En 1989, Diego fue una de las víctimas del famoso atraco al Banco Provincia de Nápoles, en el que le sustrajeron varios objetos de valor, entre ellos, el Balón de Oro recibido como mejor jugador del Mundial de México.
Guillermo Cóppola fue el representante de Diego Armando Maradona (de 1985 a 1991 y de 1995 a 2004), pero también supo convertirse en más que eso. Fue el hombre que acompañó al astro de Villa Fiorito durante su esplendor como futbolista y quien lo secundó en sus días más oscuros de adicción. Fue -o es- una de las personas que más tiempo compartió con el Diez, lo que lo transforma en una biografía viviente cada vez que saca del arcón de los recuerdos una anécdota o una vivencia junto al mejor jugador de todos los tiempos.
La historia no es inédita. Aunque tampoco es como aquellas que tiene en su repertorio principal y que en cada entrevista, show o cena le piden que repita sin cansancio. Sin embargo, el tinte que le da su narrador hace que sea imposible no atenderla. El modo, sumado a los datos exactos que solo él puede aportar, hacen que un simple hecho se convierta en una obra de arte.
Año 1989, Diego ya era Dios en Nápoles, en Argentina y en todo el mundo. En sus vitrinas ya brillaban el Mundial de México conseguido con la Selección y el primer Scudetto con el Gli Azzurri. Maradona gozaba de una fama global de la que ya era preso, al igual que lo era de la cocaína. Entre sus penumbras, se asomaba una supuesta relación con la camorra napolitana, encabezada por el clan Giuliano. Y en medio de ese contexto, un hecho: el famoso robo al Banco della Provincia.
Aquí, el propio Coppola hizo una aclaración. Con el objetivo de explicar de dónde salió esa famosa espada obsequiada por el Rey Fahd bin Abdulaziz de Arabia Saudita, el empresario de 72 años se remontó a 1987, cuando Maradona y toda su familia viajaron al Medio Oriente para disputar un partido de exhibición a cambio de 500.000 dólares. “Esa espada nos la había regalado el Rey de Arabia, que cuando lo fuimos a visitar nos hizo una ceremonia larguísima en la que nos dio un montón de regalos, entre ellos la espada. Y ahí Fahd, que ya estaba viejo, vino con un traductor, nos la dio y Diego la clavó en el piso de tierra. Fahd preguntó si no le gustó el regalo, estaba preocupado. Y le dije que sí, que le había encantado y que clavarla en el piso era un símbolo de hermandad”, explicó entre risas por su ocurrencia para zafar del incómodo momento.
Y detalló: “Le pregunté a Diego por qué había hecho eso, si estaba loco. ‘Me dijiste que me iban a regalar relojes, pulseras, joyas y me regalan esta espada de mierda’, me dice. Con el mango de la espada creo que hoy compramos un Rolls Royce. Solo con el mango, eh”.
“A los dos días, se me acerca uno en el entrenamiento del Napoli y me dice que tenía un mensaje de Carmine Giuliano, el jefe de la Camorra. Cuando nos vamos le conté a Diego quién había venido y me dijo que no le diera bola. Cuando llegamos para almorzar Claudia nos avisa que quizá eso tiene alguna relación con el robo. El tipo viene al otro día y le pregunto si tenía que ver con el robo. ‘Sí’, me respondió. Ahí fuimos a la casa, tenía arresto domiciliario Carmine, vivía en el Palacio de Versalles. Para llegar tuvimos que tomarnos dos autos diferentes y una moto, todo de noche. Parecía la película ‘El Padrino’. Llegamos y estaban todas nuestras cosas arriba de la mesa, menos la cimitarra. Esa no la robaron. Pero faltaba la copa de oro, la que le habían dado en México 1986. Recuperamos todo menos eso, que la habían fundido en oro y lo habían vendido”, retomó Guillote sobre lo que ocurrió con el atraco.
Ese trofeo de oro al que hace mención se trataba nada menos del Balón de Oro (no el de la revista France Football, sino el entregado por la FIFA como el mejor jugador de la Copa del Mundo de 1986), galardón que se ganó al liderar a la Albiceleste de punta a punta durante ese torneo en el que gritó campeón, además de acumular cinco goles y cinco asistencias.