por quedar del lado políticamente correcto, lo hicieron, y era el mensaje que debían dar a la sociedad, por su responsabilidad como comunicadores.

También se pararon del lado de la condena dirigentes que en otros tiempos avalaron con sus silencios mensajes violetos y de odio, que son los que nos llevaron a esta situación, o incluso los fomentaron, quizás eligieron el camino de la condena porque notaron que se les está yendo de la mano el tensar tanto de la soga, quizás porque era lo correcto hacerlo aunque no crean en lo que dijeron.

Ojalá, en cualquiera de los dos casos, elijan seguir el mismo camino que tomaron anoche, porque es el único que la Argentina necesita para poder comenzar a trabajar en acuerdos.

Del otro lado quedaron los otros “la bala no salió”, los que lamentaron que la bala no saliera, los que lamentaron que Cristina siga viva, o sana al menos, son los que viven su vida con violencia en todos sus aspectos, los que consumen odio, violencia y son sus promotores, son personas que definitivamente hay que aislar de cualquier lugar en donde haya otros que jamás avalaríamos ni naturalizaríamos la violencia como forma de resolución de conflictos.

Claro, no faltaron los “moderados” que eligieron el camino del “yo no comparto la violencia, pero es una reacción a toda la violencia que el kirchnerismo viene ejerciendo en el país”, o frases similares, que ponen en evidencia el grado de permisividad a la violencia que tienen, porque con los «peros» son capaces de justificarla de cualquier forma, porque su fanatismo logró nublarles el juicio, porque se validan desde lo anti, porque no saben construir.

Es tiempo de entender que el debate ideológico no es personal, y que sí se puede construir a partir de los disensos. No es tiempo de tibiezas, ni de más justificaciones o silencios ante la violencia. Es tiempo de ser asertivos y empáticos. Es tiempo de aislar a los violentos, porque de otra forma no vamos a poder construir absolutamente nada, ni relaciones personales, ni acuerdos políticos, identificarlos y aislarlos, porque en menos de 24 horas ya encontramos a demasiados irrecuperables.

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