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Rashford, la joven estrella del Manchester United que encabeza una revolución política en Inglaterra

A los 22 años, se convirtió en un referente social entre los deportistas y logró revertir una decisión del gobierno en medio de la pandemia. Perfil del muchacho que no olvida sus orígenes y le marca la agenda a los políticos.

La bandera colgada al lado de la autopista M56 que da la bienvenida a Wythenshawe se esparció como lava en las redes sociales. La gente frenaba a sacarle fotografías para compartirla. Los vecinos que habían tenido la idea de tomar una manta blanca para escribir “Rashford 1- Boris 0” con los colores del Manchester United no esperaban tal repercusión.

Era simplemente una celebración trivial porque uno de los propios había atravesado ese nublado cielo de pandillas y adicciones que hay en los barrios bajos de la zona. No lo sabían, pero expresaban el sentimiento de una gran porción de la nación y en esos 15 caracteres resumían el momento de transformación histórica que está encabezando Marcus Rashford en Inglaterra.

Horas antes de que este pedazo de tela fuera objeto de crónicas periodísticas y viralización, el joven Rashford había logrado doblegar la voluntad de un gobierno tan solo con la potencia de sus redes sociales y el poder de penetración que tienen los futbolistas en la sociedad.

Con 22 años, más de 150 partidos en el Manchester United, 30 en la selección nacional, un salario calculado en 280.000 euros semanales y un valor de mercado actual de unos 80 millones, arriesgó su condición privilegiada en la sociedad para pelear por los niños que estaban a punto de quedarse sin los vales gratuitos de comida escolar que provisiona el gobierno a raíz del cierre por la pandemia. Rashford, en realidad, estaba peleando también por él mismo. Por el niño que durante años pudo comer gracias a esa ayuda estatal.

La carta de dos hojas que subió en su cuenta de Twitter el 14 de junio pasado fue un inesperado cachetazo para el gobierno del primer ministro Boris Johnson. “Sin la amabilidad y generosidad de la comunidad que tenía a mi alrededor, no existiría el Marcus Rashford que ves hoy: un hombre negro de 22 años lo suficientemente afortunado como para hacer una carrera jugando un juego que ama. El sistema no fue construido para que familias como la mía tengan éxito, independientemente de lo duro que haya trabajado mi madre. Como familia, confiábamos en los clubes de desayuno, las comidas escolares gratuitas y las amables acciones de vecinos y entrenadores. Los bancos de alimentos y los comedores populares no nos eran ajenos. Esto no se trata de política; se trata de humanidad», firmó en un detallado texto que tuvo miles y miles de réplicas entre los más de 9 millones de seguidores que suma en Instagram y los casi 4 millones que tiene en Twitter. Lo más importante: el mensaje se filtró hasta las estructuras más altas del poder.

 

La primera reacción gubernamental fue de rechazar ese pedido, tal vez creyendo que el posteo de la joven estrella inglesa era simplemente una postura pasajera con más aroma a marketing que a convicción. “Aún no hemos sido derrotados, mantente firme por los 200.000 niños que no han comido hoy”, insistió Marcus al instante.

Otro aluvión lo acompañó. 48 horas más tarde, Rashford era el líder de la revolución: “El primer ministro acoge con satisfacción la contribución de Marcus Rashford al debate sobre la pobreza”, anunció el portavoz gubernamental. “Ni siquiera sé qué decir. Sólo miren lo que podemos hacer cuando nos unimos. Esto es Inglaterra en 2020”, escribió el futbolista minutos más tarde seguramente con las manos temblorosas por comprender el poder de transformación que habían tenido sus acciones.

Lo que los representantes del gobierno no sabían era que Marcus se había juramentado hacía mucho tiempo que jamás abandonaría la lucha. Que batallaría contra los tentáculos alienantes del poderoso mundo del fútbol. Pondría en riesgo incluso los privilegios alcanzados como agradecimiento a los suyos, a “mi madre, mi familia, mis vecinos y mis entrenadores”. Sin ellos, “como hombre negro de una familia de bajos ingresos de Wythenshawe”, Marcus considera que hubiese sido una “estadística más”.

La conciencia social fue más fuerte que cualquier otra presión u ostentación del mundo del fútbol: “Me estaría haciendo una injusticia a mí mismo, a mi familia y a mi comunidad si no estuviera aquí hoy con mi voz y mi plataforma, y les pido ayuda”, les había advertido en esa extensa carta 

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