Martin Arancibia

«Me llamó mucho la atención ver un cordón aislando gente como en la procesión del Milagro”

Martín Arancibia es docente de la Escuela Normal en el nivel Superior no Universitario, en la carrera de Ciencias políticas, politólogo e hijo de María Eugenia Zago y Ramón Roberto Arancibia, ambos desaparecidos el 11 de mayo de 1977 en el barrio de San Telmo. En la semana de la Memoria charló con Lucas Bertone para Alegre Distopía sobre su historia, la significación del 24 de marzo y la necesidad de mantener siempre vigente el Nunca Más.

¿Qué significación tiene para vos el 24 de marzo como fecha conmemorativa?
El 24 de marzo marca un inicio. Va teniendo cada vez más relevancia cuando uno se junta con otros en ese caminar para entender lo que nos pasó y en el reconocernos. Marca a una sociedad, nos marca como personas, marca aquello que hemos construido para más adelante, marca los silencios, marca la no-voz, marca la violencia de aquellos que hablaron y tuvieron que callarse o los callaron.

¿Cómo fue aquel día en que se llevaron a tus viejos? Lo pregunto no como una apelación al golpe bajo, sino como un ejercicio de memoria acerca de lo que pasó, sobre todo cuando hay muchos chicos a los que les damos clases que no saben qué fue el Golpe y qué pasó en el proceso.
La fecha de desaparición de mis viejos es el 11 de mayo de 1977. El hecho más violento que vivís es ver que se llevan a tus padres delante tuyo a las doce del mediodía y no entender por qué. No teníamos conciencia política de lo que estaba sucediendo, éramos niños, jugábamos. Sólo entendíamos lo que nos quitaban, y eso es posterior. Te convertís en un sobreviviente de una época, de unan realidad y de una historia que compartimos muchos: los apropiados, los que fueron dejados en la puerta de la casa de los abuelos y aquellos que aún siguen siendo buscados. Como niños jugábamos y entendíamos que había algo que estaba mal, y lo que está mal es que te saquen a tus viejos, que te rompan una puerta, y después entender que esa violencia tenía que ver con dejarlo al otro sin voz. La ley se naturaliza en función de una violencia.

En el 2003 el Equipo de Antropología Forense encontró los restos de tu papá ¿Cómo recibiste esa noticia?
Estaba sentado en el shopping leyendo y mi hermana me avisa que habían restituido los restos de mi viejo. Sentí que no me lo devolvían, sino que me completaban mi historia personal. En definitiva, te permiten llorar. Lloré como si fuera un deber, en ese momento no lo entendía, mi cuerpo era el que lloraba. Me confirmaban un hecho mucho más trascendente: pasaba de ser hijo de desaparecidos a que me restituyeran un cuerpo torturado, que había sido tirado al mar, que había estado en una fosa común con Azucena Villaflor y una de las monjas francesas. El mar había devuelto mucha gente, y llorás, pero no como en la cotidianeidad, en que llorás porque el otro se te va, sino que llorás como un deber y como completar una historia. Es una mirada particular de ese momento. Tuve una charla particular con mi viejo contándole quién era, diciéndole que eras abuelo de tres niñas y que no nos habían vencido, que habíamos dado vida y que para nosotros seguía vivo.

Hay una frase de los Redondos en tu whatsapp “Puede alguien decirte, me voy a comer tu dolor”. ¿Cómo hiciste para superar, si es que se puede, ese dolor?
El dolor se camina, lo atravesamos (parezco un libro de autoayuda, risas). Comulgamos con el dolor y seguimos adelante, de la misma forma que lo hacemos con el amor y la necesidad de justicia. Seguimos teniendo diálogos imaginarios con nuestros viejos, puede parecer psiquiátrico, pero es lo mismo que cuando llegás a tu casa y te mandaste una cagada y le tenés que contar eso a tu viejo, y preparás en el camino ese diálogo de forma imaginaria. Se trata de caminar, siempre caminar, no hay otra forma.

Y en ese caminar ¿qué papel juega la lectura? Te lo pregunto porque sos un gran lector.
La lectura es un plan de evasión, es el regocijo, es el viajar por el mundo, es encontrar otras explicaciones, es tratar de entender el zapato del otro. La memoria es recordar eso que el otro me deja. La lectura es el lugar de encuentro que me permite interpretar muchas cosas que aún seguimos sin entender.

¿Qué pensás de los discursos negacionistas que circulan en la sociedad y en los medios?
Pienso que a la educación le falta mucho, que hay un gran trabajo por hacer aún. Creo que no hay que convencer a nadie, sino trabajar para que se entiendan determinados parámetros. La estupidez y la ignorancia humanas conllevan estas cosas. Es un trabajo pedagógico de dejar signos de preguntas y no respuestas, para que entiendan que a la historia se la contaron mal o la leyeron mal, aunque parezca soberbio.

¿Cómo ves esta situación en Salta? ¿Cómo evaluaste la marcha por la memoria?
Desde lo colectivo, aunque haya habido dos marchas, seguimos luchando por la misma justicia y por los mismos lugares. Desde lo individual lo que ves es cómo se reproducen ciertas prácticas de poder, que conscientemente se piensan que están hechas para cuidar pero son prácticas de poder y de aislamiento. Me llamó mucho la atención ayer en la marcha ver un cordón aislando gente. Sé que es una medida sanitaria, pero básicamente estamos reproduciendo eso que desde muchos lugares criticamos en la procesión del Señor y la Virgen del Milagro: un lugar donde la oligarquía se aísla del pueblo, y cuando digo oligarquía estoy hablando de la jaula de hierro de la aristocracia, ese lugar donde ellos son los que deciden, ellos son los que piensan, ellos definen y ocupan ese lugar. La lucha por los derechos humanos es de todos, es un colectivo y no tiene una sola mesa. Pero seguimos marchando, lo colectivo es más fuerte.

Podes escuchar en este podcast la entrevista completa

Por Lucas Bertone para Alegre Distopía, un programa de música, literatura y artes varias que imprime una mirada irónica y humorística a estos tiempos distópicos. Escuchalos todos los jueves de 14 a 16 horas por Radio Nacional Salta – AM690 o FM 102.7

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